Bizitzamendi: epílogo – por Rafael Pérez Ortolá

Al iniciarnos en el accidente de la vida, se van configurando una serie de percepciones. Desde los avatares más insospechados todos vamos delineando situaciones únicas. Sencillamente, porque cada uno vive la propia situación intransferible. De ahí su carácter indelegable. Es mí vida.

Carecemos de la capacidad de un verdadero genio, por eso no alcanzamos a conocer por donde discurren los caminos, y menos aún, donde se inician o adonde conducen. Tratamos de interpretar los aconteceres, siendo evidentes las dificultades para conseguir aciertos. Nos solemos conformar con eso de conseguir algo verosímil, posible.

Muy equilibrados tampoco andamos. ¿Porqué? Sencillo, es exclusivo de la muerte eso del equilibrio y la estabilidad. Las vivencias nos arrastran por un dinamismo inestable, siempre desequilibrados. Como malabaristas luchamos para no llegar a caer del todo. Contamos nuestra vida, elucubramos, hasta razonamos; pero, sobre todo, interpretamos con desigual fortuna las maneras de pensar la vida.

Y que quieren que les diga, me asusta eso de que pretendan endosarme una vida ya escrita en un libro, en una patria, en una obsequiosa ofrenda que lo tiene todo pensado. Mí vida, las vidas particulares, quedan arrumbadas y desvalorizadas. ¡Tantas barbaridades han partido de esas exposiciones monolíticas! ¡Qué manía de configurarnos desde fuera!

Si la vida dice algo, es que la esencia maravillosa pugna en el interior de cada persona. Su trascendencia es importante, porque capta esencias idénticas en los demás y esa relación enriquece el sentido del conjunto. Desde luego es un reto difícil, en especial si uno contempla las tendencias al uso en los comportamientos.

Duele, duele la vida. Por aquí puyazos, por allá desastres, turbulencias e hipocresías, y menesterosos siempre. Por eso precisamente, porque nos duele, resulta crucial la reacción que no acaba de llegar, siempre esperando a Godot. No debe de ser tan claro ante el panorama ambiental. De ahí, lo grandioso de la aventura, empequeñece las aventuras novelescas.

Sólo existe un comportamiento satisfactorio, debatirse por estar a la altura de lo mejor. Y eso emana de tres focos primordiales a disposición de la humanidad, verdaderos impulsos del MONTE de la VIDA:

– ARTE DESCUBRIDOR. No debiera ser necesario el adjetivo, es una manera de insistir en el verdadero arte. Capaz de enseñarnos realidades nuevas, de ampliarnos los horizontes, de ayudarnos a valorar mejor las cosas. Me pregunto porqué habrá tan pocoa crítica que nos ayude a todos a buscar ese tipo de arte. El riesgo nos lleva a atrofiar las sensibilidades, y con ello se promoveran actitudes más mostrencas. La vida necesita estos descubrimientos, ¡nos queda tanto por mejorar!.

– INTELIGENCIA. ¡Qué se ejerza como tal! Desde los primeros pasos en el mundo, la adaptación requiere pensar y adoptar actitudes, comprobando como es una tarea que no finaliza nunca. Si tantas son las penurias, excesivos los laberintos y notoria la estupidez humana, convendremos en la conveniencia de efectuar una llamada a lo que quede de inteligencia. Sin eso, ¿quedan humanos?

– CREATIVIDAD. La capacidad ideativa, la formulación de proyectos por cada persona, se convierte en otro componente definitorio y básico

El actual BIZITZAMENDI trata de resaltar este enfrentamiento de cada uno con la vida, llegados al accidente, ante vacíos y dudas, entre algarabías y tempestades, ¿Qué pintamos nosotros? ¿Pintamos solos? ¿Qué representan los otros? ¿Es únicamente cuestión de fuerza? y además, si nos duele, si no podemos más, si no sabemos que rumbo tomar, ¿Cómo salimos del paroxismo?

Tenemos tantas carencias que las cualidades del mejor arte, la inteligencia y la creatividad no suelen bastarnos. Es en ese punto cuando la disposición de cada cual en el MONTE de la VIDA le hace agarrarse donde puede, y yo añadiría, y también agarrarse donde no puede, muchas veces sucede así.

Entre esos asideros estarán las CREENCIAS, IDEOLOGÍAS, EXPERIMENTACIONES y todo lo que cada uno considere oportuno. Aquí es importante recalcar dos conceptos notorios, aunque se tiende a olvidarlos. Como no hay ningún humano con toda la sabiduría, parece evidente que no debieran imponerse estos complementos. ¿Porqué se olvida esto? Y el segundo concepto es el conjugar el verbo participar, participar exige un individuo libre en busca de su entidad propia.

Por eso, BIZITZAMENDI lleva toda la carga de unos especiales seres vivos, dispuestos a experimentar la apasionante aventura , a elevar las cotas de bienestar para todos, y permitir esa ensoñación de un proyecto, una esperanza, por el momento utópica, pero sin la cual difícilmente se podría continuar.

Talante crítico, ilusión vital y proyección trascendente hacia los demás. Y de ahí…total apertura, ampliando los horizontes al más alto nivel. No sea que nos pase como al sol de aquel proverbio armenio: «Avergonzado de lo que ha visto durante el día, el sol enrojece por la noche».

Rafael Pérez Ortolá. Vitoria.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 10 Mayo 2005.