Stéphane Dion, presidente de la Cumbre del Clima, concluía el evento con unas esperanzadoras palabras: «Al hacer frente a la peor amenaza ecológica para la humanidad, ustedes han manifestado que el mundo está unido, y todos juntos, paso a paso, vamos a ganar esta batalla».
La panacea del Protocolo de Kioto
Podría llegar a comprender que los asistentes a la Cumbre del Clima, celebrada estos pasados días en Montreal (*1), hicieran un balance más bien positivo que negativo del encuentro, pero en ningún momento se comprende que estos mismos asistentes ?entre ellos muchas organizaciones ecologistas de reconocido prestigio internacional como Greenpeace o WWF? hablen de éxito, acuerdo histórico, o semejantes cualidades, que si bien pueden corresponderse a unas expectativas ponderadas a la baja, se alejan bastante, de la funesta realidad medioambiental y climática que juega en contra de nuestra especie en el planeta, y las medidas efectivas que están en nuestras manos, para tratar de corregir el efecto nocivo de nuestra intromisión ?principalmente industrial? en las leyes que rigen el equilibrio medioambiental, climático, y natural.
Es cierto que el Protocolo de Kioto, referente a la reducción de emisiones de C02 a la atmósfera, parece instalarse en las conciencias de los poderes institucionales de un importante número de países, al mismo tiempo que parecen comprender, que se puede crecer económicamente sin contaminar demasiado, y además puede ser hasta rentable. Pues han comprobado que se puede trasladar la industria contaminante a otras latitudes, y en el caso de sobrepasar o no cubrir las cuotas de gases asignadas en sus propios territorios, siempre se pueden comprar o vender porciones de las mismas a otros países, en este nuevo mercado medioambiental.
Es cierto también que el Protocolo de Kioto, va a tener continuidad, más allá de su expiración tras el año 2012. Momento en el cual se hará balance de la efectividad medioambiental y económica del acuerdo, y se abrirá las puertas al club de los bien intencionados, a los países en vías de desarrollo y subdesarrollados. De ésta forma, países con un importante potencial demográfico como la India o Brasil, que ya se han mostrado interesados en contribuir a la causa común, a la par que renunciaran a desarrollarse industrialmente, podrán pasar a vender sus respectivas cuotas de gases en el nuevo mercado medioambiental.
Es cierto también que el Protocolo de Kioto, será tenido en consideración por los EEUU. País que al no haber impedido llegar a un acuerdo entre todos los reunidos, se ha considerado vencido por muchos partidarios del protocolo, ?pensando estas mismas personas? ‘aviniendose a aceptar como buenas las tesis del cambio climático y el mencionado protocolo’. EEUU como no podría ser de otra manera, ante un nuevo mercado emergente debe de situarse. Pero cualitativamente lo que más pesa es que EEUU, al igual que Rusia y China, prefiere no aceptar la reducción de sus gases por razones obvias.
Seria injusto desdeluego reducir las buenas intenciones del Protocolo de Kioto a un simple mercado medioambiental, pero existiendo también ésta realidad un tanto subterránea, que como hemos visto puede dejar las emisiones al medio ambiente de C02 en términos absolutos tal cual están, se ha de volver a decir que ya de por sí los planteamientos son del todo insuficientes. La reducción de emisiones de gases que propone el Protocolo de Kioto, ni aún siendo aceptada por todos los países sin hacer ningún tipo de trampas, no sobrepasaría el 5% del total. Cuantificación que en ningún momento serviría para frenar el aumento de la temperatura y la falta de luz, que provoca el efecto invernadero.
El Protocolo implacable de la Tierra
Pero realmente, Protocolo de Kioto aparte, lo que ya pasa de rojo oscuro es la incapacidad de este tipo de cumbres no ya para prever el funesto futuro que se nos presenta, y tratar de buscar medidas efectivas para corregir la situación o cuando menos protegernos ante lo peor, si no de no ver que ese futuro tan pésimo que muchos profetizan, ya ha llegado.
