El Grupo de Estudios sobre Iraq (*1) el pasado 6 de Diciembre aconsejó al presidente Bush un cambio en la política norteamericana en Oriente Medio: el binomio ‘Repliegue+Dialogo’ fue presentado bajo unas premisas correctas pero un tanto optimistas.
Lo que plantea la comisión bipartidista, presidida por el republicano James Baker y el demócrata Lee Hamilton, es que la situación en Iraq es mala, y empeorara si no se logra implicar activamente a las naciones árabes y a los propios iraquíes en la asunción de su cuota de responsabilidad; éste principio de implicación política –que según la comisión- debe propiciarlo el propio presidente Bush, facilitaría el repliegue de las tropas norteamericanas en Iraq, por hacer creíble para los estados árabes y los propios iraquíes un cambio en la política internacional de los EEUU en la región. Por lo tanto el Repliegue y el Dialogo son mostrados como las dos caras de una misma moneda, de acuerdo con los intereses norteamericanos pero en principio bien intencionada, para tratar de resolver el callejón sin salida en el que se ha convertido Iraq.
Del estado de guerra permanente
El inconveniente, por llamarlo de algún modo, es la descripción franca y demoledora que se hace en el Informe de la comisión Baker-Hamilton (*2). Las luchas armadas entre las diferentes comunidades, los atentados terroristas de diversa procedencia, y los altos índices de criminalidad convencional, dejan sin demasiado margen de maniobra a un gobierno temporal, ya de por sí debilitado, corrupto, y pusilámine. El papel de las fuerzas norteamericanas tampoco queda bien parado. Parapetado en la zona verde de Bagdad y en las instalaciones petroleras, tiene entre sus labores la formación del ejército iraquí y la participación en combates esporádicos. La lentitud que está conllevando la formación del ejército iraquí convencional, y la no asunción de las labores de seguridad pública por parte del ejército norteamericano, ha permitido que multitud de crímenes queden impunes.
Y es aquí cuando debemos añadir que este vació de poder en el ejercicio público de la fuerza y la violencia, es el que ha motivado que los iraquíes de forma individual y colectiva -entre las diferentes comunidades, sectas, clanes, familias, etc.- se tomen la justicia por su mano. Difuminándose demasiado la línea que separa la justicia de la venganza, y el castigo selectivo del desmedido, incluyéndose las más de las veces daños colaterales.
Ésta misma desmesura que forma parte de un estado de guerra permanente, en unos territorios dónde no hay ley ni nadie que disponga de la fuerza y del arbitraje, se produce también dentro de las filas del ejército ocupante, es decir el norteamericano. El que, pudiendo ejercer un uso moderado de la fuerza para el arbitraje, en multitud de ocasiones la ha ejercido de forma desmesurada matando a centenares y miles de civiles, por error, constituyendo una serie de daños colaterales previsibles e indeseables, o premeditadamente, constituyendo esto ultimo un asesinato, que en lenguaje militar está clasificado como crímenes de guerra. Y este uso de la fuerza armada, que habiendo matado en muchas ocasiones a niños, mujeres, y parientes de los que se ha considerado el enemigo, y habiendo también hecho uso de la tortura en los interrogatorios, siendo injustificado y por lo tanto ilegal, no ha hecho otra cosa que entorpecer las leves labores del gobierno temporal iraquí en sus intentos de normalizar la situación, enfurecer más a la población en contra del ocupante, y enemistar entre sí a las diferentes comunidades.
Por éstas razones la comisión Baker-Hamilton pone énfasis en la necesaria aceleración del proceso de formación del ejército iraquí, la asunción del gobierno temporal de las funciones de seguridad, y finalmente el repliegue de las fuerzas norteamericanas.
De las fronteras imaginarias
En nada tampoco ha ayudado a normalizar la situación la poca pericia, desidia o connivencia con el crimen que han tenido hasta el momento los diferentes ejércitos de las naciones, incluidos aquí también los ejércitos ocupantes, que tienen como misión la vigilancia de las fronteras iraquíes. Si hasta cierto punto es comprensible que las largas fronteras que tiene Iraq con los diferentes países de su entorno no se hayan podido o querido impermeabilizar, para permitir la huida de los iraquíes de su país (sirva como ejemplo de esto que digo el éxodo de más de un millón doscientos mil iraquíes hacia Siria y Jordania, que para más señas son principalmente de adscripción sunita y laica, altamente preparada), es más difícil de explicar porque no se ha intensificado la vigilancia en la dirección inversa, es decir hacia el interior del país.
