Hablando de escritores se recuerda lo que escribió Dostoyevski en “Demonios” (o “Endemoniados”): “los más altos talentos artísticos pueden ser los pillos más terribles, y lo uno no obsta para lo otro”. Y aunque ni esto ni lo que sigue es alusión ni directa ni indirecta a los dos escritores de los que hablaremos más adelante, quede bien claro, también recordamos lo que Arturo Pérez Reverte dijo el 14 de septiembre de 2004, en el Forum de Barcelona: “Hay perfectos hijos de puta que son grandes escritores”.
Y, a propósito de escritores, ocurre que entre los más conocidos o famosos de ellos (unos por talento, otros por maña) los hay que se creen “la divina garza envuelta en huevo”, con autoridad para juzgar gobiernos, dictaminar sobre el mundo y opinar sobre la política, codeándose con altos funcionarios de los que reciben ayudas con distintos pretextos.
Dos de estos escribidores, uno muy conocido y el otro haciendo esfuerzos por serlo, han creado una situación pintoresca: un autor peruano y otro mexicano se han dedicado en Madrid a criticar y atacar al gobierno de España acusándole, entre otras cosas, de hipocresía. Suena raro, pero así es. ¿A quién sirven? No es difícil deducirlo porque resalta a la vista del mundo: están al servicio del brillante y cultísimo intelectual George W. Bush que, por azares del destino y porque Dios es muy gracioso, es el presidente de los Estados Unidos de Norteamérica. Los hay que escuchan la voz de su amo y responden moviendo la cola. Se trata de Mario Vargas Llosa y Enrique Krauze, que al tiempo que sirven a Bush siguen al pie de la letra la pauta marcada en España por otros servidores obsecuentes del señor Bush: los herederos y nostálgicos del conocido asesino Francisco Franco, el histérico hombre del bigotito, José María Aznar, y sus disciplinados repetidores, el señor Mariano Rajoy y amigos que lo acompañan en sus gritos, sus insultos y sus rabietas porque perdieron las elecciones y con ellas el poder. Vargas y Krauze pidieron al gobierno español que rectifique su política internacional que es “de doble moral” y “un error histórico”. Lo que atacan es la resolución de la cumbre iberoamericana de Salamanca pidiendo que se levante el bloqueo a Cuba (tomada por unanimidad) y a Castro y de paso a Chávez, así como al “populismo” que dicen que les alarma. Es la voz de su amo, Bush, muy molesto porque América Latina se le sale del huacal y ya no puede manejar a España como lo hacía con la marioneta llamada Aznar (el de las bodas de su hija en El Escorial).
Claro que ningún partidario de la libertad puede apoyar al régimen de Fidel Castro, y ya lo hemos dicho y denunciado en estas mismas páginas, pero de eso a querer que los gobiernos funcionen como los comités de agitación y propaganda de Washington y actúen como los cubano-yanquis de Miami hay una gran distancia. Si los gobiernos obran a bandazos de apasionada estupidez sucede lo que a Estados Unidos en Viet Nam, o en Afganistán y en Irak, donde una tiranía se sustituye por otra. Esto es tan evidente que voces como la del “The New York Times” y las de varios organismos yanquis de derechos humanos se oponen al tipo de juicio urdido por Bush y sus secuaces contra Sadam Husein. Y nadie puede pensar que no consideren a Sadam como un dictador criminal, lo que no quieren es sustituir los crímenes de los dictadores reconocidos como tales por los de las “democracias” como Estados Unidos, que torturan y asesinan libremente y se oponen a que sus verdugos oficiales sean juzgados.
“The New York Times” ha dicho, el 19 de octubre, que lo que se hace en Irak es “un juicio-espectáculo, que toma prestados nocivos elementos de las leyes baazistas para acelerar el camino a una ejecución rápida y políticamente popular”.
Ése es el tipo de “democracia” y de “justicia” que quieren Vargas y Krauze para Latinoamérica empezando por Cuba.
Juan Miguel de Mora *. Ciudad de México.
Colaboración. El Inconormista Digital.-
* Profesor de Indología en la UNAM (Universidad Nacional de México), y ex combatiente en la Guerra Civil española con las Brigadas Internacionales.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 30 Octubre 2005.