Asi que pasen treinta años – por Emilio Sales Almazán

Treinta años es un soplo en la historia de la humanidad, tres décadas son casi la mitad de una vida. El día 20 de noviembre se cumplen esos treinta años de la muerte del pequeño dictador, del gran criminal que, por desgracia para la dignidad de nuestro pueblo, murió en su cama hospitalaria.

La noche del 19 al 20 de noviembre de 1975 no será olvidada en mi vida, fue noche desvelada y día jocoso sin menoscabo del temor a lo que podía pasar. Estaba por esos años cumpliendo con el “sagrado” deber de servir a la patria. Andaba por tierras baleares, en la localidad menorquina de Mercadal donde realizaba un curso para el ascenso a cabo 1º. Menorca era un paraíso, quizás ahora, por mor de la desagradable invasión urbanística, ha empeorado su aspecto, pero tengo bellos recuerdo de la isla, no así tantos de la vida cuartelera. Esa noche teníamos doblada la guardia, orden de disparar a matar, cuestión que no me cabía en la cabeza, sobre todo por la tendencia de algunos de abandonar el cuartel por la tapia que rodeaba el recinto militar. ¿Cómo íbamos a disparar a cualquier compañero que había salido a pasar un momento de asueto?.

Esa noche me asignaron cabo del polvorín, la noche se desarrollaba tranquila, alguna cabezada en el aburrimiento de custodiar no se sabe que armamento allí depositado. Era una hora cercana al amanecer cuando se oye por la radio la noticia que el “carnicero de Málaga” (Arias Navarro) anuncia entre sollozos la frase “Españoles, Franco ha muerto”. Increíble, parecía que era irreal, Franco había desaparecido físicamente, después comprobaríamos que podía haber franquismo sin Franco. Una carrera veloz me hizo dirigirme a la nave que tenía la misión de albergar las literas donde dormíamos la tropa. Llamamiento a los más allegados, al grupo que hacíamos “piña” en lo referente a concienciación política. Alborozo, grandes dosis de alegría por ver que se acababa la vida del generalísimo, que, entre otros atributos, era nuestro “gran jefe”. Las horas posteriores fueron de expectación, formación de la tropa y miedo a que se nos mandara salir al pueblo con alguna “misión especial”, dudas y más temor, cuando se nos comunica que no se puede salir del recinto pero que se da libre para poder seguir, a través de la pequeña pantalla, las honras fúnebres. Con bastante inconsciencia (vista con el paso del tiempo) pedimos una botella de cava para celebrarlo estando delante de nosotros varios oficiales y suboficiales. Estos (sobre todo el comandante) requieren a los demás que deberían irse a sus aposentos a seguir el suceso.

Después la cosa se normalizó, todo lo normal que es una vida en el servicio militar. El tiempo nos exhibió que aquello de “atado y bien atado” era algo más que una frase ocurrente.

Así que pasen treinta años seguimos esperando a desmontar todo el aparato que heredamos del franquismo, hoy asistimos a como reverdecen banderas imperiales, discípulos de la vieja guardia y catequesis con olores a fueros familiares. Ni derrotados, ni vencidos, pero treinta años más viejos.

Emilio Sales Almazán. Talavera.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 19 Noviembre 2005.