Hace unos días recordaba, al escribir sobre la vivienda, lo difícil que resulta acceder a un derecho constitucional con el salario de un trabajador. Y me venía a la memoria la sentencia del llamado caso “Botín”. Pensé que esto no tiene remedio, que cada vez la esperanza se esfuma, que esta sociedad capitalista está reñida con la justicia social y con los derechos humanos. Que la ética y el sistema son incompatibles.
¿Cómo se puede admitir que el Sr. Botín regale (con el dinero de la empresa, con el dinero de la usura) a sus amigos unas indemnizaciones y pensiones millonarias, bajo el pretexto de los servicios prestados? Unos pagos que el Banco Santander abonó a los Sres. Amusátegui y Corcóstegui por un importe de 43,7 y 108 millones de euros, respectivamente, cuando abandonaron la entidad en agosto de 2001 y febrero de 2002. Nuestra justicia, nuestras leyes, amparan las medidas por el curioso argumento de que “estas retribuciones dependen de criterios, necesidad, calidad, eficacia en la gestión, etc. La fijación depende, en definitiva, del mercado”. La vergüenza, la dignidad, la ética, etc, no cotizan en el mercado. Y los demás españolitos de “a pié”, después de años de servicios prestados a la “patria” del capital, ¿qué nos queda? Mendigar una hipoteca para tener un piso de ¿30 metros?, suspirar por llegar a los 65 años (en el mejor estado posible) para cobrar una pensión que nos permita sobrevivir, o esperar que nos prospere el despido gratuito (el despido libre lleva muchos años implantado). Pedir limosna te tocará si la empresa a la que has prestado tus servicios se le ocurre “deslocalizarse”, presenta un expediente de crisis o cierre patronal, el capital no tiene patria, su nacionalidad es la cuenta de resultados. Eso sí, no dispondrás de un gabinete de abogados con una minuta de 500 euros la hora (y seguro que encima les desgrava).
Hace poco visité una de esas ONG’S dedicadas a solventar los problemas presentados cuando quieres hacer valer tu derecho del artículo 47 de la Constitución. Incauto pregunte sobre un crédito hipotecario para acceder a una vivienda de precio bastante módico para lo que el señor mercado dicta. Una importante cantidad de mi salario mensual debía ser dedicado al pago de la hipoteca, con lo que la posibilidad de comer se alejaba de manera cierta. Eso sí, el préstamo se me daba hasta los 65 años, ya que al parecer es probable que tras 50 años trabajando las posibilidades de cobrar una pensión no las deben de tener claras. Ya me dijo una vez mi amigo Arsenio que o te haces un plan de pensiones, con lo que vas a malvivir hasta tu jubilación, o malviviras durante tu jubilación. En resumen, que de una manera u otra, te toca malvivir.
Llega la hora de dormir, alcanzo un libro de la estantería, una obra que consta de tres historias. No son obras de los hermanos Grimm, ni de Julio Verne, ni de Lewis Carroll, es una edición para los estudiantes de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de la Constitución Española y del Estatuto de Autonomía de Castilla la Mancha. En sus artículos se pueden leer bellas frases. “Toda persona tiene derecho a una remuneración equitativa y satisfactoria, que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la dignidad humana y que será completada, en caso necesario, por cualesquiera otros medios de protección social”, y así muchos artículos. En la radio sonaba la música, los Celtas Cortos, y decían “cuéntame un cuento y veras que contento, me voy a la cama y tengo lindos sueños”. Tuve sueños dulces. Soñé que existía un planeta, en otra galaxia, donde se vivía de acuerdo con los principios del cuento.
Emilio Sales Almazán. Talavera.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 23 Abril 2005.