Turquía tiene una extensión de 900.000 km2 y solamente el 5% de su territorio está enclavado en Europa. Su población ronda los 78 millones de habitantes, de los cuales el 98% son de religión musulmana.
Las primeras reformas políticas y sociales se dieron a mediados del siglo XIX y posteriormente fueron refrendadas en la Constitución de 1876. El legado otomano termina siendo un sistema que elimina a los elementos no musulmanes. La Turquía contemporánea está basada en la homogeneización que se produjo bajo el Islam. A los griegos turcos se les expulsa tras la guerra de los Balcanes. Los armenios fueron deportados y muchos masacrados (es lo que no acepta la historia oficial turca, con más de un millón de armenios muertos), siendo sustituidos por musulmanes traídos de territorios perdidos. Los kurdos fueron también apartados y nunca reconocidos, de ahí el problema que existe con ellos actualmente. A principios del siglo XX es cuando se instaura el Parlamento.
En los inicios del siglo XX se produce la caída del Imperio Otomano y sobre sus cenizas surge la figura de Kemal Ataturk que comprendió que Turquía sólo será viable si se occidentalizaba, por lo que impuso por la fuerza un proceso de cambio, por ejemplo, una nueva grafía para el idioma turco, también desplazo el papel de la religión al ámbito exclusivamente privado. El modelo laicista del kemalismo se ha aplicado de forma radical, lo que cuestiona la propia neutralidad laica del Estado. El modelo turco no se basa en la neutralidad, sino en como erradicar la identidad religiosa islámica, al servicio de la preservación del poder por parte de las elites laicas. “La república laica equivale a la república de los laicos, no a la república de todos los ciudadanos”, como recientemente escribe el director de The Internacional Herald Tribune.
En 1959, Turquía pide su asociación a la Comunidad Económica Europea junto a Grecia. El ejército ha sido en parte el motor de la modernización del país no sólo en la capacitación científica y tecnológica sino también en el pensamiento político y se ha convertido como en el guardián del legado de Kemal Ataturk, con un gran prestigio, hasta que en 1980 dio un golpe militar al cual siguió una brutal represión.
La economía turca
Turquía sufre, en el año 2001, una gran recesión económica, lo que provoca una caída de su PIB del 7,5%, que estuvo en la base de un aumento espectacular del paro y de una grave crisis de su sistema financiero y una gran depreciación de su moneda, la lira turca. Tanto el Banco Mundial como el FMI acuden en su ayuda con un préstamo de 18.600 millones de dólares a cambio de un programa económico de corte neoliberal con racionalización del gasto público, eliminación de subvenciones, reformas de su sistema bancario y reducción de la inflación, la deuda y el déficit público. Todas las reformas han sido de corte neoliberal. Su tasa de crecimiento, en los tres últimos años ha sido del 6% del PIB, su inflación ha pasado del 56%, en el año 2000, al 9% en el 2004 y su déficit público del 19,6% de su PIB al 9%, en el 2004.
Turquía exporta a la Unión Europea el 58% de sus productos y recibe el 55%. Un aspecto muy importante para el mundo empresarial europeo son los procesos privatizadores que se están dando en los sectores bancario, aeronáutico, telecomunicaciones, tabaco, azúcar, etc. Los costes del ingreso turco en la Unión Europea serian muy importantes pues fomentaría los procesos de deslocalización industrial, con enormes esfuerzos económicos, financieros y sociales de los países miembros de ésta. Turquía presenta una situación ideal para el ahorro de costes para el mundo empresarial europeo, ya que la legislación laboral turca es muy flexible, y el coste por hora trabajada es de 1,8 euros. Su mercado para la venta de productos europeos es muy importante por su numerosa población.
El programa que han desarrollado los islamistas moderados de Erdogan son los recomendados por el Fondo Monetario Internacional, principios del neoliberalismo más puro, siendo su modelo el thacherismo.
El ejército turco
Es una poderosa maquinaria, teniendo un número de soldados muy numeroso, siendo solamente superados en la OTAN por Estados Unidos. Su presupuesto es el 5% de su PIB. La aprobación parlamentaria de estos gastos se limita a una mera formalidad y se aprueban sin debate alguno. Turquía está inmersa en un proceso de modernización de su ejército, con un programa a treinta años vista iniciado en 1996 y que supone un gasto de 150.000 millones de dólares. El ejército tiene una gran autonomía, sirva como ejemplo un acuerdo militar que firmó con Israel en 1996, que permite el uso del espacio aéreo turco a los israelíes, el desarrollo conjunto de productos militares, etc. Los militares tienen su propio plan de estudios y cuentan con sueldos más altos, una mayor cobertura social y sanitaria, prestamos en condiciones preferentes y disponen de un fuerte conglomerado industrial.
a) OYAK (organismo del fondo de pensiones del ejército) dispone de unas sesenta empresas con unos 35.000 trabajadores. En 2005, tuvo unos beneficios de 436 millones de euros, teniendo empresas en el ramo automovilístico, seguros, banca, construcción, etc.
b) TSKGV (organismo para el fortalecimiento del ejército) con más de treinta empresas y unos 20.000 trabajadores, dedicado a la fabricación de armamento.