El resquebrajamiento de la tierra bajo el océano en el sudeste asiático a finales del año pasado fue una señal. Nunca sabrán si tuvo o no relación directa o indirecta con nuestra incursión en el clima y en la geología, nuestros conocimientos científicos realmente son incapaces de asegurarlo o negarlo tajantemente. Pero lo que sucedió después, el gran maremoto y sus efectos, muchas personas desde posiciones espirituales y científicas, lo han puesto bajo el contexto del cambio climático y un crecimiento insostenible. El aumento de la temperatura que tanto se pretende evitar con el Protocolo de Kioto, efectivamente, afecta también a los océanos; y este mismo calentamiento es producto en gran medida de las emisiones de gases contaminantes que proceden de la quema de combustibles fósiles: no es casual pues que las aguas y las costas de Indonesia, plagadas de pozos de petróleo y refinerías, estén calientes. Y es este calentamiento extra de las aguas y del aire el que a fin de cuentas condiciona las precipitaciones meteorológicas. El movimiento inicial de las aguas fue producto del desplazamiento de la corteza terrestre tras su rotura. La gran masa de rocas sumergidas ?como dice el principio de Arquímedes? desplazó un volumen semejante de agua hacia arriba, la explicación del porque el maremoto alcanzo costas a miles de kilómetros del epicentro, la podemos encontrar en el calentamiento de esas propias aguas. El más de medio millón de personas que murieron tras el maremoto son una viva muestra del potencial en muerte que tienen las catástrofes naturales, la ausencia de una buena planificación técnica y social, y el crecimiento demográfico del todo insostenible. Si no acabamos de verlo claro, quizá sea necesario poner otro ejemplo.
En el Golfo de México, sucede algo parecido, sus aguas están sobrecalentadas por esa misma industria devastadora. En la ultima temporada de huracanes, dos de ellos sembraron el miedo entre la población norteamericana, uno sembró la muerte. En Centroamérica, sin tantas cámaras de por medio, los efectos de los huracanes, si exceptuamos la preparación de algunos países ?Cuba y México? frente a fuerzas menores, provocaron una muerte similar. El termino cambio climático tras la peor temporada de huracanes de la historia en el Golfo de México, y sus funestos efectos ?principalmente económicos?, ha empezado a preocupar seriamente a los norteamericanos como por arte de magia.
En la propia España tras la llegada de los restos de dos de estos huracanes en forma ya de tormenta tropical, y sus graves daños en el tendido eléctrico de las Islas Canarias, nos han hecho contemplar una extraña realidad. Cualquiera que hubiera dicho algo parecido meses antés habría sido tildado de lunático o pseudo-cientifico.
Dos propuestas alternativas
En otros artículos ya he mencionado la Hipótesis Gaia de James Lovelock, la cual nos vendría a decir que la Tierra ?en su conjunto? es un ser vivo que tiene una facultad homeostática, capaz de regular la temperatura, la geología, y la vida, según sus propias necesidades. No voy a adentrarme en la hipótesis por ahora más de lo que ya hecho, mi intención es dejarla como telón de fondo, para comprender mejor dos iniciativas alternativas, que recogen de forma precisa y efectiva, la forma de enfrentarse a los desequilibrios que tiene la sociedad humana con la naturaleza.
La primera de estas iniciativas es la Carta de la Tierra (*2), apoyada por la UNESCO y algunos gobiernos, siendo producto de largos debates entre diferentes posturas ante la vida, en el ámbito científico, político, cultural y religioso. La Carta de la Tierra expone unos objetivos globales que se fundamentan en reconocer la interdependencia que existe entre las comunidades humanas y su entorno natural, promoviendo para las sociedades las máximas de la sostenibilidad, la justicia social y económica, y la implicación de sus miembros en una cultura democrática y pacifica.
La segunda iniciativa, el Protocolo de Uppsala (*3), se fraguó entre los integrantes de ASPO como un reto hacia el cenit de los combustibles fósiles. Los objetivos son la creación de un Acuerdo internacional, para posibilitar un reparto y consumo racional de las fuentes de energía. La aplicación del protocolo de Uppsala obtendría unos resultados mejores que el Protocolo de Kioto en la reducción de gases contaminantes, al tiempo que sentaría las bases para un reparto racional de los combustibles fósiles que quedan en el planeta.
Cualquiera de las dos propuestas, u otras que recogieran mínimamente una observación integral de la interdependencia que existe entre las comunidades humanas y la naturaleza, seria más efectiva que los vigentes acuerdos internacionales de reducción de gases contaminantes.
Siendo indulgentes, la cumbre del Clima en Montreal, tiene algo de positivo: el despertar de una mínima conciencia ecológica de alcance global cada vez en más seres humanos. El apoyo o el asqueo hacia las tesis que resuenan como voces fantasmales de esas reuniones, tarde o temprano por pura necesidad estoy convencido que dará sus frutos.
(*1) – Web de las Naciones Unidas sobre la Convención sobre el Cambio Climático – enlace – Web del Gobierno del Canadá sobre el Cambio Climático – enlace.
(*2) Iniciativa de la Carta de la Tierra – documento .pdf – Web de la iniciativa – enlace
(*3) El Protocolo de Uppsala, en el artículo – ¿Kioto o Uppsala? / III – por Pedro Prieto – Web de interés sobre el agotamiento de los combustibles fósiles y la crisis energética consecuente – Crisis Energética
Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 13 Diciembre 2004.