Poder y democracia en África – por Edmundo Fayanás

La descolonización africana se llevó en numerosos casos por procesos de negociación, mediante los cuales, los nuevos Estados adoptaron constituciones democráticas similares a las de los países colonizadores, es decir, se dieron un marco institucional que refleja el sistema democrático liberal.

Pronto se comprobó que este proyecto era inoperante, pues se fueron estableciendo regímenes militares o sistemas políticos de partido único. La situación de la Guerra Fria, que se daba en el mundo en esos momentos, favoreció la permanencia de estas dictaduras como una forma de hacer frente al comunismo en esta zona.

El Estado autoritario, que se implanta en África, es incapaz de llevar a cabo la modernización que se necesitaba, y se fue asentando sobre mecanismos represivos. Como consecuencia de todo ello, se origina en todo el sistema político africano una profunda crisis financiera y de legitimidad política.

Cuando se han dado los procesos electorales, éstos han sido utilizados por muchos de los antiguos dictadores en el poder, o de los vencedores de conflictos civiles, para legitimar sus gobiernos y así seguir recibiendo los recursos de las ayudas.

La política africana sigue luchando por unos recursos escasos, que no beneficia la alternancia política pacífica porque hay demasiados intereses económicos en juego. El Estado africano es el principal instrumento de acumulación, por eso suele estar la lucha por el poder en el centro de los conflictos civiles.

Está cada vez más claro, que los dirigentes africanos eluden cada vez más a la población y en consecuencia se alejan de los procesos democráticos. Se busca más la legitimación de los gobiernos extranjeros y de las instituciones internacionales, la ayuda al desarrollo, el control de los recursos naturales y de la fuerza militar que les permita gobernar para ellos bajo el amparo de una supuesta democracia.

Jeasn Paul Ngounpande, ex primer ministro de la República Centroafricana critica con dureza a los dirigentes políticos africanos diciendo: “Más de cuarenta años después de la oleada de las independencias de 1960 no podemos seguir imputando la responsabilidad exclusiva de nuestras desgracias al colonialismo o al neocolonialismo de las grandes potencias, a los blancos, a los negociadores extranjeros y no sé a quién más. Hemos de aceptar, de una vez por todas, que somos nosotros los principales culpables. El haber basculado hacia la violencia, el laxismo en la gestión del bien público, el robo a gran escala, el no saber aceptarnos entre etnias y regiones, todo esto tiene causas principalmente endógenas. El admitirlo sería el comienzo de la toma de conciencia y, por tanto, de la sabiduría”.

Si el continente africano desea promover procesos democráticos, y los pueblos puedan elegir entre las distintas opciones políticas que en su seno se dan, permitiendo una alternancia, habrá que ayudar mediante recursos económicos a todos los grupos políticos para que puedan desarrollar sus proyectos en un ambiente de libertad.

Con el empobrecimiento económico generalizado de la mayor parte de la población, las prioridades de las personas han cambiado. Los africanos no relacionan procesos democráticos con la reducción de la pobreza, en consecuencia estos procesos llamados democráticos han dejado de ser una prioridad para la mayoría de sus habitantes. Esto está en el origen de la poca participación que se da en las elecciones y que al final solo participen aquellos que realmente se benefician de este sistema y estén interesados en su perpetuación.

La adopción del sistema de partidos no ha resuelto los problemas de convivencia y de desarrollo, pero tampoco lo han conseguido los regímenes militares y los sistemas de partido único, detectándose así un vacío de poder real que va acompañado de factores preocupantes para la convivencia.

Hay un alejamiento cada vez mayor entre poder político y población civil, porque los políticos son incapaces de resolver las necesidades vitales de su pueblo. Esto ha llevado a amplias capas de la población a arreglárselas como pueden, siendo el origen de que muchos jóvenes vean en la emigración a la Europa rica y opulenta, el único camino para resolver sus problemas.

Los africanos son conscientes del asalto que las multinacionales hacen a sus riquezas, siendo la correa de transmisión de los países occidentales, abasteciéndose de petróleo y minerales estratégicos, imprescindibles para mantener su desarrollo económico e tecnológico.

Todo esto lo certifican las palabras de Aminata Traeré, exministra de Malí y fundadora del Foro Social Africano cuando dice “a través de las instituciones financieras internacionales nuestros antiguos amos siguen decidiendo por nuestros pueblos, como en el pasado, con la diferencia de que nosotros ya no tenemos legitimidad para denunciarlos y condenarlos porque ahora pretendemos ser independientes. El voto que podría corregir tantas injusticias y aberraciones se ha convertido en una mascarada. Sólo se aprovechan de él los elegidos en las urnas, motivados por el control de los bienes públicos y de las instituciones para enriquecerse impunemente”.

Asistimos a multitud de conflictos en todo el continente. Si leemos las noticias de los periódicos occidentales veremos que siempre se nos presentan como enfrentamientos étnicos que en muchos casos son fomentados por grupos con intereses económicos muy determinados.

Después de este repaso a vuelo de pájaro, espero que nos permita conocer un poco la grave y espeluznante realidad africana y tomemos conciencia de esta situación y que cada uno desde nuestro lugar hagamos algo para terminar con esta realidad que a casi nadie nos gusta.

Edmundo Fayanás Escuer. Pamplona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 16 Julio 2005.