Frecuentemente, por no decir todos los días, recibimos noticias que, debido al modo fragmentario en que nos son presentadas, puede que no relacionemos. Por un lado está la guerra a varias bandas que tiene lugar en Iraq. Por otro el deseo de Irán de dotarse de energía nuclear, unos dicen que para fines pacíficos, y otros bélicos o meramente disuasorios. Si avanzamos un poco más al Este, la compleja situación de Afganistán sigue sin resolverse. Y un poco más al Este aún, George Bush visitó recientemente India y Pakistán, con resultados interesantes en cada uno de los dos países. Todo esto si dejamos de lado el larguísimo conflicto israelo-palestino, la compleja situación de las repúblicas ex – soviéticas de Asia Central y la emergencia de China como una potencia económica y militar de primer orden. En todos estos acontecimientos podemos encontrar factores que los interrelacionen, o actores que intervienen en varios, o incluso en todos. Si los vamos repasando mentalmente, Estados Unidos interviene de una u otra manera en todos ellos, China al menos en unos cuantos, sea por su vecindad territorial o a través de su asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la O.N.U., y Rusia ha comenzado a desempeñar un papel bastante activo en esta zona del mundo: Negociación con Hamas, mediación en el asunto de la energía nuclear de Irán –además de ser su principal suministrador tecnológico-, maniobras militares conjuntas con China. Todo ello parece tender a volver a afirmar su carácter de potencia mundial, o al menos continental. No hay que olvidar que tiene límites con Estados Unidos, China y la Unión Europea.
Si aceptamos el hecho de que cada vez nos acercamos más a una situación de déficit energético –en parte ocasionado por el aumento espectacular del consumo en China- comprenderemos las razones que llevaron a Estados Unidos, quizá un poco precipitadamente, a invadir Iraq. El control de los yacimientos de petróleo es todavía un factor muy importante, a pesar de que llevamos ya bastantes años escuchando advertencias sobre su pronto agotamiento. A pesar de la relación privilegiada que mantiene con Israel casi desde su fundación, su posición diplomática, más que nada su alianza con Arabia Saudí, en el Golfo Pérsico no había hecho sino debilitarse desde la primera Guerra de Iraq, en 1991. A pesar del coste económico y humano que representa mantener allí un ejército en pie de guerra, es un bocado apetitoso mover un peón junto a la frontera de Irán. Estados Unidos perdió su agente en la zona tras la revolución islámica de 1979. Para entender lo que sucede en este último país no deberíamos centrarnos tanto en su carácter de “Régimen de los Ayatollahs” o campeón de la rama chií del Islam, sino en su papel histórico a través de los siglos. No hace falta remontarse hasta el Imperio Aqueménida de Ciro para detectar su voluntad de hegemonía en la zona, o al menos, el sentimiento de una fuerte identidad nacional persa-iraní, que muchas veces desde Occidente tendemos a soslayar sumergiéndolo en las grandes mareas de lo islámico, o incluso de lo árabe. En este último caso, algo totalmente errado. Durante la larga guerra irano-iraquí que ocupó casi toda la década de 1980, una parte de la propaganda bélica iraní hacía referencia a los viejos enfrentamientos entre persas y árabes. El descubrimiento de importantes yacimientos de petróleo desde principios del s. XX fue visto por muchos iraníes ilustrados y/o nacionalistas como una magnífica oportunidad de volver a levantar el país que, tras un pasado glorioso, llevaba varios siglos postrado en la decadencia. Conflictos y decepciones los hubo al ser compañías británicas y norteamericanas quienes explotaban el oro negro. Tras la II Guerra Mundial, con el patrocinio de Estados Unidos, el régimen de los Pahlevi se instaló en una especie de papel de gendarme regional. Tras la revolución islámica de 1979 el régimen, y muchas más cosas, cambiaron; sin embargo, tras muchas convulsiones, incluida la cruenta guerra antes mencionada, el deseo iraní, por encima de las ideologías que gobiernen el país, de desempeñar un papel importante en la zona – y de mejorar la situación económica de su población- resurge. Es por ello, que Estados Unidos lo más probable es que lo piense dos veces antes de llegar a un enfrentamiento bélico directo. E Irán también a la hora de tensar demasiado la cuerda. Una posible solución que satisfaría a las dos partes sería un desinflamiento de la tensión al lograr algún tipo de mediación iraní con los chiíes de Iraq, al tiempo que el uranio sería enriquecido en Rusia, quien también afianzaría su posición en la zona.
