Presentamos un artículo del periodista libanés Joseph Samaha publicado, en el periódico Assafir, en dónde nos habla de las dos corrientes políticas que han emergido con más fuerza desde el asesinato del presidente Alhariri.
Inestabilidad y tensión en El Líbano
Dos sensibilidades dentro de la oposición: Dos líneas para la elegía de Alhariri – por Joseph Samaha
Sobre el escenario de la vida política libanesa, y en la plaza del Mártir, más concretamente, todos lloran por el Presidente Mártir Rafiq Alhariri. No es quien más lagrimea, necesariamente, el más “Alharirista”. Una cautelosa revisión de todos los discursos de las elegías que se han lanzado, indican que estamos ante dos sensibilidades muy distintas: la elegía por la pérdida y la elegía por la ganancia.
“La elegía por la pérdida” se centra sobre los logros del mártir, su pasado humilde, su compromiso nacionalista, su papel político en el interior, su relación, aunque fuera solo por su parte, con Siria, y su participación en proteger la resistencia a través del “Acuerdo de Abril” (1996). También, se centra, y por causas relacionadas con el acto criminal, sobre la investigación internacional y sobre los responsables de los aparatos de seguridad. Rechaza, por el momento, participar en el gobierno y reivindica unas elecciones rápidas y justas. “La elegía por la pérdida”, insiste en vincular todos los movimientos populares con la protesta por el asesinato del líder del proyecto y resucitador de la esperanza, y también, para rechazar la guerra, sus benefactores y las probabilidades de su reanudación. Pretende, desde la lealtad, darle al mercadeo, el significado que se lo quiso dar su constructor. “El Acuerdo de Taef”, es la frase más repetida para los de éste equipo, e invocar a los de “La Corriente”, por su importancia y la necesidad de su continuidad, es su preocupación permanente. Lo que está claro, es que existe una conciencia de la extrema dificultad para rellenar el vacío dejado, y para resolver el problema del gran tamaño del “sillón vacante”, llegan a celebrar conferencias de prensa cerca del mausoleo y se preguntan sobre la probabilidad de una “Unidad Nacional”, con Alhariri yaciendo en su última morada. Es una elegía llena de tristeza y preocupación.
“La elegía por la ganancia” tiende a centrarse sobre Siria y sus prácticas, dirigiendo las acusaciones a toda la etapa anterior con una “mezcolanza” sobre el reparto de las responsabilidades. Los compositores de la “elegía por la ganancia”, se reafirman en que la importancia de Rafiq Alhariri se descubrió cuando murió, y no paran de acrecentar las loas para el emblema ya ausente, y no para el líder. Y cuando toca hablar del “Acuerdo de Taef”, observamos como recuerdan que nunca se había aplicado para que fuera la base de una probabilidad para librarse, aunque sea parcialmente, de él en un futuro próximo. “La elegía por la ganancia”, desliza hacia el pronunciamiento de esa terrible frase rica en sus conjeturas tácitas: ¡Ha conseguido realizar Alhariri para el Líbano con su muerte, lo que no pudo hacer en vida! Y para divagar esta terrible frase, anublándola, y vagar sobre su significado, se vierte mucha palabrería sobre la unidad nacional realizada alrededor del mausoleo, ignorando de forma asombrosa, el significado de “Alharirismo” en cuanto a la política y los equilibrios internos libaneses. “La elegía por la ganancia”, conduce directamente hacia una generalización cargada de ideología suprema y exagerada sobre “La Unidad Nacional”, sobre la disolución de las diferencias, sobre el contenida libanista de las movilizaciones y porque un sector de libaneses, descubrió lo que el otro sector decía era cierto, pero no en cuanto a la interpretación directa de las protestas sobre ciertas prácticas, sino, a una interpretación “civilizadora” que distingue al Líbano de su entorno árabe. “La elegía por la ganancia” rellena (lo intenta) el recipiente vacío, con un contenido soberanista hacia y contra Siria, frente a otro contenido hacia Israel. El asesinato, ha facilitado el encuentro entre las dos alas, habiendo conducido a la retirada de Siria, así pues, es un buen augurio para el levantamiento del pueblo unificado que se vislumbra en el horizonte, y que la estabilidad acompañada de la prosperidad están al venir, los capitales también, se detendrá la emigración y la esperanza está en el cruce de caminos. Es una elegía llena de alegría y esperanza. No hay mal, que por bien no venga.
