Francia, ‘la grande peur’ – por Maximiliano Bernabé

Esto es, el gran miedo, una característica que se repite cíclicamente en la historia francesa. Parece que la población acudirá a votar masivamente en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, el próximo 6 de Mayo, como pasó en las elecciones de 1965, o en las de 1981, por poner sólo dos ejemplos. Lo que tenían de ocasión histórica esas dos citas anteriores puede ser visto con la perspectiva de los años. En la primera se pasaba a elegir directamente al Presidente de la República, supuso la consolidación de De Gaulle y de la V República; y en la segunda, la elección de Mitterrand marcó el regreso del refundado Partido Socialista al poder. ¿Qué puede tener de histórico la presente elección? Todavía es pronto para saberlo. Por lo pronto, ambos contendientes se presentan llenos de contradicciones, presurosos por atraerse a un hipotético electorado de centro, tratando de dar imágenes contradictorias sobre sí mismos y lo que representan. Royal no puede negar su trayectoria de burócrata del Partido Socialista; alternativamente trata de competir con su rival en cuestiones de autoridad y firmeza, abogar por una política social avanzada poco clara aún, o aislar al adversario formando una coalición de facto con los sectores centristas. Sarkozy pasa de defender un modelo neoconservador en lo político y ultraliberal en lo económico, a presentarse como abanderado de valores como el esfuerzo personal, y en la primera vuelta, a ondear la bandera del nacionalismo, para quitar votos a la extrema derecha, como así ha sucedido. Ambos parecen sugerir que impulsarán una refundación de la República; pero ambos han salido de la politiquería y las marrullerías que tanto dicen querer superar Por encima de todo esto, gravita ya desde hace varios años una sensación de crisis, que no se sabe bien si es económica, de identidad, o de conciencia colectiva.

Si hay algo que caracteriza la historia de Francia en su conjunto, admitiendo lo peligroso que es generalizar, es la alternancia de periodos en que la crisis parece apoderarse de todo, el país parece hundirse, se está en el mismo borde del precipicio, o incluso cayendo por él. Y, de pronto, hay una especie de milagro que salva la situación y produce una gran exaltación colectiva. En el último cuarto del s. XVIII el país se encontraba en bancarrota, se produjo una revolución que sumió el país en una gran violencia, grandes zonas se desangraban en una guerra civil, varios enemigos invadían las fronteras… Pocos años después era la potencia hegemónica en Europa, y sus ejércitos llegaban desde Lisboa hasta Moscú. En la década de 1930 Francia parecía no poder salir de la crisis económica, las posiciones políticas estaban muy enfrentadas y, según algunos, al borde de la guerra civil. Una guerra con Alemania parecía inevitable, pero, no sólo que se optaba por la táctica del avestruz, sino que entre los grupos de extremistas había algunos que simpatizaban abiertamente con los fascismos italiano y alemán. Cuando llegó la guerra, Francia fue derrotada en cinco semanas, pidió un armisticio, se formó un gobierno colaboracionista con los ocupantes… Al final de la guerra, Francia estaba entre las potencias aliadas vencedoras. Son sólo dos ejemplos, pero se podrían citar unos cuantos más, desde la Guerra de los Cien Años a la Crisis de Argelia, precisamente el origen de esta V República. Y en medio de todos estos episodios, siempre hay un periodo de gran miedo colectivo. En concreto, la expresión “la grande peur”, surgió durante los meses posteriores al verano de 1789, y fue el origen de hechos violentos por parte de partidarios de la revolución y del absolutismo. Hay quien dice que Francia vive en una crisis permanente desde hace ya no sé cuantos decenios o siglos. Otros, que todo está originado por el contraste entre las aspiraciones de “grandeur” y los medios modestos para llevar ésta a cabo. Lo cierto es que nuestros vecinos constituyen un país peculiar: Son los inventores de la “burguesía”, hasta de la misma palabra que la define, y esta clase social ha creado –y exportado- todo un estilo de vida conservadora y apacible. Sin embargo, también han exportado revoluciones cada varios decenios. Desde hace tiempo, Francia es una respetable potencia económica e industrial; sin embargo, en el imaginario colectivo les gusta seguir viéndose como un país rural y agrícola, y eso se nota desde la consideración social que gozan sus agricultores hasta lo cuidados y bonitos que son sus pequeños pueblos. Como consecuencia de este amor a las tradiciones, y del miedo instintivo ante lo nuevo, han surgido movimientos políticos fuertemente nacionalistas. Desde hace poco más de veinte años es el Frente Nacional de Le Pen; en la década de 1950 fue Poujade, y en la de 1880, Boulanger. Después de visto todo esto, se puede pensar que Francia se encuentra de nuevo en medio de otra gran crisis. Aún es pronto para decirlo. Lo que sí parece evidente, es que socialmente se da, si no un sentimiento de miedo colectivo, sí de incertidumbre. Lo veíamos con los disturbios en los suburbios de Otoño de 2005. Sucede con la inmigración, y el modo de asimilar a los que llegan o, incluso, llevan varias generaciones pero no parecen integrados. Ante el modelo económico y el estado de bienestar. Y ante las mismas instituciones de la V República. Si se puede hacer un vaticinio, en las elecciones del próximo Domingo 6 de Mayo, es bastante probable que gane Nicolas Sarkozy ya que en periodos de incertidumbre o miedo lo que suele suceder es inclinarse por la opción más conservadora. Esto por un lado, por el otro, no parece que esté claro qué representan y propugnan Ségolène Royal y el Partido Socialista. Además, está la situación de crisis permanente en que se encuentra una Izquierda que desde hace ya unos cuantos años parece carecer de referente, haber renunciado a cambios estructurales y meramente competir con los conservadores en ser gestores. La calificación que ha utilizado Sarkozy varias veces durante la campaña, al definir a su oponente como heredera de Mayo de 1968 puede que no sea sólo una simple frase fácil, sino que la izquierda (no sólo la francesa) se haya visto perjudicada por las consecuencias prácticas y sociológicas, por los modos de actuar y hasta estéticos nacidos de aquella pseudo-revolución (de nuevo un invento francés) que, en el fondo, fue una algarada de estudiantes acomodados que al empezar las vacaciones de verano volvieron a sus casas. Quizá fue entonces cuando la izquierda comenzó a adoptar el pensamiento blando de esta postmodernidad que tanto le ha perjudicado. El candidato de la Derecha tampoco está libre de contradicciones. Al igual que Royal, habla de reformar las instituciones de la V República, incluso del nacimiento de una VI. Se habla de recortar los poderes del presidente y aumentar los de la asamblea nacional. Esto lo propone alguien a quien apoya un partido que se reclama heredero de Charles De Gaulle, el fundador de la V República, diseñada a su imagen y semejanza (recibió plenos poderes de la asamblea en 1958) para acabar con la paralización de las instituciones y las disputas estériles que habían marcado la vida de la IV. ¿Qué régimen se propugna ahora? Quizá de todas estas contradicciones e incertidumbres no saldrá ninguno nuevo por ahora y, por el contrario, el miedo haga que se siga ahondando la crisis. O puede que sea el revulsivo para que, dentro de unos años, surja algo diferente. Todas las incógnitas permanecen abiertas, aunque es bastante probable que lo que veamos a partir del próximo domingo sea un capítulo intermedio, y no el desenlace o el comienzo de nada.

Maximiliano Bernabé Guerrero. Toledo.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 3 Mayo 2007.