RD. Congo: El final de la transición… ¿comenzará la construcción? – por Enrique Gónzalez

El discurso de Joseph Kabila durante la toma de posesión como presidente de la República Democrática del Congo (RD. Congo) el pasado 7 de diciembre estuvo cargado de frases halagüeñas para el futuro de este país. “Este momento marca el comienzo de una nueva era que debe traer el bienestar y el desarrollo al pueblo del Congo” era una de sus alocuciones en la Corte Suprema, donde tuvo lugar la investidura. “Veo el Congo de mañana como el vehículo de orden de toda África”, afirmó poco después.

Las sentencias desprendían dos objetivos (bastante ambiciosos dada la situación del país): por un lado hacer de RD. Congo un Estado viable, y por el otro convertirlo en un abanderado de la Paz y el orden en la región. Sin duda, los propósitos marcados son complicados de mantener en una nación en la que lo estable durante sus 46 años de independencia ha sido la violencia, la corrupción, el hambre y la enfermedad. No obstante, la nueva coyuntura que se ha creado con un gobierno elegido legítimamente a través de las urnas merece cuanto menos el beneficio de la duda de que la situación política, económica y social en este vaya a cambiar.

Una de las preguntas que surgen es si Kabila será el presidente capaz de sacar del abismo a los congoleños. Antes de la muerte de su padre, Laurent Kabila, el actual presidente de RD. Congo era prácticamente un desconocido para la población. Su carácter tímido y reservado, junto a los constantes viajes dedicados a su formación cultural y militar, merecían el desconocimiento de la población. Con su progenitor ya como presidente, Kabila fue nombrado jefe del estado mayor del Ejército de Tierra, con sólo 25 años, tras volver de un viaje a China en el que recibió instrucción militar. Durante la segunda guerra acontecida en el país tras la independencia de Bélgica, entre 1998 y 2003, Kabila participó activamente, dentro de las nuevas Fuerzas Armadas Congoleñas, formadas por su padre. En definitiva, el presidente de este país africano acumulaba una amplia experiencia marcial, pero ninguna política.

Sin embargo, en los seis años de su mandato como presidente del gobierno de transición parece haber aprendido parte del discurso populista de algunos políticos africanos. Cuando fue nombrado presidente de su país en 2001, tras el magnicidio cometido contra su padre, Kabila no había pronunciado ningún discurso en público, e incluso como jefe de estado accidental ha sido complicado verle realizar alguna perorata. Ahora, como primer presidente elegido democráticamente de su país, ha sido capaz de expresar sus deseos de un RD. Congo próspero ante la mirada de algunos presidentes africanos, entre ellos el Surafricano Tabo Mbeki, político muy influyente y uno de los precursores de la paz en la guerra de liberación congoleña. Pero en el transcurso de estos seis últimos años la situación social y económica del país ha cambiado bien poco.

Si Kabila es o no el líder que necesita RD. Congo lo dirá el tiempo y, previsiblemente, la propia población. No obstante, parece necesario otorgarle cierto crédito en el mandato que comienza, en el que su proyecto no estará sujeto a las exigencias de los anteriores vicepresidentes de la transición, ahora en la oposición.

Uno de ellos es su contrincante de la segunda vuelta de los pasados comicios presidenciales, Jean Pierre Bemba. Tras conocer el resultado que daba por ganador del plebiscito a Kabila, la primera reacción del dirigente del Movimiento de Liberación del Congo, un grupo guerrillero durante la guerra convertido ahora en partido político, era pretender impugnar el resultado. Poco tiempo después rectificaba sus intenciones, pero no su perspectiva de que las elecciones han sido amañadas. En ese intervalo, los enfrentamientos entre seguidores de ambos candidatos se sucedían en las calles de la capital, Kinshasa, y de otras localidades.

Bemba, como principal líder de la oposición, comparte ahora la responsabilidad con Kabila en la construcción del país. Si ambos líderes son capaces de trabajar por un mismo objetivo -el propuesto por Kabila en su discurso de investidura- es probable que haya avances, sobre todo sociales ya que los congoleños están divididos entre un líder y el otro. Pero si persisten en las ambiciones del pasado, no queda más remedio que ser pesimistas en cuanto al futuro de RD. Congo. Hasta el momento, parece que uno de los primeros pasos positivos que han dado ha sido la firma de un “Acta de Compromiso” mediante la cual ambas partes reconocen el carácter apolítico de la Policía Nacional.

Por el momento, parece que la paz en el país es estable, a pesar de los enfrentamientos acontecidos. Hay una nueva Constitución, aprobada en febrero de 2006, que cuenta con el apoyo de la población y una primera experiencia de elección democrática, aunque no haya sido del todo satisfactoria. Sin embargo, Kabila, Bemba y el resto de ex guerrilleros deben exhortar a sus acólitos a dejar las armas y sumarse al proceso de construcción del país.

La transición de RD. Congo ya ha finalizado y Kabila es el principal responsable del transcurso del país a partir de ahora. Quizás su mandato deba comenzar por asistir a la población desprotegida y acabar con la corrupción, con la que ha convivido todos estos años. Es posible que uno de sus primeros acometidos sea perseguir a los contratistas que han firmado acuerdos ilegales en el sector minero con empresas extranjeras. Puede que estabilizar la economía deba ser el principal eje de su política durante los seis años de gobierno que tiene por delante. Seguramente necesite desarmar los reductos que quedan de las facciones armadas que se enfrentaron en la guerra. A lo mejor Kabila ha de buscar nuevos aliados internacionales… Etcétera.

Enrique Gónzalez. Madrid.
Colaborador, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 13 Diciembre 2006.

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