¿Para quién?
En la nueva aldea global, el intento de un acuerdo sobre el tema de libre comercio se ha transformado en una polémica entre vendedores de ilusiones y defensores de causas perdidas.
Cuando las discusiones no coinciden en un marco conceptual de precisión, cuando las palabras y conceptos no son coincidentes entre los actores, el diálogo es entre sordos, más aun, cuando la desconfianza y los prejuicios son el común denominador, es más posible que se imponga el poder a la razón.
Es lo que percibe la simple opinión pública. La vieja historia nos enseñaba al continente Amerícano con tres areas definidas como Norte, Sur y Centro; hoy las ediciones modernas y en inglés nos señalan solo Norte América y Sur América. Lo mismo ocurre con las grandes políticas de lucha contra la pobreza, el poderoso G8 condonará con condiciones 40 mil millones de dólares de la deuda externa de los paises más pobres, mientras invierte casi un billón de dólares en la fabricación de armas. También sorprende que cuanto más se lucha contra la pobreza, los países del tercer mundo quedan más endeudados; debían 25.000 millones de dólares en 1970, 523.000 millones de dólares en 2002. Esta cifra nunca disminuye, al contrario va en un permanente aumento. Los recursos energéticos como el petróleo y el gas han vatido records en el alza de sus precios. Sin embargo los países generadores de estos recursos están sumidos en la miseria y el desempleo o son víctimas de conflictos poíticos o peor aun de confrontaciones bélicas.
Es una boníta ilusión la pretensión de globalizar el mercado, dando posibilidad comercial a los países subdesarrollados o en vías de desarrollo. Sin embargo, mientras el Gobierno Estadounidense trata de imponer tratados en la región como el ALCA o el CAFTA, políticas proteccionistas, como la subvención a la agricultura, son mantenidas tanto por EE.UU como por la UE. La imposición del CAFTA fue sencilla dada la dimensión de los paises que la conforman, el plato fuerte, Sur América va en camino a través de acuerdos bilaterales.
La ciudadanía estadounidense teme que estas políticas globalizadoras, cierren, reduzcan o trasladen el aparato productivo generando desempleo, al igual que la ciudadanía del tercer mundo teme perder en la competencia del libre mercado por su dependencia, por su frágil economía o por la inoperancia de sus gobiernos corroídos con la corrupción oficial.
Mientras los gobiernos y organismos internacionales debaten la lucha contra la pobreza, los actores que se imponen son aquellas corporaciones empresariales que poseen más dinero que la mayoría de las naciones, que han comercializado la política y administran a la gran industria de la información, en defensa de su propio pecunio de acuerdo a las reglas del juego del sistema democrático.
Ricardo Ballón. Baltimore. Maryland, EEUU.
Cartas de los lectores. El Inconformista Digital.-
Incorporación – Redacción. Barcelona, 4 Agosto 2005.