La crítica, la didáctica o los sesudos razonamientos pierden su ubicación ante una explosión de sensibilidad y ritmo como sucedió anoche en la velada rockera vitoriana ofrecida en el Kinvara Kultur Klub. No precisamente por el gran caché de los intérpretes, sino por la autenticidad de su actuación.
Recuerdo unas palabras de Noel Coward: «He aprendido demasiado de cosas sobre las que es mejor no saber nada». Algo así, algo así. De vez en cuando conviene dejar las alturas reflexivas y experimentar otras vías para transmitir otro tipo de magnetismos individuales y colectivos.
Comienzan a menguar las luces, intentan mantenerse las conversaciones a base de crispar el tono e incluso derivar en exclamaciones; en suma comienza a fraguarse el marco apropiado. Todo contribuye, las chispeantes compañías, una cerveza tonificante o las provocaciones coloquiales entre los asistentes. Preámbulo adecuado para el acontecimiento de hoy, la aparición en escena del grupo La Fuente Verde – Iturri Hezea.
A partir de los primeros sonidos ya no tiene edad el rock, desaparecen los encorsetamientos. Ha renacido la eterna vía de escape a través de la música, con ese espíritu roquero inigualable. Dominan las vibraciones, las pulsiones más personales de cada uno de los asistentes.
Los estremecimientos de Alex provocan los requiebros de su guitarra y los suficientes matices vocales para lograr resonancias irrepetibles. No faltan «Alambradas», «Mundo pereza», «Levántate» o «Una manera de vivir», acuciando al personal que pudiera permanecer indolente. Sus contorsiones y diferentes matices expresivos reflejan esa totalidad del artista de rock.
No queda tiempo para consideraciones, se viven las percepciones con las diversas estrofas y sonidos:
«porque mis fieras andan sueltas…no sé si entenderás…yo estaba buscando al fin una forma de vivir»
«Y allí siempre es noviembre…y cada mes que pasa sigue el Otoño, recostando hojas en su cama»
«Ya entiendo de que vas…ya se acabó…tú no tienes corazón, esa es tú verdad»
«Que prisa se dieran…de hacer de tí una idea…sólo su forma de verte. Se olvidan de tu dolor. Y qué más da»
«Soy un tipo muy normal, pude ser como tú, pero aprení a soñar» «¡Uhh, Uhh!».
Las cuerdas de la otra guitarra son magistralmente dirigidas por Txus. Sus aportaciones vocales ofrecen el matiz más romántico, «que se escapan los trenes, se marchitan las flores» «…donde los principios se pueden comprar» «…los colores que te podrían gustar». Otro tipo de sentimiento más pausado en el juego de contrastes del grupo.
Atrapados por estos ritmos parece imposible que los sonidos y voces no desemboquen en una total anarquía. Rafa cuida las cadencias, adquiriendo el relieve imprescindible para mantener las pautas, la fascinación del ritmo. Los deseos, frustraciones, sensaciones de pérdida o las ilusiones más fuertes, van teniendo su momento al hilo de ese tono marcado por el bajo.
El sabor exige otro complemento imprescindible. En este grupo, y en forma de terremoto, hay que mencionar a Jose Mari. Su trepidante batería no permite el relajo de aquellos que pudieran decaer. Los puntos álgidos de cada sintonía chasquean, estallan trás su empuje infatigable. Potente espoleta dinamizadora de todo el conjunto.
Liberación musical sin dondiciones tendenciosas, ausencia de cánones rígidos, el manantial multiforme no cesa en su emisión de pulsaciones. Aquí no se trata de definiciones, son matices expresivos que circulan por otros derroteros menos controlables.
La aficción al rock genera un toque cultural genuino. Con especial énfasis en estos grupos que todavía no alcanzan el estrellato, ni tampoco se han estrellado. Precisamente porque mantienen esa rebeldía mental de afrontar las normas excesivas, sumando sus cualidades al servicio de un vitalismo sin máscaras.
Así logramos quedarnos con un regusto de buenas sensaciones, alegría y compañerismo. Si en otros campos sucediera lo mismo, en nuestra sociedad podrían cantar los intérpretes de rock, los gallos y hasta los afónicos.
Rafael Pérez Ortolá. Vitoria.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 15 Mayo 2005.