Con 5000 años sobre sus espaldas, Damasco es la ciudad más antigua del mundo y fue nombrada por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad en el año 1979. La ciudad expande sus tentáculos por las colinas que las circundan y deja una huella imborrable cuando se la contempla sin juicios preconcebidos. Damasco es tierra de acogida para palestinos e iraquíes que no quieren esperar la muerte entre las ruinas de sus pueblos; allí se aposentan y, al igual que criaturas cansinas de tanta batalla, esperan que el sentido común se imponga frente a la cruel realidad que asfixia a la zona.
Sin pretensión de buscarlos, los minaretes de las mezquitas damascenas emergen espigados entre la arquitectura desbordante, un tanto caótica, donde el aumento demográfico que experimenta la ciudad obliga a ésta a salir de los límites de la gran vaguada donde se creo. El urbanismo corona las tierras áridas de las colinas que rodean Damasco y se desplaza, lentamente, sobre sus laderas para alcanzar la siguiente cumbre sin que ningún prejuicio detenga su andadura. La vida más variopinta bulle por todas sus calles: desde la más tradicional que parece querer perpetuarse hasta la más moderna que pretende dar la mano a occidente. En la periferia de la antigua ciudad, muchas casas, al igual que en el Cairo, muestran el encofrado en sus azoteas, quizá esperando poder elevarse si ello fuese necesario; esa fórmula ha permitido convivir a familias enteras durante muchos años sin que ningún gobierno haya puesto impedimentos a una práctica surgida de la necesidad económica, aunque el gobierno ya ha comenzado a regular dicha costumbre. Actualmente, en Siria no existen las hipotecas bancarias, pero las urbanizaciones en Damasco no cesan de expandirse para dar cobijo a una población que no para crecer, y en cuyo solar se han asentado el 80% de los desplazados del vecino Irak, que en el país son aproximadamente un millón de personas. Son dos millones y medio los moradores de la ciudad, aunque la población de toda la provincia damascena ronda los ocho millones. Crecimiento demográfico y escasez, un binomio difícil de solucionar, ya que debido a la escasez de agua los depósitos del preciado líquido conviven, en muchas azoteas, con las antenas parabólicas; el agua allí almacenada sirve para menesteres donde no es necesaria el agua debidamente tratada para el consumo humano. Conviviendo con ese centro abigarrado se alzan en la periferia nuevos barrios con grandes avenidas y centros comerciales muy modernos. En la parte más antigua de la ciudad hay una circulación caótica debido al significativo aumento del tráfico rodado; un gran problema que sin duda tendrán que solucionar de inmediato. Pero hablar de hacer túneles para solucionar la actual situación del tráfico entra en conflicto con los restos arqueológicos de pueblos anteriores que reinan en el subsuelo de Damasco. Debido a una visible expansión económica, pueden verse circular destartalados coches junto a los últimos modelos del mercado por unas carreteras que no están hechas para las prisas. Por la zona más antigua discurren estrechas callejuelas que nos llevan a otros tiempos y, viendo las deterioradas fachadas de muchas de sus casas, nada hace sospechar que tras sus puertas puedan esconderse plácidas moradas con hermosos patios, o que algunas de ellas se hayan convertido en tranquilos restaurantes donde puedes degustar exquisitas y variadas comidas en un ambiente relajado; en algunos de ellos, el murmullo del agua de una fuente central envuelve las conversaciones de los comensales.

