El huracán Katrina dejó al descubierto las grandes deficiencias de un sistema económico caduco que no sirve para proteger a los ciudadanos cuando lo necesitan. Miles de personas permanecen a la espera de ser rescatadas; la escasez de recursos humanos y técnicos no han permitido la evacuación de personas que están al límite de sus fuerzas; enfermos ancianos y niños morirán antes de que les puedan prestar la ayuda necesaria.
Esos pueblos sureños, que en el año 1861 intentaron una secesión de los estados del norte, hoy se encuentran al borde del abismo y segregados de un gobierno federal que está inmerso en invasiones guerreras de rapiña y destrucción en el que sólo las grandes empresas petroleras y de reconstrucción salen ganando; para eso trabaja el presidente. El Estado más poderoso del mundo, capaz de presupuestar el mayor porcentaje mundial para armamento es incapaz de salvar a ciudadanos que están esperando al borde del abismo.
Los estados sureños se debaten entre la desesperación y el abandono. Miles de hombres y mujeres de Nueva Orleáns, hambrientos, enfermos y deshidratados, esperan poder salir de hacinamiento al que están sometidas desde días en el Centro de Convenciones y en el Superdome. Son los más pobres, en su mayoría negros; son los que no pudieron salir de la ciudad por sus propios medios cuando el alcalde dio la voz de alarma. El sistema público del Estado más poderosos no funciona; lo deja todo en manos privadas, o espera un milagro que salve la vida de los más desfavorecidos.
La actual situación que se vive en los estados sureños de EE.UU. es el resultado de las políticas del gobierno Bush; una política que rebaja los impuestos de los más ricos y que hace grandes recortes en los presupuestos sociales para los más pobres y en el mantenimiento de los diques de la ciudad de Orleans; diques que son vitales para la protección de una ciudad que está por debajo del nivel del mar. La cifra de bajas humanas todavía está por saber, aunque es seguro que serán muchas y cuyas muertes serán responsabilidad del gobierno federal de Bush. El presidente norteamericano no pierde la sonrisa mientras pasa la mano por el hombro de algún afectado que se deja consolar.
Mientras el gobierno se encuentra inmerso en una reordenación territorial de Oriente Medio que deje vía libre a los recursos petrolíferos del mar Caspio, los estados sureños se desordenan y se ahogan en su propia impotencia.
Venezuela mostró su disposición para la ayuda humanitaria y Cuba anuncia su decisión de enviar médicos especializados en este tipo de catástrofes a los estados afectados. Ellos saben mucho de huracanes; el año pasado evacuaron a más de un millón de personas sin pérdidas humanas; toda una lección que muchos deberían aprender.
Teresa Galeote. Alcalá de Henares, Madrid.
Redactora, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 5 Septiembre 2005.