En “la elegía de la tristeza”, se anhela al hombre-líder, protagonista del rol, del proyecto, del equilibrio y de las relaciones árabes e internacionales. Parte desde la concienciación aguda de que estas cosas pueden ser insustituibles, al menos, no será tan fácil. Presentan ésta elegía, elites y dirigentes que sienten algo de orfandad y temen por unas posturas, unas orientaciones y unas opciones. Temen que la pérdida del hombre excepcional, pueda declinar la posibilidad de ofrecer acuerdos con Siria y con el exterior, protagonizar un papel decisivo para perfilar los rasgos de una pacificación interna, e ir con ella, hacia el espíritu del “Acuerdo de Taef” y el reparto que se acordó de las competencias, y de los papeles que juegan las presidencias y las instituciones.
En “la elegía de la alegría”, se habla del hombre-emblema, cuya ausencia, se convierte en una condición para un nuevo relanzamiento, desatado completamente de su capacidad para controlar, sintonizar y dominar su marcha. Así entonces, el nuevo acontecimiento podría sustituir al vacío creado, a sabiendas de que el acontecimiento, está pasado sobre la retirada de “la huella” política y económica de “Alharirismo”, y sobre el traslado de “los chiítas” hacia la autodefensa, y sobre el ascenso de una nueva vitalidad que recuperó sus contactos externos, y que considera, que ha sido marginada durante largo tiempo y que es hora para recuperar el derecho perdido.
Tras las multitudinarias manifestaciones, tras los eslóganes unificados, tras las banderas libanesas, tras las movilizaciones semi diarias, tras las visitas al mausoleo de todas partes y de todas las confesiones, tras el folklore tergiversado, la cruz, las iglesias y los minaretes…tras todo ello, se pueden distinguir éstas dos líneas distintas de elegías: la línea de los tristes que saben cuanto han perdido, y la línea de los socios en la tristeza que ya son conscientes de cuanto pueden ganar. La manifestación une a ambas partes. Se avecinan. Lanzan sus discursos. Llevan las mismas pancartas. Participan en las conferencias. Ambos discursos se asemejan en las formas y se intercruzan, pero no resisten ante un análisis serio del guión, porque existe una sensibilidad diferenciada en cada uno.
El asesinato de Rafiq Alhariri es una pérdida. Podríamos escoger de “la elegía de la alegría” lo que queramos de emociones, sin embargo, el realismo está en “la elegía de la tristeza”. El Líbano, hoy, es un país disperso, desunido y fracturado. “La leyenda de Alhariri”, no es universal, porque interfiere en la exposición de cada grupo y obtiene su significado, haciendo variar los significados. El país débil, como lo vemos, y no como lo ven “los regocijados en su tristeza” por Alhariri, necesita, más que nada, una columna vertebral, un eje dominador y una masa histórica capaz de preservar su unidad y administrar sus relaciones y sus vínculos, determinando su posición, ante las cuestiones que se acechan en la zona. Si algo anhelamos, será esto. Una cosa es, esta necesidad, y otra cosa es, la eternización de sus opciones, es decir, que este “polo dominador” es una necesidad existencial para el Líbano hasta para quienes quieren, en nombre de la democracia, oponerse a su política. La experiencia demuestra, en la etapa posterior al Taef, que Rafiq Alhariri ha sido, de entre todos los políticos libaneses, el que mejor representó ésta probabilidad, así también, demuestra que el actual escenario político, carece de dicha probabilidad, lo que a su vez, abre las puertas de par en par para las aventuras, los golpes de estado, las modificaciones dramáticas y las insoportables curvas. Por eso, el asesinato es una pérdida, y ésta es una verdad ante todo aquel que dice, que es una oportunidad. La sabia moraleja política, está en la búsqueda en lo máximo de las posibilidades para delimitar la pérdida. No hay lugar, objetivamente, para cualquier ilusión que ensalce a la oportunidad, ni económica ni políticamente, y incrementar la capacidad para aprovecharse de ella.
Quien observa la conducta de los opositores, con su variedad, notará que ésta variedad muestra, particularmente en las diferentes reacciones sobre varios temas, inflexibilidad sobre unos temas más que otros y un notable contraste entre las prioridades. Pero la variedad aparece, más específicamente, en las elegías por Rafiq Alhariri, con lo que ello significa de diferenciación de las intenciones por el futuro del Líbano.
Joseph Samaha es un periodista libanés que escribe para el periódico Assafir, lugar donde apareció éste artículo pasado 15 de Abril de 2005.
Traducido del árabe por Jamal Halawa. Olias del Rey. Toledo.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 19 Abril 2005.