La previsible falta de agua que habrá en el área metropolitana de Barcelona, que ha llevado al gobierno central y a la Generalitat ha plantear un trasvase de agua desde el río Ebro, ha provocado nuevamente un debate acerca de que hacer y que dejar de hacer con las aguas de los ríos y las comunidades del Levante. Antes de entrar en ésta polémica quizá lo mejor será definir bien como y porque se lleva adelante ese trasvase.
El área metropolitana de Barcelona (más de 5 millones de habitantes), en principio bien surtida de recursos acuíferos (cuenca del Llobregat, cuenca del Ter y múltiples aguas subterráneas), en los próximos meses se enfrenta a cortes de suministro a causa de una importante sequía. Los cortes de suministro incidirían en las necesidades básicas de los ciudadanos: agua para beber, agua para la higiene, agua para escuelas y agua para hospitales. La primera medida tomada para afrontar esta situación ha sido la de penalizar el mal uso del agua, la segunda surtirse de ésta por envíos en barco y hasta de ferrocarril, costando mensualmente estas operaciones 22 millones de euros. Una tercera medida -desestimada por el gobierno central- quiso ser un trasvase de un afluente del Ebro, el río Segre. Y llegamos a la cuarta medida, que es la que ha provocado la polémica, un trasvase del Ebro. Esta infraestructura, que costara 180 millones de euros, se define por una tubería que conectará las cuencas de Tarragona con las de Barcelona, trayendo agua destinada en principio a los regantes de Tarragona a los ciudadanos del área metropolitana de Barcelona. Sin ser una medida ad hoc ante esta sequía otra medida para ofrecer agua a la región es la construcción de una gran desaladora que estará lista en un año.
Estas obras como decía han provocado una vez más la demanda de más agua de las comunidades de Levante (Comunidad Valenciana, Murcia y la provincia de Almería). El asunto, más allá del vitoreado agua para todos o de la viabilidad o no viabilidad técnica y medioambiental (por lo que representa para los propios ríos) de más trasvases, quizá debería enfocarse hacia el sí es justo y sensato el agua para todo cuando este es un bien limitado. Pues bien distinto es proporcionar agua para las necesidades básicas para todos –pasando por encima de los autodenominados propietarios del agua- que proporcionarla para todo aquello que se planee desde una comunidad deficitaria en aguas (nuevas urbanizaciones, plantaciones de dudosa productividad, parques temáticos, y los famosos campos de golf).
El Ebro, el río en cuestión, aunque pase por seis comunidades autónomas (Cantabria, Castilla y León, La Rioja, Navarra, Aragón y Cataluña) es de todos y de nadie al mismo tiempo. Exactamente igual que los suministros energéticos y las inversiones estatales. Cuestión aparte es que los diferentes partidos políticos utilicen torticeramente el asunto del agua para planificar un crecimiento insostenible basado en el ladrillo y con él conseguir réditos electorales.
Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 23 Abril 2008.