Se acerca la hora de la verdad para Irán. Actualmente, a los dirigentes iraníes ya no les puede caber ninguna duda acerca de la firmeza de la Comunidad Internacional en su voluntad de detener su programa nuclear militar, pero todavía les puede resultar posible dividirla mediante el arma del petróleo, y esto es lo que probablemente no vamos a tardar en saber, según los resultados de la reunión que se mantiene hoy 2 de febrero en Viena entre los Gobernadores de la AIEA (Agencia internacional de la energía atómica), en la que tratarán de pedir, en un primer tiempo, al Consejo de Seguridad que refuerce su autoridad cara a futuras negociaciones con Irán.
En este juego diplomático, tres países, Rusia, China y la India, disponen de una carta importante, al tiempo que se encuentran atados por sus estrechas relaciones con Irán. Un segundo tiempo sería por supuesto el de posibles sanciones, lo cual supondría que ni China ni Rusia utilizarían su derecho de veto, lo que sí ocurriría en el caso de que Irán demuestre no haber comprendido que puede evitar todavía perder la cara estrechando la mano que se le tiende: Europa y los Estados Unidos, Rusia, China e India se han hecho ya responsables de apoyar el llamado “compromiso ruso”, que prevé que el uranio que Irán precisaría en el futuro para alimentar de combustible sus centrales nucleares civiles, sería enriquecido única y exclusivamente en Rusia.
Impidiendo pues a Irán caer en la tentación de desviar a fines militares este enriquecimiento, la Comunidad Internacional alcanzaría su objetivo: impedir al régimen de los ayatolas el dotarse del arma atómica. Si éste no renunciara a sus ambiciones de gran potencia y cesara de cooperar con la AIEA, es muy probable entonces que el mundo conozca una nueva crisis internacional, ya que toda confrontación con Irán tendría inevitablemente consecuencias petroleras que influirían negativamente en el crecimiento económico mundial.
En el ranking petrolero, Irán ocupa un lugar relevante: posee el 12 % de las reservas mundiales de petróleo, lo cual le sitúa tras Arabia Saudita, además del 15 % de reservas de gas, o sea, en segundo lugar después de Rusia. Pero el arma petrolífera siempre tiene un doble filo para aquellos que la utilizan. Teherán puede cerrar selectivamente el grifo de sus exportaciones de bruto, tan indispensables a Europa y Asia, y al mismo tiempo las Naciones Unidas pueden sancionar a Irán con un bloqueo económico.
Pero la economía iraní es muy frágil. Sus entradas petrolíferas representan más del 90 % de sus beneficios de exportación y el 75 % de los gastos presupuestarios. Irán importa cerca del 38 % de la gasolina, un tercio de sus necesidades, de la India, y subvenciona con el 83 % el precio pagado en gasolinera por el consumidor. La economía iraní está pues subvencionada excesivamente por sus beneficios petrolíferos, lo que significa que el gobierno de Mahmoud Ahmadinejad, elegido con un programa populista, compra la paz social con esos beneficios.
Tal “statu quo” variaría en el caso de ponerse en peligro el equilibrio de los hidrocarburos. Irán podría, es cierto, vivir durante un tiempo de la “caja” de sus ingresos petroleros invisibles, estimados en cerca de 40 mil millones de dólares, pero la autarquía y el aislamiento diplomático no pueden servir mucho tiempo de política base. Teherán se ha esforzado en conjurar la espada de Damocles en una censura del Consejo de Gobernadores, y como consecuencia del Consejo de Seguridad, gracias a sus principales socios, lo cual coloca a Moscú, Pekín y Nueva Delhi ante disyuntivas complicadas.
La estrategia del “collar de perlas”
Rusia tampoco quiere, por otro lado, a un Irán dotado con el arma nuclear, pero tampoco quiere jugarse sus lazos comerciales y estratégicos con esa nación. La central nuclear iraní de Bouchehr, a punto de terminarse y que visitaba ayer mismo el presidente Ahmadineyad, es un proyecto piloto para una Rusia que desea exportar sus conocimientos en ese terreno. Si se decidieran sanciones en contra de Teherán, esa cooperación se vería seriamente comprometida. Los dos países, que controlan conjuntamente el 40 % de las reservas mundiales de gas y cerca del 25 % de las reservas petroleras, tienen proyectos energéticos en el mar Caspio y mantienen un entendimiento para mantener estables sus precios.
Las baterías móviles de misiles Thor M-1 que Moscú le ha vendido a Irán, podrían, por otra parte ser muy útiles para resistir eventuales ataques militares americanos y/o israelíes. La China e India tienen el mismo dilema. Siendo potencias económicas exponenciales, su hambre de petróleo no puede sino seguir creciendo. Sabiendo que un buen día serán rivales, los dos gigantes asiáticos se esfuerzan en hacer estables las fuentes energéticas de su crecimiento. China mantiene, por otro lado, una estrategia llamada del “collar de perlas”, asegurándose facilidades portuarias a lo largo del enorme pasillo marítimo que va desde los campos petrolíferos del Cercano Oriente hasta el mar de China.
India, por su parte, importa más del 12 % de su petróleo de Irán y ha firmado con Teherán un contrato de suministro gasístico escalonado a lo largo de treinta años. India se encuentra en una relación de fuerzas más equilibrada con Irán, ya que puede dejar de suministrarle gasolina, pero el 85 % de sus aprovisionamientos de hidrocarburos provienen del extranjero, de los cuales un tercio son de los países del golfo y el 15% de Irán. Por otro lado, existen negociaciones para un faraónico proyecto de gasoducto de 2.800 kilómetros, que uniría los dos países vía Pakistán.
Nueva Delhi constituye, sin embargo, un socio ambiguo para Teherán. Independientemente de que su estrecha cooperación militar con Israel no sólo molesta sino que hiere al régimen de los ayatolás, India acaba de ligarse estratégicamente con los Estados Unidos acerca del suministro de equipos y combustible para las centrales nucleares indias. Teherán no se equivoca al ver dos medidas distintas en ese trato con India, sobre todo si esa cooperación nuclear terminara no siendo únicamente civil.
Washington ha advertido recientemente a Nueva Delhi, que ese proyecto podría llegar abortado al Congreso, si India tomase partido por Irán, al tiempo que ha avisado a China de que si apoyara de facto los proyectos nucleares de Teherán, sus compras energéticas podrían resentirse. Rusia, la China e India se encuentran por tanto en situación comprometida, obligados a tomar partido por Europa y América o bien por Irán: empujadas, al fin y al cabo, a escoger entre sus intereses y los de la comunidad internacional.
Alí Montferrat. París.
Colaboración. El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 2 Febrero 2006.