Estos dos grupos industriales están exentos del pago de impuestos. Las organizaciones empresariales turcas, sorprendentemente, no presentan ninguna queja ante esta situación discriminatoria. El ejército ha intervenido en la vida política a través del Consejo de Seguridad Nacional, que puede opinar y decidir sobre cualquier cuestión que afecte al país.
Laicismo-islamismo o lucha de clases
El laicismo es un modelo que se ha aplicado de forma muy variada a lo largo de las diversas experiencias históricas que se han dado. En el caso de Turquía se encuentra en un momento de gran confusión puesto que ha propiciado una evolución secularista y democratizadora con el actual partido islamismo gobernante pero al mismo tiempo ha conseguido que otros grupos políticos, militares y sociales afines al laicismo se hayan anclado en un fundamentalismo laico excluyente, que bloquea la evolución democrática en Turquía. El laicismo que ha propiciado el kemalismo se ha aplicado de forma tan radical que cuestiona la propia neutralidad confesional del Estado, cuando es el fundamento que lo basó.
La elite laica turca junto a la prensa internacional nos da una versión de los sectores islámicos turcos muy retrógrados que impiden cualquier avance modernizador de la sociedad, presentando al laicismo como el único valedor del sistema democrático turco.
El ejército turco hace suyo este legado kemalista del laicismo, incluyendo en él una apropiación del Estado, sobre el que debe ejercer una tutela, ajeno a los avances que se dan en la sociedad turca e incluso en el mundo. El laicismo sigue siendo el criterio simbólico esencial para definir si un ciudadano tiene todos los derechos y representa el monopolio económico y cultural de la sociedad.
El partido islamista moderado de Erdogan ha sabido apartar democráticamente a esa elite turca, heredera del legado kemalista, que se considera dueña del Estado y del gobierno, colocándola en posiciones antidemocráticas apoyada en el poder del ejército. La contradicción fundamental turca contemporánea es la mezcla de esas manifestaciones angustiadas y el miedo que provoca el ejército. La religiosidad está unida a la democracia y por el otro lado, el laicismo parece unido al militarismo.
Turquía, como podemos ver, es una sociedad contradictoria, existiendo al mismo tiempo una separación cada vez mayor entre la población urbana occidentalizada que ha logrado dominar la religión y la periferia rural de carácter tradicional, religiosa y orientalizada. La democracia está amenazada tanto por parte de los islamistas moderados del libre mercado y seguidores de los ajustes estructurales del Fondo Monetario Internacional, como por los laicistas ultras que desprecian a las minorías étnicas (armenios, kurdos), las libertades y la voluntad popular.
El sector laicista, que gira en torno al ejército, está compuesto por un espectro político que va desde la socialdemocracia hasta los ultranacionalistas, como por la patronal de empresarios turcos. El ejército ha sido un auténtico poder que impone sus criterios por medio de la violencia o a través de los llamados golpes blandos. Es la lucha por el poder entre la clase dominante, que se encuentra dividida entre laicos e islamistas. Pero cuando alguien cuestiona su poder no dudan en unirse ambos sectores para masacrar las nuevas reivindicaciones nacionalistas de armenios y kurdos, así como las reivindicaciones de la clase trabajadora.
Lo que realmente se produce en Turquía es la típica lucha de clases, donde las masas trabajadoras turcas y gentes pobres, reclaman una mejora de sus condiciones de vida y más derechos democráticos.
La Unión Europea y Turquía
Es un hecho evidente que la Unión Europea está en crisis debido entre otras causas al continuo ingreso de países en ella, por ello, Europa no puede seguir ampliándose indefinidamente, porque esto supone su propia destrucción. Europa debe delimitar sus fronteras de una forma definitiva. Estados Unidos presiona para que Turquía ingrese en la Unión Europea. Pero este ingreso resulta muy problemático pues cuenta con la oposición de varios países, además de parte de la opinión pública europea, lo cual refleja la preocupación que suscita la cultura turca, junto a su tamaño demográfico (se convertiría en el país más poblado de la UE), con el peligro de que se diluya el proyecto europeo. Los que apoyan el ingreso argumentan que un rechazo de Europa puede suponer un retroceso en los avances democráticos y de derechos humanos que se les exige. Es sorprendente que aquellos que defienden las raíces cristianas (caso de Aznar) sean los que defiendan la entrada de Turquía.
Se está en pleno proceso de negociación del ingreso de Turquía en la Unión, pero la realidad nos dice que su entrada es problemática. Eso no es óbice para que se ayude a Turquía en su evolución política, social y económica y que pueda ser un socio privilegiado, pero nunca un miembro más.
Ahora se celebran elecciones generales, donde previsiblemente volverán a ganar los islamistas moderados y seguirán aplicando el modelo económico neoliberal, pero no lograrán la mayoría necesaria para cambiar las estructuras políticas del país. Mientras seguirán sin resolverse los grandes problemas del país, como son la cuestión armenia y kurda, las desigualdades sociales, los derechos humanos conculcados, etc. Esperemos que Turquía avance en el camino de la democratización, pero como siempre he defendido fuera de la Unión Europea.
Edmundo Fayanás Escuer. Pamplona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 18 Agosto 2007.