Pues ésta falta de vigilancia en las fronteras ha permitido un continuo flujo de armas, combatientes sectarios, y delincuentes hacia el interior del país. Éstas armas procedentes de los países que son vecinos de Iraq, pero probablemente también de naciones más lejanas, han quedado en manos de los diferentes grupos que constituyen la llamada insurgencia, que se oponen legítimamente a la ocupación por la vía de las armas, pero también de todos aquellos grupos de terroristas –el término no puede ser más apropiado- que por sus sangrientos atentados en contra de los civiles, no han hecho otra cosa que fomentar el odio entre las diferentes comunidades. Este grave problema para los ocupantes pero también para todos los iraquíes, que constituye la no vigilancia de las fronteras, debe solventarse cuanto antes si realmente se quiere mantener la integridad territorial, y se aspira alcanzar un mínimo de estabilidad.
Pues aparte de lo dicho, debe saberse que la falta de orden que forzosamente arroja la llegada de bandidos y otro tipo de delincuentes indeseables, en ausencia de un poder armado que haga la ley y arbitre entre las partes, evitando la impunidad en el crimen, es la principal causa que ha obligado a los iraquíes a agruparse bajo sus creencias y sus armas. Conformándose así diferentes milicias armadas y constituyendo verdaderos ejércitos, que como se ha dicho pueden enfrentarse entre sí generando la consabida contienda civil.
Siendo esto lo principal con respecto a las fronteras, se me hace muy difícil no mencionar nuevamente el lamentable espectáculo que están dando el ejército norteamericano y gobierno provisional iraquí, al permitir la entrada en el país de empresas de seguridad que traen consigo hombres armados para proteger los intereses de embajadas y empresas privadas. Estos individuos que parecen actuar al margen de toda ley, y hasta de los servicios secretos aliados, difícilmente tienen cabida en un país en dónde lo que se busca es un mínimo de orden y claridad para poder terminar con el crimen y los bandidos.
En conclusión
En Iraq no hay anarquía ni tampoco el estado natural pre-estatal que podría darse en una sociedad primitiva, en dónde cada cual, adscrito o no a una comunidad, conviva en libertad y tolerancia con sus convecinos. El escenario que hay en Iraq es el del estado de guerra permanente, el que provocan los bandidos y los intolerantes imponiendo su ley a los demás; provocando por esto un estado de guerra en el agredido, él que en legitima defensa al no existir ni ley ni arbitraje, se toma la justicia por su mano, devolviendo el golpe en solitario o agrupándose con otros en las diferentes milicias y grupos de insurgentes. Ésta situación de guerra permanente, la ha causado el ejército norteamericano, al haber derribado el régimen baazista, y no haber instaurado ni un poder colonial (el cual yo no defiendo bajo ningún precepto), ni tampoco haber hecho nada efectivo para que los propios iraquíes instauren un nuevo orden. Países como Irán, Siria, Jordania, Arabia Saudí, y Kuwait entre otros, con los que -tal como dice la comisión Baker-Hamilton- los norteamericanos y los iraquíes deben de entenderse si quieren tratar de normalizar la situación, son la causa, por incapacidad, desidia, o connivencia con los bandidos en función de sus propios intereses nacionales, de que sus respetivas fronteras con Iraq sean un coladero.
Los esfuerzos para tratar de normalizar la situación en Iraq se muestran titánicos. Unos esfuerzos que George W. Bush y su cohorte de neoconservadores –o quizá deberíamos pensar lo contrario- no parecen haber aceptado. No siendo mucho mejor la predisposición de los clérigos en Irán, yendo las cosas siempre mal en Palestina, quedando demasiado cercana en el tiempo la ultima guerra en el Líbano, no registrándose la realidad en Israel, y mostrándose una Unión Europea como el peor ejemplo para su nombre, quizá lo mejor sea que los iraquíes empiecen a trabajar como si estuvieran abandonados. Una victoria de la resistencia que expulse a los norteamericanos de Iraq, por lo que he dicho en éste artículo, y aunque mantenga que por principio los norteamericanos deben marcharse, no parece probable. Antes deberían de empezar a poner orden, y en mi opinión esto hoy solo puede hacerse a partir de amplios acuerdos entre todos, quedando por lo tanto el gobierno temporal iraquí y su Asamblea, con todas sus limitaciones y valorando sus aspectos positivos y negativos, como un buen punto de partida nada despreciable.
(*1) Web Rel. Iraq Study Group (Grupo de Estudios sobre Iraq
(*2) Informe de la comisión Baker-Hamilton – Informe .pdf
Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 18 Diciembre 2006.