Año nuevo, viejas crispaciones: la confusión reinante – por Teresa Galeote

Acabamos el año con las crispaciones propiciadas por un PP que ha perdido el protagonismo del poder y no se ha adaptado al papel de consorte parlamentario.

Las masivas manifestaciones contra la Ley de Educación, los archivos de la guerra civil custodiados en Salamanca, o el griterío machacón en contra del Estatuto catalán cerraron el año con un broche de mentiras dictaminadas desde la calle Génova y desde las altas estancias de la Conferencia Episcopal.

Entre tanta “confusión reinante”, llegué a oír que los profesores de religión debían ir a la manifestación contra la ley educativa porque el gobierno pretendía despedirles, y ya se sabe que el estómago tira mucho. No debieron percatarse de que son los obispos los que despiden a profesores o profesoras cuando no se ajustan a los cánones por ellos establecidos. Aunque el gran consentidor de esa contradicción fue y sigue siendo un gobierno que paga profesores de religión en horario lectivo, en un Estado aconfesional, en detrimento de otras asignaturas como matemáticas y lenguaje; materias que, sin duda, necesitan ser reforzadas. Salarios pagados de los presupuestos generales que pagamos creyentes y no creyentes católicos, con el agravante de ser elegidos y despedidos exclusivamente por los obispos.

Bastaría decir el agravio comparativo que dichos maestros mantienen con el resto de los educadores cuando la gran mayoría deben enfrentarse a duras oposiciones para conseguir una plaza de profesor, pruebas a las que escapan los elegidos por el obispado. Ya sabemos que ser elegido por dicho método no está exento de diversos chantajes y servilismos, aunque eso es asunto de otras consideraciones en las que no pretendo entrar. Los profesores debieron seguir los dictados de los obispos, con mayor o menor agrado, creyendo, o no creyendo los argumentos episcopales; para que a las altas jerarquías eclesiásticas no se las pueda contrariar por temor al despido.

Comienza el año con la misma “confusión reinante” del año que se nos fue. Sacralizar la bendita unidad de España y demonizar a los catalanes por querer romperla al reclamar los archivos que el franquismo les incautó y reclamar un nuevo estatuto; otra de tantas falacias con las que se desayuna, come y cena el partido de Aznar-Rajoy. Es curioso, las grandes mentiras son las que mejor se creen, y es que los miedos ancestrales pueden con todo.

Desde que el hombre comenzó a tener conciencia de su propio ser y la facultad de hacerse preguntas lo primero que le llegó fue el miedo existencial; por eso se inventaron dioses, ritos, sacrificios y demás parafernalia para obedecer a los sacerdotes y acallar la ira sagrada. También debió ser porque les eximía de responsabilidades, aunque no de culpas morales. Cuando el hombre se enfrentó a las desgracias y a la impotencia, sus ojos miraron al cielo suponiendo que allí estaba la morada de los dioses y ellos eran los únicos responsables de todo lo que acontecía en la tierra. El hombre asumió la mentira vestida de misterio como algo intrínseco de la vida; y así nos va.

Aquí la rapiña se eleva a arte y los documentos incautados a Cataluña se convierten, por obra y gracia de algunos santos varones, en propiedad de Salamanca, ciudad histórica y hermosa, ahora convertida por el PP en uno de los principales bastiones de la unidad española. Pero otra enorme contradicción emerge de los defensores de la sagrada unidad cuando a la vez que les sale la heroica vena uniotista quieren crear en Salamanca un nacionalismo de nuevo cuño; paradojas de la vida.

Contradicciones, confucionismo… Nada les importa; son capaces de todo con tal de crispar la vida cotidiana y convertir en drama nacional cualquier cosa que desgaste al gobierno. ¿Por qué huyen de las responsabilidades que les competen como partido de la oposición? Deben tener seguro de que con dicha estrategia sacan más réditos electorales, pero deberían saber que no se puede engañar durante todo el tiempo a todos.

El año nuevo comienza igual que terminó el anterior. Las protestas sobre el archivo de Salamanca están basadas en otro engaño. Las mentiras se hacen añejas en las nuevas realidades. Negar la diversidad de España es negar su historia, aunque muchos prefieren inventarla e imponerla a los demás. Llaman a la emoción y a la irracionalidad aquellos que siempre hicieron de la mentira su razón de ser. Ahora, para dar mayor espectáculo a la protesta salmantina, hacen suya la famosa frase unamuniana: “Venceréis, pero no convenceréis”, cuando las tropas franquistas se impusieron a todos los españoles. Todo un alarde de tergiversación del pensamiento acompaña al espectáculo permanente del Partido Popular.

Teresa Galeote. Alcalá de Henares, Madrid.
Redactora, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 6 Enero 2006.