La retirada de Gaza y las sinagogas – por Teresa Galeote

Los colonos israelíes de Gaza se retiran, pero quedan sus sinagogas; ¿qué significa? ¿Es un arcano, o es un símbolo sagrado que no se puede destruir cuando se deja el lugar donde se vivió durante años?

Las sinagogas se han convertido en un enigma, y las claves quedan ocultas en el laberinto de las dudas. Los hogares se derriban, pero los símbolos permanecen estables; ostentosos en su aparente humildad, quizá lo que encierran sus muros estén avisando que ellos permanecen para desafiar el paso del tiempo y las leyes de los hombres. Sus piedras albergan las palabras no dichas; esos pensamientos que no quieren hacerse lenguaje, pero persisten sólidos en el interior. Diversos analistas ya han dado su interpretación sobre la permanencia de los lugares de culto judíos. De momento, algunas han sido pasto de las llamas; fuegos prendidos por palestinos radicales que ven en ellas un signo de provocación que guardan los espíritus de los ausentes.

De cualquier forma, veremos si la normalidad se instala en la tierra palestina; lugar ocupado hace tiempo por colonos judíos, potenciados y protegidos por el Estado israelí. Los palestinos, entre la alegría y las dudas, no terminan de creerse que una parte de las tierras ocupadas sean devueltas. Con la retirada, el gobierno de Sharon libera los soldados que protegían a los 8000 colonos de Gaza y podrá reforzar otras zonas que no piensa descolonizar. Una retirada que el gobierno de Ariel Sharon ha realizado sin acuerdos previos que determinasen el cómo y los compromisos posteriores; ahí radican muchas dudas y ciertas reservas de sectores que sólo ven una puesta en escena conveniente para el gobierno de Sharon, contestado desde las filas de su propio partido y desde algunos sectores críticos de la sociedad. Por otra parte, el control del gobierno de Israel por tierra mar y aire en las fronteras de Gaza pone de manifiesto que, más que la creación de un territorio independiente, Gaza tiende a convertirse en un apartheid al clásico estilo sudafricano. La pobreza del millón y medio de palestinos y la dificultad para encontrar trabajo (actualmente el 40% está en paro) es otro elemento que añade incertidumbre al futuro de los territorios descolonizados.

Pero, ¿qué pasará en Cisjordania? Ya lo ha anunciado el gobierno de Sharon. Allí crecerán las colonias; la reagrupación de los colonos. Los problemas, lejos de desminuir continuarán en otra zona ocupada que los palestinos quieren recuperar. Quizá estemos en el primer acto de un nuevo drama que se desarrollará en otro escenario, aunque los protagonistas seguirán siendo los mismos. Esperemos que no, pero los buenos deseos por sí solos no bastan. Los palestinos necesitan recobrar, después de tantos años de lucha y desgarro, la normalidad de la vida cotidiana.

Mientras tanto, el muro, condenado por el Tribunal Internacional de Justicia hace más de un año, lejos de derribarse sigue avanzando y partiendo a Cisjordania en dos, e impidiendo a los palestinos realizar su vida cotidiana; sigue alzándose como símbolo de soberbia y de la fuerza bruta. Otro tribunal, el Supremo de Israel, también ha condenado el muro basándose en la violación de los derechos civiles de los palestinos y obliga a derribar parte de él. Veremos si las resoluciones del Tribunal israelí son tenidas en cuenta por el gobierno de Sharon; gobierno que ha desoído al Tribunal Internacional de La Haya.

Palestina fue colonizada por los ingleses en 1916 y a partir de ese momento la llegada de inmigrantes judíos con miras a la formación de un estado israelí fue una constante. En 1947, después de la retirada inglesa, los palestinos reclaman sus territorios, pero el problema ya estaba creado con los asentamientos judíos y la firme decisión de permanecer en ellos. Las diferentes resoluciones de la ONU, reconociendo los territorios como palestinos, no han servido para que el sentido común y las leyes se hayan instalado en Palestina. Organizaciones, más o menos radicales, vienen luchando por sus territorios sin que la comunidad internacional haya querido involucrarse realmente en un conflicto largo y trágico. Buenas palabras, eso sí, pero una verdadera implicación real no ha existido, nadie quiere molestar al gobierno israelí; el mayor colaborador del “coloso americano” en el próximo oriente.

Hay demasiadas interrogantes para añadir otra incógnita más al drama palestinos. Esperemos que las sinagogas no sean un pretexto para seguir rizando el rizo y crear un nuevo conflicto, aparentemente religioso, aunque sus contenidos sean otros bien distintos.

Teresa Galeote. Alcalá de Henares, Madrid.
Redactora, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 15 Septiembre 2005.