Poeta, Filósofo y Trovador de la nueva Europa – por Miguel Veyrat

Jacques Darras ha fundado una forma de vida poética bautizada en uno de sus versos deslumbrantes como poème parlé marché, que hubiese hecho las delicias de Antonio Machado. Poema hablado que hace camino al andar, que canta poesía hablando. Filólogo enamorado de los ríos, toma de la metáfora de las aguas subterráneas —de donde nacen hontanares que son luego alfaguaras, devienen ríos, cataratas y cauces torrenciales o plácidos y serenos—, la esencia de su poesía. Como las lenguas, cree Darras que los ríos no conocen fronteras y penetran y enriquecen con sus limos los países que cruzan, al igual que los trovadores crearon las lenguas europeas en su ir y venir llevando noticias, poemas y canciones en la bellísima lengua latina, inalterable hasta entonces.

Este poeta francés ha nacido en 1939 en la martirizada tierra picarda, hollada en el pasado por botas militares españolas y que fue nación con rica lengua propia que llegó a tener Colegio en Sorbona. Sus intereses cordiales y culturales se reparten entre la Inglaterra cuyos blancos acantilados divisa y sueña desde niño —amor que le hace estudiar y profesar la lengua inglesa de cuya literatura americana es catedrático—, y la Bélgica escindida en sus culturas (Le pays au bout de mon Jardin), Flandes y la Alemania de la Reforma, que junto con la Francia jacobina y revolucionaria en cuya lengua se expresa, construyen ahora, junto con las Españas, la Europa moderna heredera laica del antiguo Imperio romano de Occidente.

Esos amores y esas ideas le hacen pegar su sombra a los paisajes —de nuevo como Machado, con quien busca también los datos más ocultos del “amor cortés” y la filosofía— que aprende a amar y a beberse a grandes tragos en sus tormentas, en sus ideas, en sus fuentes, en sus versos, en sus montes, en sus arroyos y en sus viñas. Desde ellos, al caminar practica alternativamente una rica lengua interna, propia de quien fue lactante directo de la tierra madre, que se convierte en diálogo en alta voz con sus lectores y sus compañeros de viaje —amigos, hijos, vagabundos o desconocidos que surgen en el camino— que son también los filósofos, pintores y poetas actuales o pasados que sembraron su mente desde la adolescencia, preñando más tarde su poesía.

Ritmos mentales que se hacen hondos o ligeros, según el cansancio del caminante o la alegría que el vino despierta en su espíritu, pero que nunca afectan al lirismo que impregna esos versos largos, a veces interminables y llenos de meandros con los brazos siempre abiertos a los posibles afluentes que aporten nuevas noticias o sabores, colores u olores de otros predios y otros llanos. Versos que nacen a bocanadas de aire puro desde el padre François Villon al laicismo republicano, las germanías campesinas y tradiciones populares, para dar en el mejor simbolismo francés o en el romanticismo alemán, desaguando a menudo en un automatismo verbal heredero de aquella tradición surrealista que quería cambiar no el mundo sino la vida.

La tarea de eliminar fronteras de cualquier tipo que la práctica nacida de su filosofía vital ha impuesto a Jacques Darras, le ha convertido en peligroso enemigo literario de los nacionalismos que enloquecen a los hombres y perturban las naciones hasta el punto de sembrar de estratos milenarios de cadáveres las tierras que él atraviesa hoy día en sus viajes. De esa irreductible actitud intelectual encontrará el lector numerosos ejemplos en los poemas que siguen, en su mayor parte inéditos, como ha deseado él que así fuera para entregar sus primicias a los lectores de esa España que permanece todavía ausente en su poesía, pero cada vez más cercana desde sus recientes visitas a nuestra América —México ha sido el primer país en publicar una Antología suya en castellano *.

Desde las mesas mexicanas, Jacques Darras sueña ya con el ascenso y descenso del horizonte fluvial del idioma español hasta llegar al regazo de la meseta castellana. Avanza comenzando a enamorarse de los ríos que cruzan nuestras sierras, trochas, campos y quebradas aguardando el día, en que el mismo poeta que ha sacudido a la poesía francesa de su letargo ensimismado, camine al fin hacia las aguas lustrales de la cultura española. Mientras tanto, ya están cruzando el cielo de los Pirineos los largos cirros de sus poemas desde aquella primera persona poética que inauguró Wordsworth, y que él ha asumido en parte de su obra.

Demos por seguro que los acontecimientos europeos que hicieron replegarse al temeroso poeta inglés al final de sus días en la jaula dorada del soneto, estimularán ahora en sus actuales ritmos unitarios a Jacques Darras —tras los inicios en su Preludio personal—, huyendo para siempre de los encierros verbales en los templos métricos para seguir regando con sus irónicos cantos libres, densos y barrocos, graves o risueños, las nuevas fronteras. Sueña el poeta con que se evaporen algún día esos muros, a menudo falsificados por la Historia, como la bruma se alza cuando amanece en los estuarios y vuela, para unir en el aire al Mosa con el Duero, al Rin o el Danubio con el Tajo, el Ródano con el Ebro, Escalda con Guadalquivir, Turia con La Maye o el Tíber. El poema que habla caminando, sólo podrá cantarse en verso transparente, tan claro y blanco como las aguas del lenguaje ético que deja fluir el poeta desde las riberas que recorre identificando su sentido.

Los torturados cirros del rimbaldiano se transforman ya, en los poemas de esta Antología en cúmulo–nimbos espesos, cultos, vivos y populares que proclaman el expresado por Nerval y abrazar así al machadiano, como sujeto generoso que no precisa escindirse para ir al otro y ser nosotros con él, pues le basta con obedecer a la Palabra poética en cuyo ritmo y sentido edifica la Naturaleza al hombre histórico. Darras ha aprendido ya de memoria, en su viaje por las aguas claras de la lengua española, aquel cantar que dedicara don Antonio a don José Ortega y Gasset:

Con el tú de mi canción
no te aludo, compañero;
ese tú soy yo
.

* Je me fais l’Horizon Fleuve, “Me hago el Horizonte Fluvial”. Ediciones El Tucán de Virginia, México D. F., 2001. (Traducción y notas de Françoise Morcillo).

Miguel Veyrat. Madrid.
Colaboración. El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 3 Abril 2006.