Muy señor mío:
La historia, punto por punto, se repite. Un fanático terrorista acaba de poner una bomba dentro de un teatro abarrotado de Madrid, con intención de provocar una matanza, para defender su idea radicalmente equivocada de Jesús que, incluso cuando venían a matarle, prohibió a sus discípulos utilizar la espada, la violencia, el confundir la religión con la política.
¿Cuáles eran, y son, los verdaderos enemigos de Jesús, y de toda persona decente? Él los describió con todo detalle, de modo inconfundible, incluso en nuestros días: 1) Los que se llaman santos, cuando “nadie es bueno sino sólo Dios”. 2) Los “sepulcros blanqueados” que “se visten de blanco”, como si no fueran pecadores, como los demás. 3) “Los que rezan en público largas oraciones”, intentando ganar prestigio con su “religiosidad”. 4) “Los que buscan los primeros puestos” y viven lujosos palacios, no el servir a los demás e imitar en lo posible a Quien “no tiene ni donde reclinar la cabeza” 5) Los que se hacen llamar Príncipes de la Iglesia, e incluso poseen Reinos y Estados, mientras que Jesús proclamó que “mi Reino no es de este mundo”. 6) Los que gritan “¡Paz, paz!”, pero después se apresuran a bendecir a los que promueven guerras preventivas, como Bush y Aznar. 7) Los que se tragan esos y otros camellos, pero filtran un mosquito, un semen en un preservativo, aunque así condenen a la enfermedad y muerte por SIDA a millones de personas. Incluso de otras religiones.
Al criticar a esos nuevos fariseos, al poner al desnudo su hipocresía y erosionar así su poder, Leo Bassi se ha mostrado de hecho muy cercano a los valores defendidos por Jesús, y por eso, como Jesús, ha sido también condenado a muerte por algunos de ellos, que le han intentado ejecutar con ese atentado en el teatro Alfil de Madrid. Por el contrario, los fanáticos que no admiten críticas a su caricatura de religiosidad –ya sean cristianos, o musulmanes, judíos, hinduistas, etcétera- siguen con inhumana irracionalidad las presuntas ordenanzas de ídolos de barro o libros sagrados mal interpretados, a los que ofrecen sin escrúpulos, peor aún, orgullosos, múltiples sacrificios humanos. Son ellos, los que desde dentro y en su nombre perpetran esas hecatombes, los que más desprestigian y deshonran la religión que pretenden defender. La gente racional y decente sabe que todo hombre vale mucho más que sus ideas y que, creyentes o no creyentes, deben estar unidos contra el único peligro real que les amenaza a todos: la intolerancia, la inhumanidad.
Martín Sagrera Capdevila. Madrid.
Cartas de los lectores. El Inconformista Digital.-
Incorporación – Redacción. Barcelona, 2 Marzo 2006.
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