Cuando se habla de una ciudad y provincia como Toledo, para muchos carece de toda singularidad especial, aparte del carácter monumental de la capital y algunos pueblos. Para unos será una mera prolongación de la cercana Madrid, y otros incidirán en ecos de una ciudad rancia apegada al Nacional-Catolicismo. Incluso algunos habrán leído noticias sobre los desafueros urbanísticos que se están cometiendo en Seseña, en los cuales su Ayuntamiento trata de poner algo de orden. Sin embargo, en esas mismas tierras hace unos setenta años hubo pueblos que durante unos meses se llamaron Espinoso de la Libertad o La Villa de Lenin, entre otros. Ya se sabe que esos topónimos tuvieron una corta vida y que terminada la contienda volvieron a llamarse Espinoso del Rey o La Villa de Don Fadrique, igual que antes. Hoy ya nadie se extraña o emociona por esto. El otro bando también cambió nombres seculares, y muchos sí se extrañan cuando se enteran de que al pueblo denominado Azaña, cuando fue ocupado por el ejército franquista a principios de Octubre de 1936 se le cambió el nombre por el de Numancia de la Sagra. Y como tal sigue llamándose hoy en 2007. No se pueden hacer muchos comentarios; o, a lo mejor, sí se podrían hacer bastantes.
De estas cosas, y muchas más trata el libro que aquí reseñamos. Su autor, José María Ruiz Alonso, catedrático de Historia que ejerce la docencia en un instituto de Toledo, tiene publicadas varias obras de, o relacionadas con, la historia toledana. Este libro está publicado en Almud, Ediciones de Castilla – La Mancha y la edición que he leído es de 2004 y está prologada por Gabriel Cardona, catedrático de la Universidad de Barcelona y con obras bastante conocidas sobre la Guerra Civil de 1936-39. Lo primero que asaltará al lector no especialista (y no toledano) que se enfrente con un libro como éste será la pregunta “¿Por qué Toledo?” Por muchas razones. En los años posteriores a la guerra, y todavía, la ciudad y la provincia quedaron eclipsadas por la gesta bélica de la resistencia en el Alcázar de Toledo por parte de los militares y civiles sublevados entre el 22 de Julio y el 27 de Septiembre de 1936. La utilización propagandística que hizo de este episodio el régimen franquista fue inmensa. Y a pesar de esto, pero sin obviarlo, ¿Por qué Toledo? Porque sin salirse de las operaciones bélicas, durante el verano de 1936 en estas tierras se produjo el avance vertiginoso que acabó llevando al ejército colonial africano a las órdenes de Franco a las puertas de Madrid y al propio Franco a la cúspide del poder. Porque cuando se habla del latifundismo, del muy desigual reparto de la tierra en el Centro y Sur de España, y de la pobreza y del hambre resultantes, generalmente sólo se piensa en algunas provincias andaluzas y extremeñas. Y Toledo era paradigmática en la convivencia de fincas inmensas y agricultura de subsistencia en un marco natural muy duro, entre heladas y sequías. Como dice nuestro autor en el título de uno de los capítulos, era “una provincia ardiente y pobre”. Tras las elecciones del 16 de Febrero de 1936, durante la primavera de ese año, comenzó un tímido experimento de reforma agraria, en parte auspiciado desde el gobierno del Frente Popular, y en parte por iniciativa de los propios campesinos, quienes tomaron la delantera e iniciaron la ocupación de fincas. Aunque las condiciones económicas eran muy malas: España sumaba a su atraso secular el llevar varios años sumida en una crisis económica. A pesar de que en muchos casos la gestión de las colectividades no fue buena, se generó un sentimiento de esperanza (y quizá de una cierta prepotencia ingenua al pensar que “ya había llegado la hora”) entre los sectores izquierdistas. Entre los derechistas, fue lo contrario, una oposición frontal que les llevó al camino de la sublevación. Hay que decir que entre estos no sólo había potentados y grandes propietarios, muchos sectores populares –en gran parte espoleados por la Iglesia Católica- les apoyaban. Se estaba “entre santos patronos y banderas rojas”, título de otro de los capítulos de este libro. Durante esa primavera la violencia creció, aunque en ningún caso llegó a ser la orgía de sangre que pretendió luego la historia oficial franquista –y ciertos autores actuales-, y todos sabemos lo que vino después.
