Miguel de Cervantes Saavedra, ese señor que todavía molesta a unos y agrada a otros, escribió: “Deben ser los historiadores puntuales, verdaderos y no nada apasionados, y que ni el interés ni el miedo, el rencor ni la afición, no les haga torcer el camino de la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo porvenir”. (El Quijote, I, 9). A lo que agregó una alusión a “los historiadores graves” que cuentan cosas “dejándose en el tintero, ya por descuido, por malicia o ignorancia lo más sustancial de la obra” (I, 16).
Después de una buena cantidad de libros de historia sobre las Brigadas Internacionales en la guerra de España de 1936-1939 (y que oscilan entre voceros del fascismo español, abiertos y claros como De La Cierva o disimulados como César Vidal, hasta los historiadores objetivos como Andreu Castells, Hugh Thomas y otros), un joven historiador francés, Rémi Skoutelsky, escribe uno más, “Novedad en el frente” (Temas de hoy, Historia, 501 páginas), del que no nos ocuparíamos si no pretendiera ser, con gran abundancia de fuentes, un documento trascendente apoyado en un método crítico.
Por falta de espacio nuestro texto será conciso: Skoutelsky se apoya en innumerables referencias para reforzar su exposición y sus asertos y por eso sería impecable si no careciera de ellas en algunos casos esenciales.
Se ocupa, por ejemplo, de Harry Fisher, brigadista del batallón Lincoln (ser humano excepcional cuya memoria es respetada y ensalzada por cuantos le tratamos y le conocimos, tanto en la guerra de España como en su vida posterior), cuenta de él una anécdota de seis líneas y agrega una nota a pie de página diciendo: “No reproduje aquí la conclusión que extrajo de su aventura: ‘Nunca traté a un camarada de cobarde ni de desertor’, ya que en vista de su historia ulterior, no tengo ninguna razón para creerle”. El lector ignora su “historia ulterior”, pero por lo dicho por Skoutelsky la supone por lo menos indigna. Esta afirmación insidiosa del autor va contra un hombre que ya murió, contra alguien indefenso.
Todavía más grave es su acusación a George Nathan (tratándole con el tono despectivo de un gacetillero y no de un historiador: “hijo de un pequeño comerciante judío de Whitechapel y homosexual reconocido”) de “haber en los años veinte pertenecido a los escuadrones de la muerte reclutados por los servicios de información británicos durante la guerra de Irlanda”. Esta gravísima acusación la repite varias veces en su libro pero no da ni una sola referencia, ni una sola explicación, sobre cuál fue su fuente para asunto tan grave, jamás mencionado por otros historiadores. George Nathan fue entre todos los oficiales brigadistas uno de los más valientes y más admirados por sus hombres. Su valor es proverbial en los hechos concretos de las batallas en las que participó. Obreros curtidos, veteranos de las Brigadas, algunos de ellos comunistas, soltaron las lágrimas cuando cayó mortalmente herido en la línea de fuego, y el mismo Skoutelsky reconoce que “era particularmente admirado por sus hombres, de pie bajo las balas”, etc. en todo lo cual coinciden numerosas fuentes respetables.
¿Cómo es posible que alguien que tanto exalta el método crítico y que usa tantas referencias para todo haga, sin prueba alguna, una acusación tan grave que denigra a un héroe muerto? ¿Qué habrá en la fuente secreta de Skoutelsky? ¿Homofobia? ¿Envidia porque Nathan era un elegante oficial británico sin partido, que hablaba un inglés aristocrático aunque luchara en las Brigadas junto a los obreros, que lo respetaban y querían, como uno de tantos bajo la bandera de la República Española? Otra posibilidad es que el historiador o la fuente inmencionada sean sutilmente antisemitas. Hitler tomó el poder en enero de 1933 y a fines de 1936 el mundo entero sabía ya las vejaciones, las humillaciones, los robos y los asesinatos de que eran víctimas los judíos en Alemania. Pero Skoutelsky subraya (pág.199) que los judíos de las Brigadas “no fueron a España por ser judíos” sino por comunistas, lo que incide en la supuesta mansedumbre hebrea. Sólo que no todos los judíos en las Brigadas eran comunistas como no lo era George Nathan, aunque sí Harry Fisher. Pero sí todos sabían lo que Hitler estaba haciendo contra su pueblo y eran, me consta, muy conscientes de ser judíos luchando contra la Legión Cóndor de Hitler.
No es admisible que quien escribe historia contemporánea haga acusaciones graves o insinuaciones perversas sin explicar su fuente, su referencias y su origen.
Juan Miguel de Mora *. Ciudad de México.
Colaboración. El Inconformista Digital.-
* Profesor de Indología en la UNAM (Universidad Nacional de México), y ex combatiente en la Guerra Civil española con las Brigadas Internacionales.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 9 Febrero 2006.