La violación de derechos humanos durante el franquismo – por Teresa Galeote

La controvertida Ley de memoria histórica es motivo de pasiones encontradas y ello aleja de lo verdaderamente importante. Las víctimas ya no pueden recuperar el tiempo robado, pero necesitan recobrar el honor que les arrebató el Franquismo; régimen militar que se implantó en 1939 una vez terminada la guerra civil. Dichas personas no tenían otro delito que haber servido a la República y por ello fueron perseguidas, encarceladas, torturadas y muchas de ellas fusiladas.

Recordar lo sucedido no es hacer otra cosa que recuperar la verdad silenciada durante tantos años y ello no puede abrir ninguna herida, sino curar las que quedaron falsamente cerradas. Asumir los hechos tal como sucedieron es una necesidad y ningún pacto de silencio puede anular la memoria, ni suprimir las historias que las víctimas vivieron.

Hubo muchos muertos en la contienda, como en tantas otras guerras y en tantos enfrentamientos civiles. Los dos bandos lloraron a sus muertos, pero esa no es la cuestión a debate. Ahora hay que hablar de aquellos que murieron después de la contienda; de las víctimas de una represión de posguerra que generó miles de muertos. Personas que fueron arrancadas de sus hogares para terminar fusiladas en cualquier parte; personas que tras juicios sumarísimos fueron ejecutadas o encarceladas por el simple hecho de haber servido a gobiernos legítimos de la República. Las cárceles se vieron saturadas y tuvieron que habilitar cuarteles para coger a los prisioneros. Mirta Núñez, catedrática de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense de Madrid, estima en su libro de investigación, “Los años del terror”, que al terminar la guerra civil había aproximadamente 300.000 presos políticos. Los socorridos trabajos forzados que conllevaban la reducción de la pena impuesta, fueron una válvula de escape a dicho desbordamiento, además de una solución a la falta de mano de obra de un país devastado por tres años de guerra civil.

Son a esas víctimas a las que hay que recordar. Hay que hablar de los años de prisión, de los fusilamientos; de los juicios sumarímos ilegales y fuera de los Convenios de Ginebra que el propio régimen franquista firmó. Las víctimas sufrieron vejaciones extremas en los campos de concentración. Según el estudio de Javier Rodrigo en su obra de investigación, “Cautivos”, fueron cerca de 500.000 personas las que pasaron por los campos de concentración españoles entre 1936 y 1947. Reductos inhumanos que se extendieron por toda la geografía nada más que los rebeldes se iban haciendo con poblaciones republicanas. Es recomendable dicha obra para aquellos que quieran saber la verdad de cuánto ocurrió a los vencidos en la España franquista durante esos años. Ahí van algunas palabras de una de las víctimas sobre el campo de Miranda del Ebro:

“Miranda era un campo de depuración. Cuando llegabas habías pasado por la criba por 50.000 sitios, y desde allí salías a Batallones de Trabajo, parques de ingenieros…”. En el campo “el trato era inhumano. Yo tuve tifus, forúnculos, sarna, todo… La vida era imposible. Estabas siempre muerto de hambre, el cuerpo no tenía resistencia para nada. Yo pesaría unos 30 kilos… no pesaría mas yo”. (pág 92 de Cautivos)

Las heridas cerradas en falso siempre supuran sangre y dolor y sólo reconociendo lo ocurrido y reparando las injusticias cometidas se puede mitigar el dolor de aquellos que perdieron a sus seres queridos y a los que tuvieron que soportar prisión, vejaciones y torturas. Algunos sólo eran funcionarios de la República; ni siquiera tenían un cargo relevante ni eran líderes de ningún partido ni sindicato. Hay muchas historias detrás de aquellos que sufrieron la represión de un régimen que no aceptaba al que pensara de diferente forma. La Cruzada Nacional-Católica pretendía exterminar cualquier brote de semilla antifranquista y por ello establecieron un sistema de terror que demostrase lo que esperaba a aquellos que no estuviesen de desacuerdo con el régimen. Había que dar ejemplo y dejar constancia de quiénes eran los vencedores y los vencidos; de quiénes eran los señores y los vasallos. El exilio interior y exterior sirvió para salvar la vida, pero queda el recuerdo del horror vivido.

La compensación económica no es lo más relevante para las víctimas y sus familiares, sino el reconocimiento de las injusticias cometidas. Tremendas infamias que hay que reparar y eso sólo puede hacerse, no sólo reconociendo las barbaridades cometidas, sino declarando ilegales los juicios sumarísimos que se hicieron; juicios militares no ajustados a derecho y sin defensa alguna para las víctimas.

Primero fue la rebelión, después la guerra y la creación de campos de concentración franquistas para encerrar a los vencidos. Allí los clasificaban y a los desafectos al régimen les mandaban a prisión o eran fusilados. Es obligado recordar a las víctimas del franquismo; a ellas no se les preguntó qué tipo de transición debía hacerse cuando Franco murió. Guardaron un discreto silencio durante muchos años. Tampoco se les preguntó a quienes partieron para el exilio, pero ahora quieren recuperar su voz y su palabra, y éstas piden que se reconozcan las violaciones de Derechos Humanos cometidas. Han pasado más de 30 años y, aunque muy tarde, es hora de reparaciones, de no ignorar que el franquismo llevó a muchas familiar injusticia, ignominia y muerte.

Naturalmente el Partido Popular no puede aceptarlo, como tampoco han querido condenar el régimen de Franco; dicen que éste hizo muchas cosas. Faltaría que un gobierno no hubiese hecho nada para tener contentos a todos aquellos que le apoyaron y para los que se amoldaron a él. Era cuestión de supervivencia; la vida debía seguir con las cartillas de racionamiento, con el estraperlo para aquellos que pudieran pagar los productos que no existían en las tiendas. Fueron los presos subalimentados los que hicieron las grandes obras públicas de esa España escindida entre vencedores y vencidos.

La Constitución de 1978 no es una barrera para que las víctimas recobren la dignidad que el régimen les robó; ésta no anula la violación de Derechos Humanos cometidos durante el Franquismo. Reconocer las injusticias cometidas conlleva la anulación de los juicios sumarísimos.

Teresa Galeote. Alcalá de Henares, Madrid.
Redactora, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 7 Enero 2007.