En noviembre del 2002, escribí un artículo titulado “El Brasil de Lula”, donde analizaba la situación brasileña y el grito de esperanza que suponía la llegada al poder de Lula, para millones de progresistas.
Terminaba el artículo con una cita del escritor alemán Gunter Grass que al hablar de Willy Brandt decía que era un político pragmático, pero que no perdía sin embargo de vista las metas utópicas. Esperemos de Lula lo mismo, Concluía: “Lula suerte. Brasil y los brasileños lo merecen. No los defraudes ni nos defraudes a la gente que luchamos por el progreso, la solidaridad y la justicia social”.
En agosto del 2004, volví a escribir otro artículo titulado “la decepción de Lula”. De dicho artículo remarco dos párrafos: “Lula se ha mostrado incapaz de orientar su proyecto político histórico de incorporar a los pobres excluidos. No ha sabido diseñar un plan que defina claramente un cambio de mentalidad de la sociedad brasileña, buscar un equilibrio entre una sociedad tan desigual, donde los sectores más pudientes participen para recuperar a la mayoría pobre buscando un reparto social más justo. Éste debía haber buscado un equilibrio entre estabilidad económica y desarrollo social”.
Terminé el artículo con: “Éste es uno de esos políticos que con discursos de izquierdas luego hacen políticas de derecha. Una desilusión más, y van tantas… pero tengamos esperanza, porque el mundo siempre avanza y la lucha por la justicia y la solidaridad son políticas justas que continuamente reclamamos millones de personas en todo el mundo”.
En este mes de septiembre escribo mi tercer artículo sobre Lula. El motivo es que es la portada de toda la prensa internacional por la altísima corrupción que se está dando en su partido, el Partido de los Trabajadores y en su propio gobierno. Lula está entre las cuerdas. Ante esta gravísima situación, el único grupo que le apoya es el mundo empresarial, curiosa paradoja en un político que venía a luchar para erradicar la pobreza y luchar por la igualdad social.
¿Tan mal lo ha hecho Lula? Si analizamos la actual situación brasileña, podemos decir que la situación económica ha mejorado mucho en términos macroeconómicos, de ahí la alegría del mundo empresarial, el FMI y el BM, es decir que ha estabilizado su economía y ha creado riqueza, hasta ahí perfecto. Esa creación de más riqueza que se ha generado debía haberse destinado a ayudar a la igualdad social y a la erradicación de la pobreza y es ahí donde Lula ha fracasado estrepitosamente, donde su política económica se ha quedado en el más puro neoliberalismo.
En política exterior, ha marcado una cierta independencia brasileña frente al poder imperial, dijo ‘No a la guerra de Iraq’, ha fortalecido el MERCOSUR, se ha enfrentado al ALCA, ha desarrollado políticas de apoyo a otros regímenes progresistas, etc. Pero en mi opinión ha tenido errores como la participación brasileña en Haití bajo el dictado norteamericano.
Un político progresista donde debe distinguirse es en la ética, los valores morales y sociales de su gestión donde la lucha contra todo tipo de corrupción debe ser la máxima de cualquier político progresista. Esta claro que la corrupción la ha generado él, no sabiendo cortarla y también la han aprovechado sus enemigos para acabar con su figura, como símbolo del progresismo, y que al final se haga realidad el refrán “todos los políticos son iguales”.
Los articulistas como yo, analizamos y criticamos la actuación de los demás y especialmente del mundo político desde una óptica moral y ética muy estricta, esa es nuestra obligación, ser una conciencia crítica de la sociedad con el poder.
Un lector habitual de mis artículos me preguntó si en una situación parecida a la de Lula o en otros casos parecidos, ¿No hubieras sido tú corrupto? Posiblemente lo hubiera sido porque el poder es sinónimo de corrupción, donde sistemáticamente te van a ir probando y tienes que tener muy claros tus objetivos. Pero el que yo en un momento determinado pudiera serlo no es óbice para que critique la corrupción con intensidad, y me sienta mal con actuaciones como la de Lula.
En cualquier sistema democrático la corrupción está presente, el político debe tener claro que la corrupción no es admisible poniendo todos los medios para que ésta no se dé, y cuando sea así, actuar sin contemplaciones contra los que la practican. La claridad y la rectitud son normas fundamentales de cualquier político profesional progresista.
A pesar de ésta y otras decepciones y más que iremos viendo, la historia está llena de políticos que prometieron y luego hicieron lo contrario. No debemos desmoralizarnos en absoluto. La lucha por el progreso del hombre y de la humanidad es una cuestión de justicia. La pobreza, la igualdad, el bienestar social, la exclusión son asuntos de tanta importancia que merecen seguir luchando día a día, independientemente de decepciones que nos causen determinados personajes. Millones de personas nos piden que no flaqueemos.
Edmundo Fayanás Escuer. Pamplona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 11 Septiembre 2005.