Como nada es descartable, y ya vimos en la invasión de Iraq hace tres años que la precipitación y la huida hacia delante a veces sustituyen a la tradicional prudencia de la diplomacia, Estados Unidos puede estar en este momento recabando apoyos para un eventual conflicto con Irán. Su presidente visitó recientemente India, donde firmó importantes tratados de alianza y de suministro de armamento y, lo que es más importante, con unas mínimas contrapartidas se olvidaron las recriminaciones norteamericanas a India por poseer armas nucleares y no haber firmado el Tratado de No Proliferación. Todavía no sabemos las consecuencias que esto puede tener, pero el paso es importante. Desde su independencia, India, por medio de aquel bloque de países no alineados se había mantenido celosamente alejada de Estados Unidos. Es más, su acercamiento con la Unión Soviética, de quien dependía en varios aspectos tecnológicos y militares era notable. Al mismo tiempo, su enemistad con China, incluso mediante algún conflicto armado de baja intensidad, hizo que este país socialista se convirtiera en aliado de Pakistán (en cierto modo, una especie de “portaaviones” norteamericano en la zona) en las varias guerras que sostuvo contra los indios. Ya en aquella época todo este juego de alianzas y contraalianzas era una suerte de rompecabezas. Ahora no lo es menos. Si los Estados Unidos se arriesgan a que su posición en Pakistán (la población de algunas zonas es abiertamente favorable a los grupos talibanes que aún perduran, incluso a Al-Qaeda) se debilite un poco más, será porque hay algo más importante en juego. Podría ser, apuntando a más largo plazo que a la sugerencia de una posible guerra con Irán, que se estén definiendo las alianzas de cara a que el carácter de superpotencia que está adquiriendo China haga inevitable en el futuro un conflicto –en principio económico y comercial, aunque luego podría pasar “a mayores”- con los Estados Unidos.
El mantener a Pakistán bajo control nunca ha dejado de interesar a los Estados Unidos. Además de los anteriores condicionantes de la guerra fría y la invasión soviética de Afganistán, ahora mismo está el asunto del gas natural, puede que la energía del futuro visto el elevadísimo precio que está adquiriendo el petróleo. En varias zonas de Asia Central hay ingentes reservas de gas. Las que caen dentro de varias repúblicas ex – soviéticas hasta ahora dependen de la red de gasoductos rusos para su exportación. Rusia ha mantenido una cierta hegemonía en la zona, incluso con presencia militar en algún país como Tayikistán. Con países más fuertes, como Kazajstán, que aspira a un cierto status de potencia regional, mantiene una relación de confianza centrada en el interés mutuo. Hay que destacar que la importante minoría rusa en este país ha visto progresivamente cercenados sus derechos sin que el gobierno de Moscú haya protestado ostensiblemente; cosa que no sucede ante casos similares en las repúblicas bálticas, por poner un ejemplo. No obstante, alguno de estos países como Turkmenistán en alguna ocasión ha parecido iniciar acercamientos hacia Estados Unidos. Todo ello podría estar motivado por una jugada estratégica que consistiría en sacar el gas de la región por el Sur, es decir, sin depender de Rusia. El centro del tablero de ajedrez de esta zona está ocupado por Afganistán, país siempre sumido en situaciones muy complicadas y casi siempre codiciado por potencias poderosas. Viéndolo de esta forma podemos comprender el interés que en él manifiesta Estados Unidos, más allá de la pomposamente definida Guerra contra el Terrorismo. Analizando los imperativos de otras épocas también comprenderíamos el interés de la URSS; y el del Imperio Británico en el s. XIX. Y además está China, que aún no ha jugado demasiado fuerte su baza, pero que tiene una pequeña frontera común con Afganistán en las elevadas montañas del Pamir. Fronteriza con China –y desgajada de su territorio a comienzos del s. XX- está Mongolia, también con grandes reservas de gas. A pesar de haber estado siempre muy vinculada a Rusia, en los últimos años ha dado pasos para acercarse a Estados Unidos, y a China. Aunque quizá esto último esté motivado por la necesidad que provocan la cercanía y el gran potencial económico chino. Sobre este último punto se ha afirmado que en gran parte el déficit energético mundial está causado por el acceso a un cierto nivel de consumo de muchos millones de chinos. Aquí puede estar el punto débil del gigante, el modo cómo se haga el acceso de tantos millones de población al espectacular salto tecnológico de China. Podrían incluso provocarse convulsiones sociales, de hecho ya se observa un desempleo altísimo entre los recién llegados desde las zonas rurales a las ciudades. Si China logra superar estos inconvenientes, no hay duda de que se convertirá en una superpotencia económica, y claro, militar también. En éste caso, el choque con los Estados Unidos, podría ser sólo cuestión de tiempo. Queda por ver la posición que adoptarían los actores que antes hemos mencionado. Puede ser que Rusia se alinease con China, con quien parece que está encontrando intereses comunes. Y también puede ser que hubiese un grado elevado de entendimiento entre la Unión Europea y Rusia, quienes se necesitan mutuamente. En cualquier caso, las variables, si no infinitas, sí son muchas.
Maximiliano Bernabé Guerrero. Toledo.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 21 Marzo 2006.