El poder de la mentira – por Teresa Galeote

Si por mentira entendemos contar hechos que sabiéndose falsos se dicen deliberadamente con afán de engañar, quedaría mermada la descripción. Quedan otros aspectos como son la tergiversación de sucesos, o la ocultación de datos aclaratorios. Todo ese cúmulo de palabras dichas y de otras silenciadas son las que muestran una aparente realidad, aunque ésta no sea cierta. Las mentiras parecen tener más rendimiento que las verdades; éstas últimas no parecen interesar demasiado porque nos llevan a penetrar en todas las intrigas que rodean ciertos hechos. Pero hay más, la mentira se convierte en calumnia cuando hay un objetivo o interés premeditado, sea de índole político, económico, o de la suma de ambos.

La crispación que está introduciendo el PP en la vida española no tiene como objetivo esclarecer la verdad de nada, sino enturbiar la vida política y social española: religión en la escuela, negociaciones con ETA, estatutos de autonomía, boda entre homosexuales, etc. Más parece que el partido que perdió las últimas elecciones de la Nación no le importa otra cosa que no sea conseguir el poder perdido, cueste lo que cueste y caiga quien caiga. Aznar, convertido por el gobierno de Bush en consejero de la más importante empresa de comunicación estadounidense, en catedrático de historia, de política y otras cuestiones y al que se le han concedido honores múltiples por su valiosa participación en la guerra de Irak, no deja de proyectar su sombra en el partido que le sacó del anonimato para hacerle Presidente del Gobierno español en dos legislaturas.

Decir que el PP nunca entendió la realidad histórica de nuestro país es repetir lo obvio, pero decir que no están dispuestos a permitir que España sea otra cosa de lo que ellos entienden es muy distinto. Me atrevo a decir que el PP pretende realizar en España una involución política de gran magnitud. La cantidad de descalificaciones gratuitas que está sufriendo el gobierno de Zapatero van por ese camino. Parece que hay un rezo permanente en ciertos líderes; “calumnia que algo queda”. Sostuvieron que el atentado del 11M lo había realizado ETA hasta la saciedad, aún sabiendo que tenían conocimiento, meses antes, de que ciertos grupos radicales islámicos se estaban moviendo por España. ¿Por qué no hicieron caso a dicha información? Aquellos que, jugando a consortes del Imperio, se aliaron con sus tesis guerreras perjudicaron y siguen perjudicando a nuestro país y a los españoles. Han pasado años y siguen con el mismo estribillo. Entonces sabían que dependiendo de quién hubiese cometido el atentado les beneficiaba o les perjudicaba y ahora quieren mantener las dudas para sacar réditos electorales. Nunca aceptaron la derrota en las urnas y, conocedores del poder de la calumnia, tiran a dar. Pretenden seguir haciendo de la mentira su principal arma de combate para reconquistar el poder. ¿Qué es España sin Ellos? Curioso es que el escándalo que armaron con el preámbulo del Estatuto catalán, después lo estén aplicando a otras comunidades; a eso se llama puro cinismo. Y qué decir de ETA; esa organización terrorista con la que ellos negociaron, a la que Aznar llamó “Movimiento de Liberación Nacional”, esa organización terrorista a la que ellos dejaron al borde del colapso y que, según ellos, el gobierno de Zapatero pretende revitalizar, y qué decir del acercamiento de presos etarras que hicieron. Todo se dio por bueno si con ello se lograba que ETA dejase de matar. No fue así y nadie pidió la comparecencia en el Congreso de los Diputados y a nadie se le ocurrió endosarles la culpa del fracaso.

Pero el PP no está solo en ninguna de las batallas que está dando; cuenta con la complicidad de la jerarquía eclesiástica. Lo que resulta extraño es que siendo así, el gobierno no deja de insuflar dinero a la religión católica a través de numerosos apartados: profesores de religión, un porcentaje de los presupuestos generales (150 millones de euros para 2007) sean católicos o no, fuertes subvenciones a los colegios concertados (muchos de ellos católicos), exención de contribución urbana de los edificios eclesiásticos, etc.

Las palabras que algunos líderes del PP destilan por su boca son falsedades que bien pondrían penetrar en la frontera de la ilegalidad. ¿Se puede calumniar tanto sin que la Justicia diga algo? Que el ala ultra conservadora del PP se ha adueñado del partido es algo que se siente, que se toca; dicha influencia se deja notar en diversos ámbitos de la vida. Aquella visión de centro que dieron para hacerse con el gobierno queda varada por los hechos.

Cierto es que a Aznar le costó mucho hacerse con las riendas del partido y más tarde con el gobierno de la Nación, pero llegó y comenzó a saborear el poder, aceptó gustoso los agasajos de sus fieles seguidores que medraban a la sombra del Presidente. Sabedor de que tenía que negociar con los nacionalismos periféricos catalán y vasco, les concedió el 30% de los impuestos; Felipe González sólo llegó hasta el 15%; hasta hablaba en catalán en la intimidad. El poder se le subió muy pronto a la cabeza y nada más conseguir la mayoría absoluta se quitó la máscara de centrista y vimos su verdadera faz. Aznar sigue en el podio irradiando su sombra hacia el partido; es un hombre atravesado por el yugo y las flechas del nacionalismo español e incapaz de comprender otros nacionalismos.

La máxima del alemán Goering es la táctica que está empleando el PP para reconquistar España; esa España eterna que, según ellos, se está desmembrando. Siguen repitiendo las mismas mentiras hasta la saciedad. Que el ex presidente aclare los acuerdos que hizo con Bush a espaldas del Parlamento; aquellos de trágicas consecuencias para nuestro país que costó la vida a cerca de 200 personas. Debieron perder y perdieron, pero persistieron sus mentiras. La imagen que dieron de partido centrado sólo fue un espejismo. Puede que proceda recordar las palabras del alemán Goering en el juicio de Núremberg. Dichas declaraciones tienen todo su macabro esplendor cuando a ellas se une el poder de la mentira.

«Naturalmente, la gente común no quiere la guerra, pero, después de todo, son los dirigentes de un país los que determinan la política y siempre es un asunto sencillo el arrastrar al pueblo. Ya sean que tengan voz o no, al pueblo siempre se le puede llevar a que hagan lo que quieren sus gobernantes».

El posicionamiento tan extremista del PP puede que esté sentado las bases para que una nueva fuerza política aparezca; un partido centrista que aglutine a descontentos del PP y del PSOE.

Teresa Galeote. Alcalá de Henares, Madrid.
Redactora, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 1 Febrero 2007.