La Organización de Naciones Unidas nace en 1945, inmediatamente después de la II guerra mundial. Su objetivo: velar por la paz y la seguridad en el mundo. La institución debía ser el canal donde se dirimieran los conflictos entre los pueblos. Entre sus diferentes departamentos destaca el Consejo de Seguridad, Consejo en el que no están representados todas las naciones y en el que el derecho a veto, que utilizan algunos de sus miembros con generosa frecuencia, se ha convertido en una rémora que no permite que multitud de resoluciones sean puestas en el escenario mundial; de los 185 países miembros de la ONU, el Consejo de Seguridad está representado por 15 y no todos son permanentes; sólo lo son EE.UU., Francia, Reino Unido, Rusia y China. Uno de los principales debates se ha centrado en la ampliación de dicho Consejo y en los miembros permanentes sin llegar a acuerdo alguno; todo queda para después de la cumbre.
La ONU se ha ido degenerando; de una u otra forma, ha arropado los dictados de los miembros más poderosos; véase EE.UU., país que más dinero dedica a la institución internacional, aunque sólo sea para domesticarla, o a saltarse las normas que emanan de su seno cuando éstas no cumplen los deseos de la administración estadounidense.
La imperiosa necesidad de democratizarse la ONU se ha encontrado con los problemas de siempre. Ante las reiteradas llamadas al desarme nuclear y la proliferación de armas destrucción masiva siempre han contado y siguen contado con el veto del Imperio USA y algún que otro consorte de acompañamiento. Hace muchos años que se han alzado voces dentro y fuera de la Organización pidiendo su reforma. Hoy, a 60 años de su creación, la desacreditada ONU pide a gritos reformas que hagan posible su propia supervivencia. Aún así, la propuesta del actual secretario, Kofi Annan, presentada en marzo de este año se ha evaporado. El Secretario salió de la cumbre entristecido; reconoció que no se han logrado las expectativas que se esperaban. Pero entristecerse o entonar un MEA-CULPA no sirve para acometer el reto que el mundo tiene; ya lo entonó en la crisis humanitaria de Ruanda y luego vinieron otras. La matanza de Srebrenica, bajo la protección de cascos azules de la ONU, ha sido una muestra más de la inoperancia de dicha institución; las dimisiones llegaron después de que cerca de 8.000 personas perdieran sus vidas ante la mirada de los cascos azules de la ONU, los cuales tenían la misión de protegerlas.
También hubo en la cumbre buenas palabras para paliar el hambre que enferma, mutila y mata, como arma de destrucción masiva; sólo promesas para atajar situaciones de dolor e injusticia que piden acciones urgentes. Con el dinero que se dedica a armamento, sobre todo en EE.UU., se podría acabar con el hambre en el planeta y con las enfermedades endémicas que no se remedian por falta de medicamentos; ahí se hacen cómplices los grandes laboratorios al reclamar la primacía de sus patentes. Dicha actitud impide elaborar medicamentos a bajo coste; una vez más, el lucro de las multinacionales está por encima de cualquier otra consideración. La ganancia se alza como baluarte sagrado al que hay que rendir culto sin importar otros parámetros de carácter humanitario.
El escándalo de Petróleo por Alimentos, norma dictada para Irak en la que se ha visto envuelta la propia ONU, ha sido la gota que ha colmado el vaso de una institución incapaz de implantar normalidad en territorios diezmados por los conflictos bélicos y por las injusticias, además de aplicar una doble vara de medir para ejecutar las resoluciones que ella misma marca. Véase las dictadas para amparar las invasiones recientes de Afganistán ( como legítima defensa), la de Irak (con la resolución 1546 dando el visto bueno a la permanencia de las tropas ocupantes y reconociendo el gobierno provisional promovido por los invasores) y Haití (primero justificó la destitución del presidente electo, Arístide, destitución alentada desde EE.UU., y las posteriores resoluciones, 1529 y 1542 sirvieron para enviar tropas de pacificación). En la otra cara de la moneda están las no ejecutadas sobre la devolución de las tierras palestinas (la más antigua data del año 1967, la -242-) o el bloqueo que EE.UU. exigió sobre Cuba emitiendo resoluciones no vinculantes, aunque dictaminaban la necesidad de acabar con dicho bloqueo. Incluso las zonas “pacificadas”, custodiadas por cascos azules, han sido incapaces de guardar el orden, es más, ellos han vulnerado los derechos humanos en muchos de esos lugares.
Si en la desacreditada ONU no hay reformas radicales, dicho organismo quedará para la historia como lo que pudo haber sido y no fue, ante la pasividad de una comunidad internacional que no supieron estar a la altura de las circunstancias y de las necesidades de la humanidad.
Teresa Galeote. Alcalá de Henares, Madrid.
Redactora, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barelona, 26 Septiembre 2005.