Hablar de patentes en la industria farmacéutica es hablar de algo más que de una patente cualquiera ya que los intereses de dichas empresas no pueden estar por encima del derecho de los enfermos a recibir aquellos medicamentos que curen su enfermedad, o la hagan más llevadera en caso de ser incurable. Pero las compañías que, supuestamente, se dedican a sanar enfermos pretenden ejercer sus derechos por encima de argumentos mayores, y es ahí donde surge el conflicto; un conflicto que se repite en el tiempo.
La empresa farmacéutica Novartis reaparece en escena para reclamar sus intereses comerciales. Dicha empresa tiene la patente de un medicamento contra el cáncer desde 1993, llamado Gleevec, que se distribuye en 36 países, y pretende seguir ejerciendo esa prerrogativa sin tener en cuenta otro argumento que no sea el de sus propios intereses.
No es la primera vez que una multinacional farmacéutica intenta hacer valer el derecho de su patente frente a iniciativas gubernamentales que pretenden preservar el derecho de los enfermos. En el año 2001, Novartis, al igual que otras 39 empresas farmacéuticas pusieron una demanda contra el Gobierno surafricano para defender sus patentes frente a los medicamentos genéricos. En dicha ocasión, hubo un gran movimiento social generalizado que logró abortar las pretensiones de las empresas farmacéuticas. Cuando dichas compañías se enfrentaron al Gobierno sudafricano, una combinación de antirretrovirales de marca para combatir el SIDA costaba más de 10.000 dólares por paciente y año *. Actualmente, gracias a la competencia que han ejercido los medicamentos genéricos, esa misma terapia de marca ha bajado su precio a 500 dólares *, aún así el genérico producido en un laboratorio indio ofrece dicha terapia a 130 dólares por paciente y año *. Las cifras hablan por sí solas.
Una vez más la empresa Novartis se pone en evidencia al reclamar al Gobierno indio el derecho sobre la patente del medicamento comercializado con el nombre de Gleevec hasta cumplir los veinte años estipulados. Si la compañía consiguiera su propósito, millones de personas se quedarían sin poder recibir el tratamiento adecuado para combatir el cáncer. India produce aproximadamente el 50% de los productos genéricos: los consume y los exporta a los países en vías de desarrollo. El efecto sobre el precio de los medicamentos genéricos es muy claro, y eso es lo que ha movido al Gobierno indio a introducir modificaciones a una ley impuesta por la Organización Mundial de Comercio, en el año 2005, que beneficiaba el monopolio de las patentes. Ésta sólo ofrece exclusividad para la venta del producto, pero no produce mayor efectividad que los tratamientos realizados con genéricos.
“Parece que hayamos vuelto a Sudáfrica y al año 2001”, declara el Dr. Tido von Schoen- Angerer, doctor que colabora en la campaña contra la decisión de Novartis.
Con dicha modificación, India también pretende frenar a las compañías que intentan introducir nuevos medicamentos que nada tienen de nuevo. Mejorar los existentes es fundamental, ya que el cuerpo del enfermo desarrolla resistencia a los fármacos a los que ha sido sometido durante mucho tiempo. Por dicho motivo, los laboratorios suelen lanzar al mercado componentes nuevos de segunda línea que modifican el anterior y, con dicha argucia, dar continuidad a sus patentes. Es significativo el estudio que sobre el particular realizó la Oficina de Evaluación Tecnológica de Estados Unidos en 1996; en él se decía que el 97% de las medicinas nuevas lanzadas al mercado eran reproducciones de las existentes con mínimos cambios. En la misma línea, Médicos Sin Fronteras informa que según un estudio publicado en la revista La Revue Precrire, el 68% de las medicinas que se aprobaron en Francia entre 1981 y 2004 eran meras copias de las anteriores.
Novartis reclama el derecho de patente sobre Gleevec argumentando que debe seguir investigando para mejorar el fármaco y con ello salvar vidas, pero lo que no dice es que desde que dicho compuesto se lanzó al mercado la compañía ha obtenido grandes beneficios; sólo en el año 2006 las ventas de dicho producto sobrepasaron los 2.500 millones de dólares. Dicha cifra deja bien claro por dónde van las intenciones de la compañía. Tampoco dicen que suele ser el sector público el que realiza la mayor parte de las investigaciones y que, en ese sentido, fue un investigador público, Brian Druke, quien realizó la principal prueba sobre el producto estrella de Novartis; demasiadas omisiones.
Pero el juicio de la compañía contra el Gobierno indio, además del medicamento en cuestión, parece tener otros objetivos. La compañía, más allá de pelear por el mercado del país, que sabe no puede costearse fármacos tan caros, intenta impedir que otros países puedan importar los genéricos indios y, posiblemente, para que otros gobiernos copien la iniciativa. En India, los medicamentos genéricos se producen en cinco farmacéuticas.
Algo que parecen olvidar las multinacionales farmacéuticas, o si no lo olvidan les importa poco, es que la salud pública es uno de los principales derecho humanos reconocido internacionalmente que los gobiernos deben garantizar a sus ciudadanos.
Médicos Sin Fronteras e Intermón-Oxfam ya han recogido 300.000 mil firmas para impedir que Novatis consiga su propósito, pero habrá que esperar a que el Tribunal competente de la India dicte sentencia sobre la impugnación que ha presentado la compañía a la modificación de la ley sobre patentes del año 2005.
* Datos tomados de la revista de Médicos Sin Fronteras de febrero de 2007
Teresa Galeote. Alcalá de Henares, Madrid.
Redactora, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 4 Marzo 2007.