‘La última frontera‘ es el nombre de un buen reportaje, emitido ayer noche por Telecinco, que muestra las peripecias de un grupo de inmigrantes que quieren saltar la valla de Melilla para encontrar una vida mejor (*1).
En todo momento ellos –los inmigrantes –son los protagonistas. Los reporteros no salen en ningún momento en las imágenes, no se oyen ni sus preguntas ni sus voces; la cámara aparece como un testigo mudo, que ejerce de pequeña ventana por la que los jóvenes pueden expresarse abiertamente, diciendo lo que piensan y exponiendo sus ilusiones.
Ésta compañera silenciosa muestra al mundo como sobrevive en condiciones infrahumanas un conjunto de chicos en una colina cercana a la valla de Melilla llamada monte Gurugú. La cámara les acompañara silenciosamente a buscar comida y utensilios a un estercolero cercano, será invitada a ver como estos jóvenes, pese a su maltrecha situación, son capaces de plantar cara al mal tiempo para organizarse, compartir lo poco que tienen, y hasta divertirse en el campamento.
En su pequeña ventana al mundo los jóvenes explican con una enorme claridad porque han abandonado sus países de origen, evocando una extrema pobreza y una desilusión constante dejada atrás, y como han logrado llegar hasta la colina después de atravesar miles de kilómetros, para tratar de conseguir su sueño de labrarse un porvenir en Europa.
Somos testigos de como uno de ellos expresa sus dotes artísticas como cantante, teniendo como ilusión llegar a España y aspirar a dedicarse al mundo de la música. Como de otro se quiere dedicar al boxeo, y en el campamento en medio de la nada no olvida su preparación física con los entrenamientos.
Se ven las escaleras que usan para asaltar la valla. Y una noche deciden que es el momento para saltarla. Para ello eligen un jefe y se organizaran por grupos de procedencia, luego se acercan sigilosamente a la valla aprovechando la penumbra de la noche. Entonces llega el momento.
Apoyan una de las escaleras en la valla y se deciden a subir por ella. Saltan entre la primera de las vallas –en territorio de nadie– y apoyan otra escalera para saltar la segunda valla. En ese momento son descubiertos desde el lado español, y mientras la tensión se incrementa, un presunto guardia que porta una madera les espeta «negro tira pa’qa que doy con esto en la cabeza». Unos cuantos logran saltar y evadirse, mientras llegan más guardias. Entonces puede verse como unos guardias golpean a uno de los inmigrantes que ha caído al suelo, mientras el resto desde el otro lado grita «por favor». Los que no han podido saltar ante la llegada de más guardias y gendarmes marroquíes –que les empiezan a apalear–, deciden volver hacia la colina.
Muchos de ellos han quedado heridos por el alambre de espino y los golpes de los guardias. Se ve uno de los inmigrantes herido tirado en el suelo. Percibe la cámara y se produce una seria interpelación a los silenciosos reporteros que en todo momento han estado a su lado: “Me han disparado. No sé si es grave pero no puedo levantarme. No puedo pensar bien. No sé si saldré de esta. Sólo sé que mi corazón está llorando. Los marroquíes saben lo que pasa aquí, las Naciones Unidas saben lo que pasa aquí, la UNESCO sabe lo que pasa aquí… entonces, ¿por qué los agentes de seguridad nos tratan como a animales? No soy un animal, soy un ser humano. ¡Algún día, la Nación Africana se levantará! ¡Algún día rendiréis tributo, respeto! A todos los que estáis ahí, haced un esfuerzo para ver que aquí se violan los derechos mínimos de la existencia humana. Muchas gracias. Es todo lo que tengo que decir.»
Se hace de día, y a partir de aquí el reportaje da un giro en dirección a Melilla. Los dos inmigrantes que antes mostraron sus ilusiones han podido alcanzar el otro lado. A todos los que consiguen cruzar, les espera en el mejor de los casos, en las afueras del núcleo urbano, una estancia por muchos meses en chabolas no muy diferentes a las que tenían en la colina marroquí.
El alcalde de Melilla explica que el fenómeno que termina en el salto de la valla «se viene produciendo desde hace diez años», argumenta que es necesario «solucionar los problemas en los países de origen de los inmigrantes», y señalando que «las labores que realiza la Guardia Civil en la frontera son ejemplares».
El reportaje tiene un final feliz para los dos inmigrantes que fueron elegidos como protagonistas, estos después de un año consiguen llegar a la península y trabajar precariamente, mientras siendo ilegales, aspiran algún día a poder regularizar su situación y dedicarse a sus respectivas vocaciones.
El salto de la valla, se ha reproducido con fuerte intensidad en los últimos días Melilla y Ceuta, al menos ocho de los inmigrantes que lo han intentado en los últimos meses han perdido la vida. El Gobierno Español ha tomado la medida de hacer habitable los centros de acogida de Ceuta y Melilla, de desplegar el ejercito a lo largo de las vallas, y duplicar la altura de estas de forma apresurada. Sin embargo, el fenómeno sigue reproduciendose.
Informativos Telecinco como en su momento hizo con el reportaje sobre el asesinato del cámara José Couso Pemuy ha demostrado que es capaz si quiere de apostar por el periodismo autentico. La visión de la última frontera, retratada y realizada por Joan Roig, David Fontseca y Sergi Cámara (*2), muestra de forma cruda y humana, algo que debería de importarnos.
(*1) – Enlace relacionado, Reportaje – Telecinco acompaña a dos inmigrantes a saltar su «última frontera» – ir a verlo
(*2) «La Última Frontera» es un trabajo realizado por Roda Visual entre el mes de Julio de 2004 y el de Septiembre de 2005.
Redacción / Periodismo. El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 5 Octubre 2005.