La irrupción de la loca de Challiot – por Francesc Sánchez

En los años cuarenta del pasado siglo, durante la ocupación alemana de Francia, y con una Europa agonizante, Jean Giraudoux escribió una obra de teatro que llevaba por nombre La Loca de Challiot. Ésta obra a grandes trazos esbozaba la caída en la locura en los tiempos modernos de una condesa, que era hija de los viejos tiempos y se encontraba en franca decadencia. En su caída, siendo respaldada por el pueblo llano, luchará contra «el petróleo, el capital y la uniformidad«. Hablará con los responsables de los desmanes del momento, trazara sus planes, y de una forma sorprendente se saldrá con la suya.

La obra de Jean Giraudoux, siendo entretenida, pudiera ser un buen análisis de la coyuntura del momento histórico que atravesó el continente, pero lo que me importa en estos momentos es mostrarla como una pieza llena de plena actualidad. Francia hace bien poco ha celebrado el referéndum para examinar la propuesta para todos, que representa el Tratado Constitucional Europeo. Todos sabemos ya el resultado, muchos están contentísimos, otros tristísimos, y otros como yo, estamos igual de perplejos que si hubiera habido un resultado opuesto al que se ha producido.

¿Qué representa ese No en Francia? Para empezar es un golpe de muerte al actual Tratado Constitucional. Aquí no valen medias tintas, más teniendo en cuenta que habrá más rechazos parecidos. En nuestras democracias jamás se entendería que ese rechazo no fuera tenido en muy importante consideración, mucho menos si tenemos en cuenta que Francia es una de las dos naciones fundadoras ?la otra fue Alemania? en el año 1950 de «Los Acuerdos sobre el Acero y el Carbón», germen del que devendría con el paso de los años esto que llamamos con cierta desgana Unión Europea. Si este argumento no fuera suficiente para algunos, quizá seria necesario recordar que Francia es uno de los estados que más peso económico tiene en la nuestra Liga de Estados Europeos, o lo que es lo mismo: una de las naciones que más dinero aporta a las naciones que más necesidad tienen de mejorar su economía. Por lo tanto, el paso lógico a seguir seria: Modifiquemos la propuesta Constitucional. Sin embargo no todo es tan sencillo.

Para empezar los franceses que se han opuesto a la actual propuesta deberían tener un proyecto unitario de Constitución alternativo al vigente. Y no lo tienen. Los Noes por parte de los descontentos del Partido Socialista francés, de los comunistas del Partido Comunista francés, de los troskistas de la Liga Revolucionaria, de los sindicalistas de CGT y FO, de los sindicalistas del sector agrícola, de los antiglobalizadores de Attac, de los soberanistas de Philippe de Villieres, y de la extrema derecha de Jean-Marie Le Pen, son bien diferentes. Supongamos por suponer, que al menos las fuerzas de izquierdas que han apostado por el No consiguen elaborar una propuesta unitaria; entonces se encontrarían a corto plazo con una falta tanto de caminos como de mecanismos para llevar a cabo su propuesta. Deberían antes de nada hacerse con el poder del Estado francés. Y aún así «sería una propuesta alternativa que emergería de un sólo país miembro de la Unión Europea», hay veinticuatro países más.

Y es por ésta razón que los dirigentes de la Unión Europea han dicho que el proceso «va a continuar». Esto a sabiendas que van empatados: porque sólo otro país ha efectuado un referéndum, el nuestro que apostó ?sufriendo los españoles una mezcla de buen idealismo e ingenua ignorancia? por el «Sí». Van a continuar a sabiendas también que Holanda, el Reino Unido, y seguramente ?cuanto menos? otra nación, suspenderán la propuesta de Bruselas. Siendo previsores, en principio se planteó que la propuesta para la Constitución quedaría invalidada si había cuatro o más países que le otorgaran el suspenso; no obstante este seguro, en vistas al resultado francés ?que para nuestro presidente Zapatero ha sido tan solo «un tropiezo»? se ha ampliado. Así pues ahora, harían falta seis suspensos para enterrar el Tratado Constitucional.

Supongamos que se dan las circunstancias que por ley dictaminan que el Tratado Constitucional ha sido suspendido, o sencillamente que Bruselas se ve incapacitada ?moralmente o económicamente?, por ésta negativa francesa y de otras naciones, a seguir con sus planes, ¿Qué es lo que pasaría? Pues que automáticamente volveríamos al ultimo tratado firmado por los países miembros, el Tratado de Niza. Y es desde ese punto del proceso europeo desde el que se tendría que elaborar una nueva propuesta de Constitución. Sin embargo, con una diferencia.

