China se está convirtiendo en el taller industrial del mundo. Su gobierno practica un capitalismo basado en la mano de obra industrial más barata del planeta, lo que ha permitido al país mantener un ritmo de crecimiento no inferior al 9% del PIB anual, en los últimos diez años. Pero este aumento de la riqueza, sólo ha beneficiado a unos pocos, mientras que el resto sigue en unas situaciones de vida paupérrimas.
La realidad social china es dramática: el 10% de la población más rica acapara el 45% de la renta nacional, el 10% más pobre sólo recibe el 1,5%. De los 1.300 millones de habitantes actuales, solamente unos 130 millones tienen unas condiciones de vida de calidad.
Los trabajadores y el campesinado han venido perdiendo la gran mayoría de sus derechos laborales y sociales conquistados a través de la revolución. Uno de los hechos más transcendentes ha sido la transformación de una sociedad rural en otra urbana. Ya son 166 las ciudades que pasan del millón de habitantes y en poco tiempo se alcanzará la cifra de 200 ciudades.
Este hecho ha provocado que cien millones de campesinos se hayan transformado en obreros de la construcción, y otros cien en obreros industriales. Todos ellos con unas condiciones laborales y sociales que recuerdan las de los obreros occidentales de inicios del siglo XX. Podemos decir, que el capitalismo chino actual significa riqueza para una minoría y condiciones de vida casi de esclavitud para cientos de millones. El proceso que ha llevado a China a transformarse en un país de corte capitalista, comenzó a finales de la década de los setenta, cuya ley principal consistía en la del máximo beneficio empresarial.
Dicho proceso se inició con el desmantelamiento de las comunas, base del comunismo chino, provocando en consecuencia la parcelación de las tierras, su privatización y la ruina de millones de campesinos.
La restauración capitalista china ha provocado un desarrollo desigual y complejo; enormes ciudades en contraste con la inmensidad y el atraso agrario; de la industria aeroespacial con las situaciones de trabajo de semi-esclavitud; al dinamismo de las ciudades costeras y del este contra la depresión económica y social de miles de pueblos del centro, el oeste y el suroeste chino.
Todo este desarrollo económico se ha realizado sin ninguna consideración medioambiental, lo que ha provocado unos niveles de contaminación de aire, agua y suelo que nos recuerdan a la de los países excomunistas del este de Europa, donde están surgiendo numerosas enfermedades. Este desarrollo está originando una situación crítica en el tema del agua, que afecta a unos quinientos millones de habitantes de la zona norte, ya que muchos ríos no llevan agua al mar y los acuíferos se están agotando. Todo ello tendrá consecuencias, como en la agricultura que ya no será autosuficiente y provocará una conmoción agrícola en los mercados mundiales. La situación es tan grave que se están planteando el cambio de la actual capital Pekín ante la carencia de agua en el futuro.
La burguesía china dispone de capitales y reservas monetarias que le permiten intervenir en toda una serie de países, comparable a muchos países occidentales. Los múltiples acuerdos comerciales con Venezuela, Brasil, Argentina, Irán, etc., están en la base de la búsqueda de materias primas, que permita eludir el control y la influencia directa del imperialismo norteamericano.
Llama la atención que China disponga de casi 700.000 millones en bonos y en reservas en dólares. ¿Por qué no se ha invertido esto en buscar unas mejoras sociales tan necesarias para los chinos? ¿Por qué se está subvencionando al capitalismo norteamericano? Se tiene la sensación que la burguesía china no quiere ser una parte más de la división del mundo en esferas de influencia, sino que aspira a ser un país de corte imperialista.
Como vemos, esta China sumergida en un capitalismo salvaje y con una situaciones sociales pre-capitalistas del mundo del trabajo con unas condiciones de vida deplorables, que nos permite preguntarnos ¿Cómo es posible que ocurra esto? ¿Cómo lo hace un partido comunista? ¿Hasta cuando es sostenible esta situación?
El gobierno chino de corte capitalista se ha negado a deshacerse de los nombres y símbolos comunistas. Esto se explica como antídoto contra el surgimiento de organizaciones de izquierda (políticas y sindicales) que levanten legítimamente la bandera revolucionaria.
Tratan de hacer creer a millones de chinos que “el socialismo de mercado” es un atajo, un instrumento para lograr el bienestar del país y que el enriquecimiento individual es necesario para el avance de la nación. Hacen creer que los desequilibrios que está provocando este capitalismo que practica se debe a la incapacidad de las administraciones locales y no a la línea del Partido Comunista Chino. Es claro que está situación social que se está dando en China, al igual que sucede en la India o Pakistán, no puede durar mucho, lo que puede provocar nuevos movimientos revolucionarios en muchos países asiáticos, que desestabilizarán a todo el mundo y que pondrá en cuestión todo el desarrollo de la globalización económica acabando con las prácticas neoliberales que hoy en día todos estamos sufriendo. ¿Qué características tendrá ese movimiento revolucionario? ¿Qué surgirá después?
Esperemos que nos encaminemos hacia un mundo más justo socialmente.
Edmundo Fayanás Escuer. Pamplona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 17 Octubre 2005.