Lo realmente inquietante de las imágenes y noticias que los medios informativos nos vienen trayendo a casa este último mes, es que, en la etiqueta de origen, traen dos nombres que nos resultan muy cercanos: Ceuta y Melilla. El Tercer Mundo viene a España.
Los asaltos masivos a la valla, si bien de menor magnitud que los últimos, y las condiciones de vida miserables en los campamentos ocurren desde 1997. La deportación al desierto está contemplada en la legislación marroquí desde noviembre de 2003 como única medida contra la inmigración ilegal (no así el sadismo con que la policía marroquí roba, maltrata y hostiga a estas personas *1). Tampoco son nuevas las oleadas diarias de pateras con decenas de personas cada verano, y con escasa cobertura informativa en invierno. Esto último ha disminuido debido a una mayor coordinación con los guardacostas marroquíes, lo que ha incrementado el número de individuos que trata de entrar ahora por las fronteras de tierra.
Por tanto, y como decía la persona herida de bala en el documental de Telecinco, todo el mundo sabe que están ahí: desde Naciones Unidas al Gobierno Español. Y es así porque el problema tiene dimensiones mundiales: ocurre en Italia con la isla de Lampedusa y sus costas del sur y del este, en EE.UU. y sus fronteras con México, en Japón con los inmigrantes chinos y en la Unión Europea con sus nuevas fronteras con Bielorrusia y Ucrania. La acumulación de recursos en el Primer Mundo no logra pasar desapercibida para quienes sólo la pueden contemplar por televisión.
Los llamamientos a un reparto más equitativo de los beneficios de nuestras empresas multinacionales con sus trabajadores extranjeros caen constantemente en saco roto. Ello puede deberse a la falta de una normativa internacional (y un organismo ejecutivo adjunto) que regule la dignidad de los salarios en los países productores de fuerza de trabajo. Este sí sería el primer paso hacia una reducción real de la pobreza, no macroconciertos internacionales para recaudar limosna o molestar a los políticos un rato. Claro que para ello hemos de reforzar la ONU o ampliar las competencias del Tribunal Penal Internacional.
Por otra parte, y ya en nuestro país, tenemos sólo dos opciones: empezar a prepararnos para recibir e integrar un gran número de inmigrantes procedentes de culturas hasta ahora poco representativas en España, o desarrollar medidas eficaces de intervención en sus países de origen.
Viendo la fuerte inmigración que recibimos, no parece aconsejable permitir una nueva entrada sin destinar más recursos a la integración. Sin embargo, si el volumen del flujo migratorio (18.700 detenciones y reconducciones a la frontera en Marruecos durante 2004 *2) no disminuye, tendremos que estudiar la posibilidad de comenzar a admitir más personas.
En cuanto a las medidas a desarrollar en los países de origen, estas incluyen considerarlos como prioritarios en nuestra política de cooperación al desarrollo con todas las implicaciones que de esto se derivan. Los países latinoamericanos y el Magreb ya lo son. Tendremos que añadir los países del noroeste africano y favorecer las iniciativas de Naciones Unidas y la Unión Europea para el desarrollo de la zona. Otra medida importante es el refuerzo de la cooperación policial. Cuya finalidad es combatir las organizaciones criminales de tráfico de personas, responsables en muchos casos del sufrimiento o la muerte de quienes no tienen más remedio que confiar en ellas.
Y mientras tanto, en Ceuta y Melilla, sólo podemos garantizar a los que están llegando sus derechos en suelo español, disuadir a nuevos inmigrantes con campañas informativas en los países de origen y modificar los mecanismos ejecutivos de las órdenes de expulsión para que se cumplan cuando proceda. Aunque queda el dilema sobre la crueldad de enviar de vuelta a quien ha venido atravesando desiertos a pie durante dos años o más hasta nuestra frontera.
Finalmente, es necesario presionar y colaborar con Marruecos para que dé un trato digno y garantice la protección a aquellas personas que han sido detenidas en sus fronteras. Aunque sólo sea porque buena parte de la seguridad de la Unión Europea depende de la estabilidad en sus territorios colindantes.
(*1) Médicos Sin Fronteras: “Informe sobre la inmigración de origen subsahariano (ISS) en situación irregular en Marruecos”. Septiembre de 2005.
(*2) Opus cit.
Pablo Veyrat. Madrid.
Colaboración. El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 11 Octubre 2005.