Accidentes laborales: el último eslabón de una cadena de despropósitos – por Teresa Galeote

Todos los días ocurren accidentes laborales: en nuestro país el pasado año fueron 680 los muertos; una cifra escandalosa y un aumento del 12% sobre las cifras del año anterior. Pero son más llamativos los accidentes como el ocurrido en Granada, con 6 muertos, los que saltan a la palestra, los que disparan todas las alarmas de un sistema laboral que permite que esto ocurra.

Según los sindicatos, la ley sobre Prevención de Riegos Laborales es muy buena, lo que pasa es que no se cumple; ¿quienes son los responsables?

La grandes empresas son las concesionarias de las obras, sobre todo de las grandes obras públicas; ellas son las que entran en concurso, las que ofrecen sus mejores precios y sus mejores proyectos. Después, ellas gozan del derecho de subcontratar a otras para que hagan las obras. Así, entre contratas y subcontratas anda el juego, pero hay más. Está la Inspección de Trabajo para comprobar que la ley en vigor se cumpla, y ese es uno de los eslabones que fallan; hay muy pocos inspectores para tanta obra que se realiza. Puede comprobarse, sin que para ello haya que ser un experto, que hay obras por todas parte.

Mucho se habla de los accidentes de carretera, de la gripe avial, del terrorismo doméstico y de otros terrorismos, pero de la siniestralidad laboral se habla poco. Según Cándido Méndez, hay otro aspecto al que no se le ha dado ninguna importancia que no es baladí; las responsabilidad última de los siniestros. No está nada claro de quién es esa responsabilidad cuando ocurre un accidente laboral y, en ese río tan revuelto, ya se sabe el pescador que gana la partida.

La grandes empresas son las que se presentan a concurso y las que recogen las mayores ganancias, y son las que deberían ser responsables de los accidentes laborales cuando no se cumplen las normas sobre prevención de accidentes. No basta con dar las obras a segundos, a terceros y cuartos para eximirles de sus obligaciones.

Mucho se habla de seguridad, pero al parecer sólo interesan algunas seguridades, quedando otras al margen hasta que suceden hechos como el de Granada. La seguridad en el trabajo debería ser una de las primeras seguridades, y ahí entra la calidad de los materiales, además de la obligada seguridad en las obras, pero ahí es nada; eso resta dinero de las ganancias. Se va restando dinero hasta llegar a la última subcontrata y si sumamos la precariedad de los contratos laborales, ronda al 30%, el más alto porcentaje de la Europa Comunitaria, la contratación de la mano de obra más barata, que no tiene más remedio que aceptar porque no tiene otro trabajo que echarse a la boca, seguimos sumando componentes para que los accidentes, lejos de disminuir, vayan en aumento.

Las víctimas son el último eslabón de una cadena de despropósitos diseñada para la ganancia fácil, no para el trabajo seguro. Después llegan las lamentaciones y las indemnizaciones, pero las vidas humanas merecen mucho más. Cuando se comenten infracciones y hay muertos la respuesta tiene que ser más contundente y debe darla la fiscalía y los tribunales de justicia. Pero aquí nos conformamos con echar la pelota de tejado en tejado a ver dónde cae; hay muertos y eso es muy grave porque esas vidas no pueden restituirse.

Como telón de fondo, está la especulación, esa palabra maldita que está al orden del día que compra todo lo que haya que comprar y corrompe todo lo que haya que corromper. En Granada, de los 32 accidentes laborales del año anterior, 18 correspondían a la construcción. El accidente ha puesto de manifiesto, una vez más, toda la tragedia que tras la especulación se esconde. En estos momentos no existe la subsidiariedad de la responsabilidad y las empresas se culparán unas a otras. Es una laguna legal que no se puede admitir cuando están en juego vidas humanas.

Los lamentos deben ir acompañados de responsabilidades que dictaminen qué ha motivado las muertes de estos trabajadores. Ahora sale a palestra las muchas anomalías que se dan en las obras. ¿Es que no se sabían antes? ¿Es la dejadez de todos la verdadera causante de los accidentes?

Teresa Galeote. Alcalá de Henares, Madrid.
Redactora, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barelona, 11 Noviembre 2005.