Una lágrima envenenada – por Juan Miguel de Mora

“La piedad peligrosa” es uno de los títulos que, en español y en francés, se ha dado a una novela de Stefan Zweig cuyo título original es “Ungeduld des Herzens”, (“Impaciencia del corazón”) escrita en 1938.

¿Puede la piedad ser peligrosa? Zweig trata de un caso en el que los buenos sentimientos son interpretados torcidamente, lo que da lugar a una trágedia. Pero hay otros casos, más graves porque pueden afectar a muchos seres humanos y, publicada en 1938, queda la duda de si Stefan Zwieg no pretendió decir algo más entre líneas. Porque en 1938 Hitler estaba ya en el poder en Alemania y había comenzado la eliminación de minusválidos, la persecución a los judíos (Zweig lo era) y los campos de concentración en los que se pudrían los alemanes que dirigieron o apoyaron la república de Weimar y la libertad.

Hoy se presenta en México un filme sobre Adolfo Hitler, “La caída”, que trata de los últimos días de Hitler en el bunker cuando ya el Ejército Soviético combatía en Berlín. No he visto esa película, y es importante hacerlo constar, pero he leído comentarios sobre ella. Se dice que presenta a Hitler como un ser humano. Lo era puesto que nació de la especie humana, era como nosotros: un mamífero de los primates más evolucionados. Como usted, como yo. Los horrores de los que fue causante no le quitan su calidad de hombre, como hombres –o mujeres- fueron Calígula, Nerón, Drakul, la condesa Báthory, Giles de Rais y otros seres humanos capaces de los peores crímenes, las más horrendas torturas y los más monstruosos asesinatos. La humanidad ha pagado ya durante milenios la ingenuidad de llamar “inhumano” a quien ignora la piedad y la compasión.

He leído en uno de los artículos sobre “La Caída” que hay una escena en la que a Adolfo Hitler se le escapa una lágrima, una gota de secrección acuosa, incolora, de la glándula lagrimal. Una lágrima es llorar, llora quien se emociona, llora quien siente una tristeza profunda. Sabiendo eso no necesito haber visto la película para entender las consecuencias de esa lágrima. Aquí la piedad peligrosa será la de aquellos espectadores que se conmuevan al ver la lágrima de quien se soñaba amo del mundo, cuando ya sin esperanzas está sitiado, perdido y a punto de suicidarse.

Esa lágrima hará olvidar a espectadores inocentes los torrentes de lágrimas que por culpa de Hitler, y ante la muerte, brotaron de los ojos de gitanos, polacos, rusos, ucranianos, judíos, franceses, holandeses, griegos, españoles, italianos y muchos más. Olvidarán los campos de exterminio, los niños de pecho estrellados, delante de sus madres, contra los muros de Tremblinka, de Auschwitz, de Dachau, los vecinos de pueblos europeos fusilados como rehenes, los ancianos, mujeres y niños asesinados en Bielorusia por destacamentos especializados en exterminio porque Hitler planeaba repoblar ese territorio con alemanes. Hará olvidar a los hombres, mujeres y niños de Oradour sur Glane, Francia, donde el 10 de junio de 1944, fueron ametrallados todos los hombres y las mujeres, los niños, todos los alumnos de primaria que acababan de salir de la escuela y sus maestros fueron encerrados en la iglesia, donde los SS colocaron una bomba antes de cerrar cuidadosamente las puertas. La bomba hizo explosión, la iglesia se incendió y desde fuera disparaban a los que intentaban salir. Todos fueron quemados vivos por orden de un general de las SS. También Lídice, en lo que fue Checoslovaquia, tuvo la misma suerte y en su memoria el nombre completo de nuestro San Jerónimo es San Jerónimo Lídice.

Esa lágrima que un actor hace brotar de los ojos de Hitler puede ser causa de que el público ignorante de lo que fue el nazismo sienta piedad por ese hombre sitiado y derrotado. De esa piedad, muy peligrosa, se nutre el neonazismo que ya brota en algunas partes del planeta.

Esa es una lágrima envenenada.

Juan Miguel de Mora *. Ciudad de México.
Colaboración. El Inconormista Digital.-

* Periodista, profesor de Indología en la UNAM (Universidad Nacional de México), y ex combatiente en la Guerra Civil española con las Brigadas Internacionales.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 21 Septiembre 2005.