Por qué Kosovo no debe proclamar su independencia – por Maximiliano Bernabé

Porque no hay ningún postulado de Derecho Internacional que lo avale. La intervención militar de la OTAN en la Primavera de 1999 en ningún caso fue para independizarla de Serbia – la anexión a Albania parece estar descartada- sino para proteger al sector mayoritario de la población, de origen albanés, de las exacciones y agresiones que le prodigaba el régimen de Slobodan Milosevic. Los únicos argumentos que los kosovares de origen albanés invocan ahora, aparte de los de corte romántico-nacionalista hablan del derecho a la autodeterminación de la mayoría de la población, que es de ese origen. Si algo se puede probar en política internacional, es que el “wilsonismo” –de Thomas W. Wilson (1856-1924), presidente de los Estados Unidos– como doctrina política a ultranza no lleva a ninguna salida buena. Llevar al extremo el principio de autodeterminación de una comunidad étnica dominante llevó a decretar un fin precipitado del Imperio Austro – Húngaro en 1919 que no trajo sino inestabilidad a Europa Central y los Balcanes. El mismo culto de la autodeterminación llevó en 1991 y 1992 de manera harto rápida e irreflexiva a los países europeos a reconocer la independencia de las repúblicas yugoslavas secesionistas, y ello sólo añadió leña al fuego de varias guerras cuyas consecuencias todavía perduran. Por otro lado, si en Kosovo hasta 1999 la mayoría de origen albanés sufría la opresión del régimen ultranacionalista de Milosevic, hoy la minoría serbia es más minoritaria que nunca pues muchos de sus miembros han debido huir a causa de la persecución a que les someten sus compatriotas albanokosovares, es decir, son ellos quienes deben ser protegidos. La intervención militar de 1999, y esta casi década de protectorado de la OTAN no es necesario que culminen en la independencia: Se podría llegar a algún tipo de autonomía, federación a Serbia, incluso un estatuto internacional con cláusulas de respeto para las minorías. Si hemos de seguir, pocas cosas hay más cambiantes que el juego y la relación numérica de mayorías y minorías, pese a que para muchos pontificadores la Historia sea algo inmutable. De hecho, los serbios fueron ligeramente mayoritarios en Kosovo hasta bien entrado el siglo XX. Una corriente histórica de emigración de albaneses, y la mayor tasa de natalidad de éstos hicieron que cambiase la situación. Claro, los albaneses pueden decir que ellos son descendientes de los antiguos ilirios, y que los eslavos llegaron mucho más tarde. Pero si nos remontamos tan atrás podemos tener más de una sorpresa. Por consiguiente, si para muchas mentes bienpensantes a lo largo y ancho del mundo la emigración de judíos a Palestina a partir de la segunda mitad del siglo XIX y durante todo el XX no les legitima como solos poseedores de esa tierra en perjuicio de los habitantes árabes de la zona ¿Por qué íbamos a validar una migración y cambio demográfico como hechos desencadenantes de un nuevo estado? Sólo porque los serbios fueron los “malos” de las guerras de la década de 1990. No es razón. Y malos hubo muchos, como en todas las guerras.

Porque si siguiéramos con la lógica que anima a los partidarios de la independencia de Kosovo, podríamos muy bien reclamar la creación de una “Gran Albania” de límites sorprendentes. Albania se independizó del Imperio Otomano en 1912, aunque su independencia no fue efectiva hasta después de la I Guerra Mundial, y se constituyó en unas tierras muy montañosas ribereñas del Adriático, debido, entre otras causas, a que su orografía y el carácter belicoso de sus habitantes las hacían poco apetecibles para sus vecinos. El hecho es que los albaneses siempre han tenido una tendencia histórica a asentarse en tierras vecinas. No poca población en el Norte de Grecia es de origen albanés. También en Macedonia. En el pasado, su carácter de “fieros guerreros”, les hizo viajar como mercenarios en el seno de diversos ejércitos. A principios del siglo XIX encuadraron las mejores unidades de las huestes de Mohammed Ali en Egipto. Incluso hay zonas del Sur de Italia con población de ascendencia albanesa. Hay más albaneses en la diáspora que dentro de la propia Albania.

