La aprobación de la Ley sobre matrimonio de personas del mismo sexo, ha levantado una serie de calificativos por parte de los mandamases de la cosa clerical.
Entre otros adjetivos, el obispo de Segorbe-Castellón, D. Juan Antonio Reig, ha declarado que “estoy avergonzado por el ridículo de España”, los ministros vaticanos han alzado la voz con frases como “esto es la destrucción familiar”, “falsifica la condición humana” ó, como ha declarado el cardenal D. Renato Martino, presidente del Consejo Pontificio Justicia y Paz, la ley es “aberrante y contra natura”, (cosa que me parece un pleonasmo).
Pero voy a decir que estoy de acuerdo con la jerarquía eclesiástica en su apreciación de que esta sociedad española, al menos hasta hace poco tiempo y una parte importante de ella, es aberrante, ridícula, absurda, anómala, burlesca, gurrumina y miles más de adjetivos calificativos. Pero precisamente por lo contrario de lo que acusan los prelados de la iglesia oficial. Y los es, en una parte, y lo ha sido, precisamente por aguantar a esta secta de engreídos que sólo se han preocupado de tenernos encerrados en el puño de la ignorancia y en el brazo ejecutor de la mentira, el pecado y la oscuridad.
Una vez pensé, una vez tuve un sueño, en que la jerarquía de la iglesia, y quiero dejar clara la diferenciación entre el poder “vaticano” y la iglesia (los curas, algunos) de a pie de calle, se limitaba a difundir su moral (cada uno tenemos la nuestra) y la enseñanza de sus doctrinas, en el ámbito de lo privado, que es donde tiene que desarrollarse su misión, y dejar de una puñetera vez a la ciudadanía desarrollar su vida, en definitiva, no inmiscuirse en los derechos civiles. Pero parece que los sueños, sueños son, y la cruda realidad es que no viven sin intentar que los demás malvivan.
Y digo que es una sociedad aberrante, ya que no somos capaces de hacer colocarse a los clérigos en sus púlpitos, y dedicarse a propalar las cuestiones a ellos referidas en el lugar que les corresponde. De dejarles de una vez claras cuales son sus lugares respecto a la educación, que la escuela debe ser un lugar de libertad, de creación humanística, y por lo tanto pública y laica. Y que dejen de contarnos pamemas de la misión educativa de sus colegios religiosos, que no son más que una forma de negocio, económico e ideológico.
Que las enseñanzas, que supuestamente, pregonan no tienen mucho que ver con las verdaderas enseñanzas de aquél al que refieren la “fundación” de la religión cristiana. Aquel que expulsó a los mercaderes del templo y cuyos nuevos negociantes tienen hoy en día montado el negocio en los nuevos templos (desde la iglesia al hipermercado o Gescartera).
Que aberrante es contemplar la miseria, el hambre, a los sedientos seres humanos de gran parte del planeta, mientras ellos nadan en lujo y confort de excelentes hoteles papales, y que ignominioso es ver como muere la gente de enfermedades que, ellos son parte del problema, podrían mitigarse si en vez de enseñar fundamentalismos e ignorancia, educaran a las personas en unas relaciones sexuales seguras.
Es una cadena de falsedades todo el montaje que están utilizando para denigrar una cuestión que, al fin y al cabo, es patrimonio de los derechos civiles de los y las ciudadanas. A nadie le obligan a casarse, todos y todas deben tener los mismos derechos y deberes, por encima de cuestiones ideológicas, sexuales o de otro tipo. Nadie asegura que tener unos padres heterosexuales o homosexuales vaya a recibir una educación o un desarrollo humano perfecto, entre otras cosas porque al ser humanos, nadie es perfecto (ni sus señorías prelados). Nadie asegura que tener un padre defensor de las más ancestrales condiciones “españolas y católicas” sea sinónimo de limpieza ética y moral, me da repelús contemplar como uno de los máximos baluartes de ese llamado “foro de la familia” es D. Benigno Blanco, antiguo secretario de estado, y del cual solo recomiendo mirar la hemeroteca sobre sus presuntos escándalos en las presas del alto Ebro.
En definitiva, y siendo consciente del estado de tribulación a las que nos tienen sometido desde los sectores más reaccionarios de nuestro país, quizás vaya siendo hora de emplear un método legal para hacer ver a estos señores que no estamos dispuestos, ni un segundo más, a aguantar con tantos años de oprobio y sectarismo. Quizás sea hora de apostatar.
Emilio Sales Almazán. Talavera.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 5 Julio 2005.