En la firma del Tratado de Niza ?con fecha del 10 de Marzo de 2001? no se habían incorporado aún los diez países que formaban parte de lo que antes llamábamos «la Europa del Este», pues estos se incorporaron en el 1 de Mayo de 2004; la elaboración del Tratado para una Constitución Europea, por mucho que el texto final lo firmaron los veinticinco países miembros ?y hasta algunos candidatos parcialmente?, se hizo a escondidas por una serie de personas, por encargo de los países que ya formaban parte de la Unión antes del 1 de Mayo de 2004. Estas circunstancias que para algunos de los que han apostado por el «No» ya mostrarían cierta injusticia ?pues fíjense que en este proceso de elaboración del Tratado no se han tenido en cuenta a todos los países que hoy son miembros de la Unión, y no ha sido elaborado por ningún tipo de Parlamento Constituyente?, ante el inicio de nuevo del proceso «con los veinticinco países juntos» podría acarrearles un autentico dolor de cabeza.

Miedos e irracionalidades aparte: La denuncia del vigente Tratado Constitucional como un proyecto ultra liberal, exento de muchos derechos sociales, incapaz de regular el mercado, y con una clara vinculación con la OTAN, realizado a espaldas de los europeos, etc. está muy bien. Pero de iniciarse hoy la elaboración del nuevo texto con todos los países miembros, podría traducirse en la creación de un Tratado bastante peor que el actual.

No pretendo hacer ningún tipo de demagogia barata, si no por lo contrario constatar que los nuevos países miembros pasaron de un sistema soviético a un sistema de libre mercado, sin ningún tipo de regulación política sobre el mismo. Por lo tanto, a no ser que renazcan imitaciones de «los soviets» ?en versión democrática? o se exporten socialdemócratas sobrantes hacia esas tierras, dudo mucho que estas naciones apuesten por una Constitución que anteponga los derechos sociales al libre mercado. Son naciones emergentes receptoras tanto del capital europeo como norteamericano; sin lugar a dudas tienen el mismo derecho a vivir como nosotros, no obstante estos paises son atractivos para las grandes multinacionales por lo barato que resulta su mano de obra, y por la inexistencia de leyes laborales, y unas fuerzas sindicales representativas. Esta dinámica genera e ira generando cada vez más una competencia no entre empresas si no entre países. La mayoría de estas naciones además son nuevos miembros de la OTAN ?pues vieron en ello una antesala para entrar en nuestra Liga?, circunstancia que hará más díficil que Europa se planteé una la salida de este organismo militar norteamericano. Sumada a la ya mencionada competencia entre paises, y a la desvinculación paulatina de algunas naciones de este organismo militar extranjero, el fantasma de la guerra ?otrora alejado del viejo continente precisamente por nuestra unión? puede volver a aparecer. Otro factor a tener en cuenta, es la laicidad: Quizá algunos de estos países se nieguen a aceptar una Constitución sin vinculaciones de primacía religiosa. Lo que podría significar un desastre para nuestras sociedades, plurales en creencias y pensamientos.

Entonces, ¿Significa esto que és mejor aprobar como sea ese Tratado Constitucional? Yo no lo creo, más cuando ya hemos dicho que es deficitario en tantas cosas. No obstante, cuando aparezca una «medida especial» para retocar algunas cosas del actual Tratado ?porque pongo la mano en el fuego de que aparecerá?, quizá no se deban de hacer demasiados ascos. La otra opción ?más cansina, aunque no por ello menos atractiva, pues conlleva la aventura?, sería elaborar como ya he dicho un nuevo Tratado Constitucional, intentando que los nuevos países acepten no solo los puntos que «ya son buenos del actual texto» si no que estén de acuerdo en incorporar las cuestiones que tanto preocupan a los partidarios del «No».

Lo que me gustaría transmitir, es que tanto para esperar que «tomen una medida especial» como para elaborar un nuevo Tratado, con este «No» y los otros que puedan surgir «no es suficiente». No basta pues La Loca de Challiot cuestionándolo todo. Ésta tiene que organizarse y mostrar una verdadera alternativa. Los europeos de izquierdas, que creemos en la libertad, la igualdad, y la fraternidad, no esperamos algo distinto.

Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 31 Mayo 2005.