Porque Milosevic y su régimen ya no gobiernan en Serbia. Y porque no conviene humillar sobremanera a ningún país, tampoco a Serbia. Sí, se argumentará que el actual gobernante, Kostunica, proviene del nacionalismo, pero hasta ahora no se ha salido de los parámetros democráticos, y ha manifestado varias veces su voluntad de aproximarse a la Unión Europea. Si ahora el orgullo serbio sufre otro revés, puede que esta nación acabe por desestabilizarse y se pierda para la Europa democrática. Y Kosovo es algo más que una provincia serbia, es la cuna de su tradición nacional. Allí, en Kosovo Polje (Campo de los Mirlos), en Junio de 1389, fue donde un ejército compuesto por varias nacionalidades balcánicas, a cuya cabeza estaba el zar de los serbios Lazar, fue derrotado por los turcos otomanos. Esto supuso el fin de la independencia serbia durante más de cuatro siglos y un jalón importante en la conquista turca de los Balcanes; otro, fue la toma de Constantinopla en el siglo siguiente, en 1453. Sobre esta derrota se ha construido todo el orgullo nacional serbio, y también su nacionalismo, en lo que si se quiere es un ejercicio de un cierto victimismo pero que fue lo que les sustentó moralmente durante sus luchas por la independencia. Ya John Reed en sus reportajes periodísticos durante la I Guerra Mundial hacía un inciso en su admiración por el coraje y determinación de los serbios para hablar de una cierta obsesión con la derrota de Kosovo: las madres dormían a sus hijos pequeños llamándoles futuros vengadores de Kosovo.

Porque a pesar de que el agradecimiento es un concepto bastante etéreo en el pragmatismo de la política internacional, Francia y el Reino Unido no deberían olvidar que en la I Guerra Mundial, Serbia estuvo a su lado sosteniendo la lucha con un arrojo muy superior a sus escasos medios. Incluso, cuando vieron su territorio ocupado por austriacos y alemanes, continuaron la lucha y ayudaron a sostener el maltrecho frente macedónico del cuerpo expedicionario aliado desembarcado en Salónica. Además, en la II Guerra Mundial los serbios se opusieron en su mayoría a los nazis, cosa que no todos pueden decir. Otra nación occidental, nosotros, España, que no participó en ninguna de esas guerras, debería tener en cuenta que si su gobierno, a pesar de una cierta oposición inicial, reconoce finalmente la independencia de Kosovo, podría estar sentando un precedente peligroso dentro de su propio territorio. No sólo me refiero a eventuales procesos de autodeterminación en el País Vasco y en Cataluña, sino principalmente a Ceuta y a Melilla. En estas dos ciudades, la población musulmana de origen marroquí siempre ha sido minoritaria, pero esta proporción se está viendo alterada debido a la inmigración y a una alta tasa de natalidad, y es bastante previsible que se vea invertida en un futuro no demasiado lejano. ¿Sería ésta una causa para justificar su anexión a Marruecos? El gobierno español debería pensar en esto y hacer valer firmemente su postura, si la cordura y el sentido común se imponen y no se deja llevar por zarandajas tales como la “alianza de civilizaciones”.

Porque si a pesar de todo, todas estas razones a favor de una cierta estabilidad en la zona balcánica no se imponen, y se proclama, como parece ser que sucederá, la independencia de Kosovo; es bastante probable que la maltrecha Serbia de hoy no tenga fuerza para oponerse ni militar ni siquiera diplomáticamente y se hunda un poco más en la desestabilización interna y en una depresión introspectiva nacional. Sin embargo, también podría pasar que su nacionalismo, siempre latente, prendiera la llama de otro conflicto. Volviendo a la historia de la zona, que tanto nos enseña, al final de la I Guerra Mundial Turquía estuvo entre los perdedores. En el tratado de Sèvres su territorio se vio mutilado más de lo que aconsejaba el buen sentido y la prudencia, y sucedió que un general prestigioso, Mustafa Kemal “Atatürk”, se levantó en armas en contra de una situación que estimaba injusta, dijo algo así como que “mientras quede un soldado turco en pie los tratados son sólo papel”, reconquistó los territorios perdidos uno a uno y logró los límites de la Turquía moderna, cuyo fundador también fue. ¿Estarían dispuestos los países europeos de la OTAN a ir a la guerra por Kosovo?

Maximiliano Bernabé Guerrero. Toledo.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 20 Diciembre 2007.