¿Qué ha sucedido para que en tan solo un año el gobierno de España haya pasado de regularizar a cientos de miles de emigrantes a endurecer su política migratoria aumentando el número de repatriaciones? Es posible que una de las respuestas a esta pregunta sea la llegada constante de cayucos a las costas de Canarias durante este verano, que han desbordado a esta comunidad autónoma y al propio ejecutivo de José Luís Rodríguez Zapatero.
Si antes parecía necesario regularizar a miles de extranjeros que participaban en la economía sumergida del país -propiciada en muchos casos por las actividades abyectas de algunos empresarios- ahora la situación se ha tornado en un problema. Hasta tal punto que en las últimas encuestas aparecidas en los medios de comunicación escritos, la principal preocupación de los españoles es la inmigración.
Si antes se defendía la necesidad de mano de obra procedente del extranjero, ahora no hay posibilidad de ofrecer más empleos. Algunos empresarios insisten en que aún son necesarios más trabajadores procedentes del exterior, sobre todo en los sectores de la industria, la construcción y la agricultura. Otros piensan por el contrario que ya no hay “sitio” para todos y que es momento de frenar la llegada de emigrantes.
La regularización el año pasado de unas 600.000 personas era justificada la semana pasada por la vicepresidenta del gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, como la necesidad de dar respuesta a una situación concreta, que en este caso era la coyuntura ilegal de estos trabajadores. Señalaba, además, que para solucionar el problema de la emigración irregular eran indispensables las “respuestas imaginativas”. Bien, parece que desde entonces el gobierno se ha quedado sin imaginación, por lo que ahora opta por una vía más dura a la hora de tratar este tema.
No obstante, plantear el problema de la inmigración a España -más en el caso de los africanos- exclusivamente como una necesidad laboral puede ser en cierta medida equivocado. No hay duda de que para las personas que llegan a España es necesario emplearse, pero a eso hay que añadir en muchos casos la necesidad de salir de las situaciones extremas que viven en sus países.
Precisamente por ello es muy complicado frenar los movimientos migratorios procedentes de África. Ni la valla de Ceuta, ni los controles del litoral de Mauritania, donde la policía española vigila junto a las fuerzas de seguridad de este país desde el pasado mes de marzo, han conseguido detener estas salidas masivas desde las costas africanas.
Si bien es cierto que, empero, con estas medidas se ha conseguido paliar el flujo de emigrantes desde los destinos controlados por la policía; no menos cierto es que el tránsito no ha hecho más que cambiar de itinerario. Por tanto, los controles fronterizos, aunque son útiles para obstaculizar la entrada de emigrantes, no consiguen de ninguna forma paralizarla por completo.
Pensar que la emigración tiene como posible solución la firma de contratos desde los propios países de origen, es otra de las ideas que se plantean, pero parece alejarse de una perspectiva realista de la concepción de un mundo que está globalizado. Eso ayudaría a entrar de forma legal a muchas personas en España pero no existe la seguridad de que otros muchos renunciasen a emigrar, aún exponiéndose a un viaje que les puede costar la vida.
En el caso de España, parece que el papel que pueda jugar la Unión Europea en esta materia es esencial. La derecha y la izquierda política de nuestro país coinciden en que es necesario que el grupo de los 25 países participen en la búsqueda de una solución para la llegada de emigrantes procedentes, principalmente, de África.
Por el momento pocos países se han comprometido de manera seria con esto y otros como Francia directamente están siendo insolidarios. Alemania es uno de los países que sí ve la necesidad de ayudar a España en esta materia, aunque lo haga de manera bastante tímida. Tal vez lo haga pensando en la posible entrada de Turquía a la Unión, ya que Berlín es reacio a la adhesión de este país, entre otras cosas por el temor a que muchos turcos decidan cambiar su residencia al país germano.
Un pacto de estado entre los dos partidos políticos españoles más votados es otra de las iniciativas que han sonado esta pasada semana para sosegar la llegada de emigrantes. Sin embargo, las posiciones de unos y de otros harían seguramente ineficiente un acuerdo de este tipo. Precisamente, porque hasta el momento las medidas planteadas son totalmente opuestas.
De todo lo debatido hasta el momento, sin embargo, ha surgido un aspecto positivo. Parece que tanto el gobierno como el principal partido de la oposición empiezan a comprender la necesidad de reforzar la cooperación para el desarrollo con los países de origen de los emigrantes. Esto es especialmente significativo en el caso del Partido Popular, cuyo gobierno prefirió reducir las aportaciones económicas a los países pobres, impulsando por otro lado el libre comercio.
España, junto al resto de países europeos, debe reforzar el diálogo con los países de origen de quienes emigran hasta nuestras costas. Porque la ayuda con ellos parece un elemento imprescindible para evitar las migraciones de los países pobres a los ricos. No obstante, habrá que esperar para ver en qué se traduce esa ayuda.
Sin duda el problema se las trae, pues ninguna fórmula parece eficiente para solucionar un problema endémico para los países del Norte; precisamente por eso, porque son el Norte, quienes tienen todo aquello que otros ansían. Habrá que echarle imaginación.
Enrique Gónzalez. Madrid.
Colaborador, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 23 Septiembre 2006.