“Acaba de nacer la 1ª hija del Príncipe Felipe, la Infanta Dña. Leonor”. A fuerza de repetirlo a la mayoría acaba resultándole natural tan protocolario tratamiento hacia un bebé recién nacido, si bien a mí no deja de producirme cierto vértigo esta simplicidad con que tantos españoles preferimos no cuestionarnos “nada” que se refiera a la Corona. Yo, que soy de las que me aguanto, sin rechistar, con el invento de la “Monarquía Parlamentaria”, como con tantos otros que nos resultan útiles, normalmente, prefiero no cuestionar hechos normalizados en nuestra Constitución, como que la Jefatura del Estado sea de carácter hereditario, o aprobados por las Leyes, como que se destine a la Casa Real una partida presupuestaria de 9,05 millones de euros para el 2.006, un 3,5% más que para el ejercicio anterior, pero reconozco que sucesos como el nacimiento de la nueva “posible heredera”, arrastran un despliegue propagandístico, tan cargado de tópicos, que colman mi paciencia.
Echando un vistazo a los periódicos, se diría que por un día, han desaparecido todos los problemas del mundo. Los medios de comunicación cubren cada detalle de la noticia, abarcando desde lo público, a lo particular. Hasta el Gobierno, y la oposición hacen un paréntesis en sus diferencias, dándose la mano ante la próxima reforma constitucional, para que Leonor, pueda reinar, o lo que es más importante, para que la ley de sucesión a la Corona se adapte a los aires de igualdad que corren, y que han supuesto idéntica modificación, en casi el resto de las monarquías europeas.
Si de la boda del Príncipe, acabamos conociendo cada detalle protocolario, y aborreciendo cualquier ceremonia parecida, no me quiero imaginar lo que será el bautizo, católico, por supuesto, de la nueva Infanta.
De momento, por encima del orden de visitas de los allegados, incluyendo, a la abuela materna, a sus Majestades los Reyes, y a las Infantas, y eclipsando la detallada enumeración de los, más o menos, acertados regalos, empezando por la canastilla enviada por Miguel Primo de Rivera, que fue el primero en llegar, y siguiendo por la camiseta del Real Madrid, o el espectáculo de fuegos artificiales del pueblo de “Dña. Leticia”, el asunto informativo que ha protagonizado el evento, ha sido, por suerte para todos, la futura modificación del artículo 57.1 de la Constitución, que exige, la disolución de las Cortes, nueva convocatoria de elecciones, y referendum.
La polémica radica en la necesidad de que los Príncipes practiquen una paternidad responsable, planificando el nacimiento de su siguiente vástago, para una fecha próxima o posterior a la finalización de la legislatura. ¡No creo que sea tan difícil, para gente tan preparada y tan sobrada de medios, molestarse en escoger un momento u otro para concebir! ¿No lo hacemos la mayoría?.
De momento no está mal aprovechar el tirón de la brillantez monárquica, y todo lo que le rodea, para hablar un poco de la persistente discriminación de la mujer en leyes, y costumbres. Tanto es así, que ni republicana que fuera, preferiría abolir la monarquía, antes de ver reformado ese artículo, que supone la conquista de la igualdad en los derechos de sucesión de la corona. Y hablando de derechos sucesorios, y aunque resulte anacrónico, y clasista, y a pesar de ser un tema, que a pocos les quita el sueño, antes de nada hay que empezar modificando, la legislación sobre sucesión de títulos nobiliarios, cuestión que ya ha sido tramitada según una proposición de ley presentada en el Congreso de los Diputados por el PP, PSOE y CC, la cual pide igualar a hombre y mujer en dicha sucesión de títulos nobiliarios, y tendrá aplicación a todos los expedientes que, en el momento de la entrada en vigor de la futura ley, estén pendientes de resolución.
Claro que a mí, lo que siempre me descoloca en estas ocasiones, es la influencia propagandística sobre el pueblo, de las circunstancias del evento: La publicidad implícita de la sanidad privada frente a la pública, al ser la cínica Ruber la elegida para el parto, la propaganda subliminar, de la Iglesia Católica, que a pesar de vivir en un estado láico, será, una vez más favorecida, por el enorme despliegue de medios periodísticos, para cubrir la futura celebración del nacimiento real, es decir el bautizo, y que dará ocasión a que Obispos y Arzobispos, vuelvan a convertirse en protagonistas de la vida del País, como si la elección religiosa de los príncipes, fuera algo más que una decisión privada, en un estado aconfesional.
Y claro, si removemos tanto el tema, acabaremos acordándonos de la declaración de la renta, de la cual están exentos los miembros de la casa real, y ¿como no? De los sucesivos yates que el estado español mantiene para el Rey, y etc, etc, etc…
Pero vamos, que entre las críticas de los republicanos, los insoportables “peloteos” de los monárquicos, los análisis al texto constitucional de los políticos, y los insufribles detalles de los programas y revistas del corazón, en torno al evento, ya parece importar menos que el desastre de Cachemira siga estando reciente, o que las tensiones entre el mundo árabe e Israel, estén tan forzadas o más, que siempre, y no digamos ya, la siniestrabilidad laboral, o el problema del paro en Extremadura. ¡Si hasta parece olvidarse el Estatuto de Cataluña!. Lo que sí tenemos garantizada, de momento, es una buena temporada de casa real. A pocas horas de su nacimiento, una niña redonda, gordita, y algo llorona, por el simple hecho de “ser vos quien sois”, va a regalarnos, sin saberlo, Corona hasta en la sopa.
Milagrosa Carrero Sánchez. Cáceres
Colaboradora. El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 6 Noviembre 2005.