En una primera valoración no parecen plantearse discusiones. El clamor social se enfrenta al dopaje y a los organismos controladores les entran ramalazos de puritanismo cumplidor. Enseguida podremos apreciar que, ni el clamor es tal, ni los ramalazos se transforman en intensa continuidad. ¿Qué pasa aquí? ¿Todos estamos de acuerdo? ¿No hay manera de erradicar el problema?
Como escribe el magistado Alberto Palomar, «No aparecen en el plano penal intereses que deban ser protegidos para la punición del acto del dopaje». Todo son reproches, sociales, sanitarios o jurídicos. Se conviene en reclamar el fin del dopaje, pero la realidad nos comunica una gran difusión del mismo. En una primera aproximación se pregunta el magistrado si el marco normativo es suficientemente claro.
Al abordar estos comportamientos estamos involucrados todos, primordialmente los deportistas y adláteres, con menor relación toda la sociedad y cada uno en particular, con sus diferentes actitudes ante el uso de sustancias dopantes. Existe toda una trama social que se aproxima al deporte, bien como practicantes, los numerosos expectadores, familiares de los implicados en el asunto , así como diferentes tipos de profesionales o colaboradores.
Emergen varias paradojas al socaire del empleo de tantas sustancias dopantes:
1ª PARADOJA: Todo comienza con la pretendida ayuda sanitaria al deportista, necesaria, no discutida y por tanto deseable. Surgen los problemas un poco más allá, con unos límites imprecisos, al tratar de mejorar las marcas de cada especialidad deportiva. Dado que a veces se emplean sustancias muy novedosas, aquello se convierte en una verdadera experimentación. Incluso a nivel científico, no siempre se conocen los efectos nocivos de las sustancias empleadas.
Ese conjunto refleja con nitidez esta primera paradoja, ante los CUIDADOS iniciales, los DESCUIDOS posteriores, por llamarlo de una manera suave.
2ª PARADOJA: Se SABE y se CALLA. Me pregunto cuantos desconocen el empleo masivo de sustancias con influencias orgánicas en las actividades deportivas. Partimos de las dificultades para saber los niveles a partir de los cuales han de considerarse dopantes, qué sustancias o moléculas se van introduciendo en este campo y tantas derivaciones del asunto.
Precisamente, en la medida de los excesos y trampas, se va introduciendo también la capa de silencio envolvente, los subterfugios, que si se trata de sustancias naturales, sólo son vitaminas o comentarios similares. Pocas personas dudarán del empleo frecuente de estos métodos nocivos y fraudulentos. Yo no conozco a ninguna que considere el dopaje en mayor o menor grado como algo rarísimo.
3ª PARADOJA: Ante la PRECISIÓN y lo sibilino de las trapisondas seguidas para usar estas sustancias, nos encontramos con una imágen de IMPERICIA o IMPOTENCIA para hacerles frente.
Observamos redadas espasmódicas en carreras ciclistas famosas, aparatosas y registrando hasta la señora de la limpieza. Mucho aspaviento. No vislumbro el mismo énfasis en la continuidad de la lucha, en seguir la elaboración de las sustancias, lugares de producción, distribuidores, investigaciones científicas, etc.
La avanzadilla dopante evidencia una perspicacia y tenacidad sorprendentes. No alcanzo a distinguir una finura investigadora similar, ni una tenacidad que pueda hacerle sombra a la primera.
Tampoco echemos todos los improperios a lo trabajadores en estos campos. ¿Qué grado de tolerancia, implicación o interés aportamos cada uno de nosotros?
4ª PARADOJA: Aquí parto de la impresión más global de la sociedad. NO se COMBATEN, se TOLERAN este tipo de comportamientos, es más a veces se exigen. ¿Qué pasa con los espectadores nunca satisfechos? ¿Intereses económicos? ¿Es cierta nuestra idea de buscar la erradicación de estos comportamientos? ¿Sólo atañe a los deportistas? El problema constituye un fondo que nos corresponde a todos.
Por detrás de estos contrastes se manifiesta una cultura deficiente del hecho deportivo, de una competición sana, de una valoración correcta de las victorias y derrotas. Una vez más estamos ante la imperiosa necesidad de pensar, pensar en este caso el hecho deportivo.
Siendo importantes las normativas, investigaciones y labores policiales, pienso en la necesidad de madurar unas posturas socioculturales meritorias. Tendemos a descargar demasiado la responsabilidad en el regulador y la norma que luego no respetamos. Cuando el decreto y la sanción no acaben de encauzar estos comportamientos, los componentes de la sociedad deberán pronunciarse; pero, además, comportarse, y exigir conductas a tenor de esos pensamientos.
A ver si al final hemos de concluir que no existen tales paradojas. Porque el libertinaje disfrazado de libertad pensamos que es conveniente, porque no nos importa un bledo toda esta monserga, por aquello tan manido del dejar hacer, y a ver si yo puedo beneficiarme también.
No es cuestión de ceñirse de forma exclusiva al ámbito deportivo. A poco que ahondemos, detectaremos el empleo de sustancias más o menos dopantes en toda la gama social. Por eso será bueno plantearse los criterios para establecer un uso adecuado de las mismas.
¿Quién es capaz de pensar cuando nada tiene significados válidos? Y sin esa reflexión, ¿cómo vamos a establecer criterios?.
Rafael Pérez Ortolá. Vitoria.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 3 Mayo 2005.