Con un porcentaje del 42%, el sector servicios se lleva la palma de toda la actividad económica de Siria, siendo el comercio una de las partes más importantes. En Damasco, rodeando la mezquita de Los Omeya, algunos orfebres trabajan tranquilos bajo la mirada de los transeúntes, convirtiéndose así en una pieza más del espectáculo colorista allí representado. Son tiempos diferentes los que se respiran en esa amalgama de siglos que conviven. Además del gran Zoco de Midhat-Pash que lleva hasta la gran mezquita, se observa un comercio pujante en muchas de sus calles, donde mercaderías y viandantes deben competir por el escaso espacio de las aceras. Las miradas se van tras los vistosos colores de las telas que se exponen en el exterior, o sobre las hermosas vasijas, vestidos y demás objetos que se muestran ostentosos al viandante. Basta pararte a mirar para que el comerciante te invite a pasar a su tienda para comprobar la diversidad de artículos y precios que ofrece; son pacientes y responden a cuantas preguntas hacen los posibles compradores y, sobre todo, cualquier precio es negociable, el regateo forma parte del juego. Creo que definir a Damasco como, Ciudad de ciudades, sería un término bastante apropiado. Allí conviven practicas de varios siglos; desde el medievo hasta el siglo XXI; ciertas calles y algunas prácticas artesanales pueden hacer pensar que allí se paró el tiempo, aunque nada más salir de dichos callejones el auge de los teléfonos móviles avisan de todo lo contrario. Ciudad que palpita por todos los rincones y que suscita la imaginación.

A pesar de que el Estado sirio se declara aconfesional, la religión islámica impregna toda la vida social, aunque el barrio cristiano, situado junto a la antigua muralla, deja ver una impronta diferenciada en la vestimenta de las mujeres. Aún así, la vida está muy marcada por la familia y por los cánones tradicionales, en donde el varón sigue marcando las pautas de la sociedad y a las mujeres, a pesar de contar muchas de ellas con carreras universitarias, su papel queda reducido, en su mayoría, al ámbito doméstico. En esa convivencias entre lo nuevo que pugna por querer salir y las costumbres más tradicionales, también la mujer se presenta ante los ojos profanos con múltiples facetas: desde guardianas celosas de las esencias más tradicionales de una sociedad envuelta en los ritos de la religión islámica, hasta las que salen al espacio profesional y político para conquistar espacios hasta ahora vetados para ellas, o las que se asocian para defender mejor sus derechos. Romper con las ataduras machistas es recurrente en todas las sociedades y en todas las religiones, aunque en el Islam aparecen más ostentosas todavía. A la mujer le han sido negados derechos que sólo son reconocidos cuando ésta decide romper con siglos de educación patriarcal. Son muchas las mujeres musulmanas que aceptan el pañuelo más como signo identitario que como una merma de sus derechos; llevar tapada la cabeza no les impide llevar vaqueros o las más modernas faldas, ni participar en la vida profesional o política. Incluso mujeres fieles al Islam opinan que las palabras del profeta, con respecto a la mujer, han sido muy mal interpretadas. Hace muchos años que la mujer siria tiene el reconocimiento pleno y puede ser candidata para elecciones de cualquier Institución pública.
La entrada de los campamentos palestinos en Damasco está flanqueada por fotos del presidente fallecido, Afez al Assad y del también desaparecido palestino, Yaseer Arafaz. La cifra de palestinos asentados en Siria que suelen dar los informes externos es de 500.000, aunque allí todos saben que sobrepasan el millón y medio. El gobierno sirio les facilitó los terrenos para su asentamiento y ellos, en esa eterna espera, han ido reconstruyendo sus vidas y recuperándose de la traumática y obligada diáspora de su tierra en el año 1948. Algunos de ellos han formado familias con ciudadanos sirios y ello motiva que los hijos nacidos de dichos matrimonios ya tengan derecho a la nacionalidad siria. A pesar del tiempo trascurrido, los palestinos allí asentados siguen manteniendo el estatus de refugiados, algo que para ellos es muy importante; eso les permite seguir sintiéndose palestinos y reclamar el derecho de retornar a su tierra. A simple vista, los campamentos palestinos han sufrido una modificación importante con respecto a los primigenios asentamientos; son calles donde el comercio y la vida bullen por todas partes. Viéndoles, nada hace sospechar el motivo por el que asentaron en el país vecino, ni la tragedia del pueblo palestino. Se diría que esa obligada espera les ha preparado para asumir su historia con la paciente dignidad del que se sabe poseedor de la razón.
Teresa Galeote. Madrid.
Redactora, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 22 Abril 2007.