Los obispos: hacer de la mentira virtud – por Teresa Galeote

Salieron los obispos a manifestarse en defensa de la familia cristiana. Primera mentira. Hablar de Cristo no es hablar del catolicismo que impuso la jerarquía de la Iglesia Católica Romana; dichos prelados utilizaron la figura histórica de Jesús para los intereses de una Iglesia que pretendía el poder en la tierra. No olvidemos la lucha de las investiduras que sostuvieron Reyes e Iglesia Católica; lucha que duró siglos y que no se solventó hasta el siglo XII, momento en el que ambos contendientes se repartieron el poder. La figura histórica de Jesús ha dado para la creación de la religión cristiana, pero sobre todo para crear muchas mentiras. ¿Quién puede decir de forma empírica que Jesús fue católico si nació antes que se crease el catolicismo apostólico y romano? El mito es una cosa y la verdad otra.

El niño, que según primeros indicios nació en un pesebre de Belén y que según fuentes recientes nació en una carpintería de Nazaret, se hizo hombre y quiso enfrentarse a las injusticias que reinaban en los pueblos del Próximo Oriente. Mostrándose activo ante las actividades delictivas, echó a los mercaderes corruptos de los templos de oración, predicó el amor y justicia entre los hombres. El caso fue que no gustó a los poderosos que veía en su mensaje un aliciente para la sublevación de los pueblos. Le clavaron en una cruz, como entonces se hacía con los rebeldes y los ladrones y queriendo precipitar su muerte le torturaron. Pero ya sus ideas habían calado en la gente.

El Imperio Romano persiguió a los seguidores de Jesús, los encarcelaba, los torturaba e incluso les echaban a los leones en aquellos juegos sangrientos que se celebraban en los circos romanos para disfrute de los asistentes. Algunos patricios romanos también se hicieron eco de su mensaje y contribuyeron a expandir aquella idea convirtiendo sus sótanos en salas de reunión y culto. De nada sirvió la persecución de los seguidores de Jesús; éstos se multiplicaron. Aquello alertó al Imperio Romano que, después de sopesar todas las alternativas posibles, decidieron hacer suya aquella ideología. No hay nada más eficaz para desactivar un movimiento que asumirlo como propio. El Estado se hizo confesional y adoptó el cristianismo por necesidad, no por convencimiento. A partir de ahí las tergiversaciones y las mentiras se intensificaron para bien del Imperio; nació la religión del Estado, pero murió el cristianismo nacido del compromiso y la injusticia.

La familia cristiana nada tiene que ver con las mentiras de los obispos. Ellos que bajo palio glorificaron al general Franco y a la cruzada sangrienta que iniciaron ciertos militares rebeldes, salen en defensa de la democracia… Ellos, que bajo el nacional catolicismo nada dijeron de aquellos que morían en las cárceles, que permitían juicios sumarísimos sin derecho a la defensa y los posteriores fusilamientos; actos que desgajaban familias. Ellos pretenden alzarse en defensores de una Constitución que a su vez demonizan. Las Leyes que permiten el divorcio, el aborto en determinadas circunstancias, la unión entre homosexuales y otras cuestiones son necesarias, pero en modo alguno obliga a nadie ha hacer uso de ellas. El catolicismo que otrora creo la Santa Inquisición hoy ha apoyado a dictadores sangrientos de todas la latitudes y persiguen a cuantos practican otras teorías cristianas que abogan por un cristianismo humanizado en la tierra.

Los obispos no llegan a comprender que el divorcio protege a la familia, aunque con otros parámetros que la defienden sus “castas eminencias”. El divorcio es protector de la familia porque separa lo que ya no quiere estar unido bajo el yugo de la imposición o del desamor y permite otra posible unión familiar. La familia, cristiana o laica nada tiene que ver con la familia que los obispos defienden. La principal seña de identidad de la familia debe estar regida por el respeto, por el amor y el auxilio entre sus miembros, nunca por la hipocresía, el interés y el desamor.

Los obispos que hablan de familia cristiana nada dicen cuando algunos de sus prelados se aprovechan de menores sin tener en cuenta los traumas que pueden acarrear en esos niños y en sus familias; es curioso que siempre disculpen dichas prácticas. Al obispo de Tenerife que acusa a los niños de ser provocadores y consentidores nada le importa la familia. Queriendo culpar a los adolescentes, su eminencia pone en evidencia la falta de voluntad y la falsedad de los votos a los que voluntariamente se acogen los sacerdotes al ordenarse. La homosexualidad que ellos atacan les afecta también, aunque la nieguen. ¿Se han ocupado de estudiar los efectos que la represión sexual causada por el celibato impuesto en los sacerdotes y los efectos que causan sobre otras personas, fundamentalmente niños y adolescentes?

Esos obispos, a pesar de sus largas vestiduras, dejan ver sus vergüenzas en cada frase cuajada de mentiras. Esos obispos que pretenden ser seguidores de las enseñanzas de Jesús se escudan en falsedades para justificar sus actos. Jesús no dio instrucciones sobre la familia, aunque la mayoría de sus apóstoles estaban casados; habló de otras muchas cosas que los obispos no tienen en cuenta. Esos obispos que salen a defender la familia nada dijeron de la agresión al pueblo de Irak cuando las personas salíamos a manifestarnos en contra de dicha barbarie. ¿Sabrán que la invasión ya ha dejado huérfanos a más de tres millones de niños iraquíes y ha destrozado familias? ¿Sabrán que la cantidad de material radiactivo está causando monstruosas alteraciones genéticas en los recién nacidos?

Esa jerarquía eclesiástica que dice estar tan cerca de las enseñanzas de Jesús se olvida del dolor humano cuando demonizan los preservativo y permiten la propagación del SIDA. Según ellos todo se arreglaría con la castidad. Hipócritas. Fue en el Concilio de Elvira, en el año 306, cuando la Iglesia Católica impuso el celibato. En el año 385, Siricio abandona a su mujer para convertirse en Papa, lo que indica que se había saltado las normas del Concilio de Elvira. Hipócritas; todo está basado en la propiedad, en la herencia. La Jerarquía eclesiástica debe tener poder económico para gobernar las conciencias y por ello en el año 580 es la jerarquía eclesiástica la que establece no incordiar a los sacerdotes casados si éstos no dejaban su herencia a la familia sino a la Iglesia Católica. Las falsas donaciones de Constantino fue otra mentira para hacerse con tierras de Italia que no les pertenecía… Y hablando de igualdad, fue en el Concilio de Laodicea, en el año 325, cuando se estipula que las mujeres no podían ser ordenadas.

Respetar la conciencia de los creyentes, sea cual sea su credo, es una cosa y aceptar las mentiras, las tergiversaciones y la hipocresía de los obispos es otra bien distinta. ¿Para cuando la derogación del Concordato preconstitucional en un Estado que la Constitución define como aconfesional?

Teresa Galeote. Alcalá de Henares, Madrid.
Redactora, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 5 Enero 2008.