Mayo empieza con la reivindicación del Día Internacional del Proletariado, y con la exigencia de condiciones de trabajo dignas que nos garanticen un bienestar colectivo e individual. Comienza con manifestaciones, gritos, consignas, con sueños, con deseos, con utopía.
Hace casi cuarenta años, veinte más de los que tengo en el haber de mi experiencia personal, en París sucedía uno de los hechos históricos más trascendentes de nuestra historia reciente. El Mayo del 68, del que hoy mi generación poco sabe, pero que fue un punto de inflexión, no por el resultado del proceso, ni por el proceso en sí, sino por sus causas.
En un país como Francia que en esas alturas del siglo XX vivía en una situación de buena marcha económica y productiva, con el levantar que supuso la pos-guerra, fue absolutamente imprevisto que se iniciase un proceso de rebelión atípico y absolutamente inusual, que no entra en ningún modelo estandarizado de proceso revolucionario. El Mayo de 68 creó categoría de producto, como se dice en marketing y publicidad.
Sorprendió de entrada el protagonista de esa rebelión. Apareció por primera vez la juventud, el estudiantado, como actor protagonista de la vida social y política. Nació de aquella el poder estudiantil. Eran los 60 y Martin Luther King y Kennedy fueron asesinados. El Ché era asesinado en Bolivia. Cuba comenzaba su revolución tras la toma del poder y la expulsión de Batista. Momentos históricos dificiles. Era la generación que superara la posguerra, que nunca pasara hambre… En cambio, iniciaron un proceso de lucha que aún nos emociona a los románticos de la política, a los que aún soñamos con utopías y hablamos de política en su sentido más genuino, y no del concepto desgastado de juego institucional tantas veces devaluado.
Lo sorprendente fue que no existía una causa definida, como tal, para esa rebelión. No se enfrentaban ni a una dictadura, ni a una crisis económica, ni a un estado de excepción. Pero lo que se cuestionaba en el París de consignas de Jean Paul Sartre no era una circunstancia, se luchaba contra el establishment, contra el sistema en su totalidad, y sobre todo contra el modo de vida de aquella época. No se pretendía parchear el sistema, se pretendía derruirlo a golpe de adoquín, slogan en grafitti y consigna en la calle.
El 13 de Mayo de 1968 más de un millón de franceses, estudiantes, obreros, artistas… se manifestaban en París, en una de las mayores manifestaciones tras la liberación del nazismo en 1945. Paró la Renault, y los movimientos de la izquierda organizada, siempre tan desconfiados, se insertaron de pleno en ese proceso, en el que las fuerzas sindicales sumaron su empuje al estudiantado.
Pero todo se terminó. De Gaulle convocó elecciones y ganó de nuevo, aunque tuvo que retirarse al año siguiente. Dice Ismael Serrano (en «Papá cuentame otra vez»): «Papá cuéntame otra vez que tras tanta barricada / y tras tanto puño en alto y tanta sangre derramada, / al final de la partida no pudisteis hacer nada, / y bajo los adoquines no había arena de playa. // Fue muy dura la derrota: todo lo que se soñaba / se pudrió en los rincones, se cubrió de telarañas, / y ya nadie canta Al Vent, ya no hay locos ya no hay parias, / pero tiene que llover, aún sigue sucia la plaza.»
Seguramente de haber existido algún catalizador, una correa de transmisión, una estructura organizada sobre la cual asentar ese proceso de movilización social, muchas de las reivindicaciones habrian tenido calado, como triunfaron en la Rusia del 1917; pero allí estaba el leninismo como medio para la construcción de una sociedad socialista.
Pero aquel proceso que hizo temblar al gobierno de la siempre estable democracia francesa, y mirar con miedo al resto de gobiernos europeos, evidenció el poder de la juventud, y de alguna manera el poder de los sueños, de la utopía. «Sean realistas, pidan lo imposible», rezaba algún conocido grafitti en las paredes de París.
En Galiza la respuesta del Nunca Máis llegó a emocionarnos, creyéndonos parte de una gran ola de cambio que inundaría el país; agua fértil del cambio que Galiza necesitaba y necesita. Pero decepcionaron los resultados políticos reales… Quizás debimos darle tiempo al agua para que encontrase la semilla, ¿será este 19 de junio? Soñemos con una Galiza de cambio, con Fraga en la oposición y con Quintana de Presidente. Soñemos con una Galiza orgullosa de si misma, que ya no esté rendida a los pies de la metrópolis. Construyamos ese sueño.
No renunciemos a soñar, a desear, a creer en la utopía de una sociedad justa, igualitaria, plural, en la que se respete la diferencia, en paz, y que respete el medio ambiente, de una sociedad en la que la carta de derechos humanos sea realidad diaria… no renunciemos al sueño de socializar el derecho a la felicidad. Pero construyamos esos sueños, esos deseos, desde el presente, como en el Mayo del 68, desde nuestras propias vidas. «Pensar juntos, no. Empujar juntos, sí.» No renunciemos a la revolución, soñémosla, ¡hagámosla!
«Nadie se nos subirá si no doblamos la espalda» (Martin Luther King).
* Xabier Pérez Igrexas (www.contradiscurso.tk) es ex-secretario general de los Comités Abertos de Estudantes (CAE) y fue miembro de su Executiva Nacional. Fue también miembro de la Dirección Nacional de Galiza Nova. En la actualidad participa en el movimento vecinal, y colabora con artículos de opinión en diferentes medios de comunicación.
Xabier Pérez Igrexas. Vigo.
Colaboración. El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 11 Mayo 2005.