La madrugada del domingo, día 19 de Noviembre, una muralla humana de palestinos impidió que la aviación israelí atacará la casa de uno de los líderes de la resistencia. En esta ocasión, la máxima de “todos a una”, como en Fuenteovejuna, ha dado resultado. El gobierno hebreo informó que sabe distinguir entre terroristas y población civil, aunque este argumento no le ha impedido en otras muchas ocasiones realizar ataques indiscriminados contra la población.
La condena internacional al gobierno israelí se produjo por los ataques perpetrados en Beit Hanun, ciudad de 20.000 habitantes, ofensiva que mató a 19 personas, la mayoría mujeres y niños. Paradojas de la vida; a ésta operación tan sangrienta le pusieron el poético nombre de “Nubes de Otoño”. La condena de la ONU con 156 votos a favor, 7 en contra, entre ellos el de EE.UU e Israel, y 7 abstenciones, ha sido otro revés para el gobierno hebreo. Escudos humanos y condena internacional, dos factores de disuasión para impedir otra masacre contra el pueblo palestino. Puede que desde ahora, los palestinos opten por este sistema para decir al mundo que aún teniendo grandes carencias materiales para vivir, les queda la dignidad, algo inmaterial que están dispuestos defender a toda costa.
En los tiempos que corren es fácil olvidar la tragedia de los pueblos y Palestina sigue con la suya cuestas. No hay que olvidar otro factor cruel impuesto por el gobierno hebreo a la población palestina: el impedimento de las familias a reagruparse cuando por motivos de trabajo, estudios, etc. alguno de sus miembros debe salir de la zona palestina ocupada. Además de los cerca de tres millones de refugiados palestinos en países del entorno, a los cuales el gobierno israelí les niega el retorno, se suman los impedimentos que encuentran las familias actuales para poder reagruparse; se calcula que la situación creada por las normas de los diferentes gobierno hebreos afectan aproximadamente a 72.000 personas. Dichas disposiciones impiden llevar una vida familiar a dichas personas que, aún sabiendo de las brutales dificultades que existen en su tierra, quieren permanecer junto a su familiares.
Cuando se creo el Estado de Israel, a los palestinos se les arrebató gran parte de sus tierras; sólo les dejaron dos franjas de terreno, Gaza y Cisjordania y aún así, el gobierno israelí sigue dictando las normas y condenando al pueblo palestino a una cruel agonía. Los continuos ataques y matanzas a palestinos, la negación al retorno de los refugiados y el impedimento actual a la reagrupación familiar, es una violación constante de los más elementales Derecho Humanos. Todo parece estar orientado a crear la gran diáspora palestina. La precariedad impuesta por la drástica disminución de la ayuda económica internacional, aumenta la situación de precariedad en la que viven; convendremos que la desesperación del pueblo palestino está más que justificada. La palabras pueden ocultarse o ser engañosas, pero los hechos hablan por si solos; son ellos los que nos dicen que el único objetivo de los sucesivos gobiernos de Israel es que la población palestina desaparezca de sus tierras. ¿Acaso no es ese el sueño bíblico de los judíos?
Palestina es un pueblo sitiado. Las zonas de paso están controladas por el ejército hebreo, el vergonzoso muro que Israel sigue construyendo, a pesar de la condena del Tribunal Internacional sigue su curso. En la mayoría de los casos, la muralla separa zonas de viviendas de escuelas, de hospitales, de centros de trabajo, de familiares; ¿cabe mayor crueldad para un pueblo agotado y desabastecido?
Me viene a la cabeza un hecho histórico ocurrido en nuestra península hace siglos: la ciudad de Numancia. Hecho histórico que sirvió a Cervantes para escribir un texto dramático. El Imperio Romano sitió durante meses Numancia y aún así el pueblo supo resistir el asedio. Finalmente fue el general romano, Escipión, el que acabó con ellos con una estrategia sangrienta y destruyendo los pueblos cercanos para impedir que éstos ayudasen al pueblo numantino. Los habitantes prefirieron inmolarse antes que claudicar ante el invasor.
La muralla de hombres y mujeres frente al ataque del ejercito israelí, es un grito desgarrado al mundo, es un llamamiento a las conciencias; quieren vivir todos juntos o morir defendiendo su dignidad y su la legitimidad; un Estado palestino, aunque sea desgajado por la arbitrariedad de los políticos de turno. Son otros tiempos y otras formas se imponen, pero las invasiones y la barbarie no han cambiado. Ha pasado el tiempo, pero las lágrimas y el dolor de los pueblos persisten ante la mirada, casi siempre impasible, de otros pueblos.
Todavía no hace un año que el gobierno hebreo dirigido por Sharon levantó los asentamientos de Gaza de forma unilateral, pero allí quedaron las sinagogas como testigos mudos de las tragedias humanas. Aquella retirada sólo fue estratégica esperando el momento de volver, aunque eso no será fácil. La Autoridad Palestina ha anunciado la tercera intifada si la comunidad internacional no se implica más con el pueblo palestino. Están dispuestos a defender sus tierras y su dignidad como tantos otros lo hicieron.
Teresa Galeote. Alcalá de Henares, Madrid.
Redactora, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 1 Diciembre 2006.