Hace unos treinta años se editaba un libro con el sugerente título de “Viaje imaginario a la españa tranquista«, el autor Moncho Goicoechea, la editorial, como no, Ruedo Ibérico. Aquél espacio de libertad en el país vecino, Francia, que nos dejaba (cuando se podía introducir -con perdón- algo interesante por los Pirineos) algunos títulos emblemáticos del pensamiento, prohibidos por el régimen franquista. Son ejemplo el de Ian Gibson sobre La muerte de García Lorca y la represión nacionalista en Granada, el de Franz Borkenau, El reñidero español, el de Jacques Georgel, El franquismo, de Andrés Nin, Problemas de la revolución española, o de León Trotsky, Escritos sobre España y La revolución permanente, El Laberinto español de Gerald Brenan y La guerra civil española de Hugh Thomas.
Tranquismo es una variante del Franquismo, al que se le pueden aplicar distintos significados. Se le podía aplicar a la tranquilidad (su autor da esa acepción irónica: Tranquilidad viene de tranca, de donde se deriva franquismo que es una variante del franquismo). Se le podía aplicar a una derivación de tranca, o sea, al palo y tente tieso, muy en boga por aquellos tiempos. De todas formas todo tenía relación, la tranquilidad con el que el franquismo repartía con la tranca.
El libro es una serie de entrevistas muy jugosas, todas “imaginarias” donde se ponen en evidencia los aspectos más cotidianos de la época. El autor decía que es un libro objetivo ya que describe la realidad, pese a los intentos de dar “gato por liebre”. Ya que ahí estaba la policía que torturaba, el ejército que era una escuela de zánganos, la farsa de la justicia y tantas otras cuestiones de la sociedad española. Era 1974.
De repente las imágenes de la España más reaccionaria y “tranquista” aparecen en la pequeña pantalla, en la prensa, en las ondas hercianas. Unos elementos que se supone están para velar por la seguridad y cumplir, y hacer cumplir, las leyes, aplican el sistema de la tranca y envían adecuadamente vapuleado al otro barrio a un ciudadano, tras pasar por las dependencias policiales. Menos mal que el portavoz gubernamental para la ocasión, Sr. López Garrido, tranquiliza al personal diciendo que son hechos puntuales. Estaría bueno.
La actuación del máximo responsable de la Guardia Civil se podría considerar de lamentable, si fuese un simple altercado, pero hay una muerte a manos de nueve miembros del cuerpo militar, y el máximo mando de la “cuadrilla” se demuestra que ya ha tenido varios incidentes amenazando a ciudadanos con actuaciones deleznables. Eso sí, los jueces archivaron las diligencias, ahora hay un cadáver por medio, ha tenido, como siempre, que morir alguien para que se tomen (si se toman) medidas.
El Sr. Gómez Arruche tiene menos sensibilidad que una almeja, declaraba el Coordinador General de IU, ante las declaraciones del responsable de la Benemérita. Quizás se quedaba corto, quizás los moluscos se habrán quejado de la comparación.
Antonia, la madre de Juan San Martín, el joven que en febrero denunció al teniente por golpearlo repetidamente estando esposado durante tres días, declaraba que a su hijo le había encañonado en la cabeza y en sus partes, entraba en el calabozo y pegaba. Gracias a otro guardia joven que le cogió del brazo y recriminó la actitud de su superior, amansándole con dar parte de él, el chaval puede contarlo. ¿Se podría haber evitado? Naturalmente.
Pero si teníamos alguna duda de lo que hay detrás de estas actitudes, solo nos tenemos que fijar en el individuo que, camisa azul, pecho descubierto y pistola en mano (lo que es de fogueo solo se puede comprobar, entre otras cosas, si no mata a nadie) irrumpió como salvador de las ancestrales virtudes castrenses.
Es un síntoma muy peligroso este que nos da muestras de que el franquismo sociológico y el tranquismo evidente siguen ahí, está vivo para nuestra desgracia.
Esperamos acontecimientos.
Emilio Sales Almazán. Talavera.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 10 Agosto 2005.