Tras unos capítulos introductorios en los que se exploran las condiciones sociales, políticas y económicas de la provincia durante los años de paz de la II República, de eso es de lo que trata esta obra, de lo que vino después; a partir de Julio de 1936. En la porción provincial que quedó en poder del gobierno republicano, al Sur del Tajo, como se advierte desde el mismo título. Es, pues, éste un trabajo parcial, centrado en la vida política y social en esa mitad de la provincia. No obstante, en los compases previos e iniciales de la contienda, el autor se ocupa de ambos bandos, como ha de ser necesario al tratar los pasos de la conspiración que, en el marco toledano, dieron lugar a la sublevación contra el gobierno republicano; al igual que al tratar las operaciones bélicas. También hay que decir que el libro que nos ocupa no cae en una focalización extrema en la intrahistoria ni en el localismo, por lo que nunca se convierte en un repertorio de anécdotas o intento por rehacer la vida cotidiana de aquellos tiempos, tal como ha sucedido en muchos trabajos centrados en un marco geográfico concreto. Es una obra histórica global, no un anecdotario ni un relato de hazañas bélicas (sin desmerecer ninguno de estos subgéneros), acometida con vocación de profundidad y toda la objetividad que nos es posible al tratar sobre la última guerra civil española. Las simpatías del autor están con la República y, a pesar de nunca caer en ningún tipo de hagiografía con éstos y/o descrédito para el otro bando, su punto de vista sería algo así como el que expresa Gerald Brenan en el prólogo de “El Laberinto Español” cuando dice que a pesar de todos los excesos que se cometieron por ambos contendientes, piensa que la decencia estuvo en mayor medida en el lado republicano. Tras ocuparse de la sublevación de Julio de 1936 y las operaciones bélicas en sí (la mayor parte en ese año, pero también en los siguientes) lo hace con la peculiar revolución colectivista que tuvo lugar en el campo toledano. Luego viene la represión de ambos bandos, a continuación se centra en las instituciones republicanas durante toda la guerra; en Ocaña tras la conquista de la capital por el ejército sublevado el 27 de Septiembre de 1936. La vida de los diferentes grupos políticos y sindicales que convivieron y ejercieron el poder en aquel espacio ocupa varios capítulos. También su evolución, crecimiento o disminución, y luchas, que también las hubo. Interesantes son las líneas que se dedican a los enfrentamientos entre comunistas y anarquistas, y a los motivados por la indisciplina o “actividades no precisamente militares” de alguna unidad del Ejército Popular. Leyendo nos damos cuenta de curiosidades, como de las peripecias por salvar el patrimonio artístico toledano, o la militancia en el Partido Nacional-Socialista Alemán del jefe local de la Falange en Toledo en los meses prebélicos, o de cosas que ya sabíamos, por extenderse a todo el territorio español: la ingenuidad que presidió la actuación de casi todos los políticos republicanos. Se dejaron embaucar varias veces por los conspiradores, nunca acompañaron su política económica (algo fundamental para que la II República hubiera tenido éxito) de medidas audaces como podían haber sido acabar con dogmas como la disciplina presupuestaria, la convertibilidad o la no emisión de grandes cantidades de numerario. O simplemente, el respeto reverencial que siempre sintieron por la institución bancaria. No sólo que no nacionalizaron los bancos, sino que ni siquiera se apoderaron de los fondos de los sublevados.
En fin, puede decirse que se agradece la existencia de estas obras. Especialmente, ante la floración actual de pretendidos historiadores revisionistas, que en el fondo, sólo reeditan la historia propagandística franquista. Una carencia, comprensible por la inexistencia de soporte documental en muchos archivos, es que las listas que se dan de ejecutados por la represión franquista y muertos en sus prisiones no incluyen a todos los que fueron; al menos, no he encontrado a algún familiar mío que murió en aquellas circunstancias. Y, a pesar de la gran ayuda que son los mapas provinciales sobre variables económicas e implantación de las fuerzas políticas, se echa de menos algún mapa más detallado sobre las operaciones militares. Al menos yo, que vivo a escasa distancia de donde estuvo la línea del frente en torno a Toledo y siempre ando preguntándome por el emplazamiento exacto de las trincheras.
Maximiliano Bernabé Guerrero. Toledo.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 29 Julio 2007.