En los últimos días Ecuador ha visto como un presidente se ha convertido en un dictador, y como el pueblo se ha alzado y lo ha echado abajo. Los estudiantes, trabajadores, y sus familiares ya con cierta edad, convertidos en forajidos y calentados ya por la clase política desde años atrás, han girado la pirámide del poder durante algunas horas. Portando banderas nacionales, golpeando cacerolas y a gritos de «Lucio fuera» y «que se vayan todos» primero fueron reprimidos duramente por la policía, pero después supieron comunicar al Congreso que lo que más convenía era la destitución del presidente. Éste huyendo de su pueblo intentó abandonar el país desde el aeropuerto, pero allí centenares de quiteños impidieron el despegue de su avión. Huyendo de nuevo y ahora a bordo de un helicóptero, quizá con ayuda del ejercito —se dijo en algunos momentos que había sido detenido— terminó recalando en la embajada del Brasil, dónde pidió asilo político. Y allí continúa, custodiado por algunos soldados, y preso por su pueblo.
Palacio, el nuevo presidente, poco después de jurar su cargo, asustadizo y asediado —bien por forajidos, bien por infiltrados— pidió ayuda a través de las ondas de la La Luna porque no se fiaba ni del ejercito ni de lo que parecia su pueblo.
Al parecer ningún partido político, ni potencia extranjera controlaba a la turba de gente, ni siquiera una emisora de radio… Los forajidos, esas decenas de miles de personas, si hemos de juzgar por los hechos, se controlaban así mismos en un perfecto orden.
Estas cosas aterrorizan mucho, hay que ir con mucho cuidado, porque estos últimos días —por lo menos durante algunas horas— Ecuador no ha vivido sólo unos disturbios incontrolados —que también— si no unos momentos anárquicos. Y esto es lo debería de asustar a algunos, que las personas puedan en plena libertad dejar de depender de la pirámide de poder, sin que por ello irrumpa el caos y la destrucción más absolutas.
Quizá ha habido suerte, el debate seguirá como siempre abierto. Ahora Ecuador vuelve a la normalidad, su economía maltratada por la oligarquia y parte del extranjero, injusta en el reparto, depende del sector terciario y de la industria del petróleo, se hacen ascos a los políticos pero de alguna forma se ha de gestionar —¿podríamos decir canalizar las fuerzas vivas?— el país.
Deberán de limpiar los partidos políticos y las instituciones, pensar que tipo de democracia quieren —quizá más participativa—; si pretenden seguir con el sistema capitalista, por medio de que formulas se puede potenciar lo público para disponer de una buena educación y sanidad, y de que forma poder ejercer un mejor reparto de las riquezas: el petróleo. Crear alianzas estratégicas necesarias en Latinoamérica y con Europa, etc. También pueden seguir como siempre —mal—, o pueden fijarse en otros modelos políticos y económicos —no funcionaran y mucho menos convencerán—. Será cuestión de ponerse a la tarea, hacer y luego creérselo. Cosa distinta es que puedan por si mismos, y claro: que les dejen hacerlo.
Francesc Sánchez – Marlowe
Redacción. Barcelona, 22 Abril 2005.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 22 Abril 2005.