El viaje inútil – por Rafael Pérez Ortolá

La utilidad es un concepto que suele estar muy manoseado. Tanto es así, que no suele pasar de un simple ajetreo, una parafernarlia social con apenas significado o simples conductas propias de autómatas. ¿Útil para qué? Enseguida toparemos con un para qué muy poco respetable. Se cosidera útil aquello que no pasaba de constituir una despreciable servidumbre ante el caudillo más petulante, ante las voces más fuertes, ante agresiones de gentuza infame. Hay mucha utilidad falsa, pura fumata sin sustancia.

Por eso resulta reconfortante el acercamiento a los escritos capaces de sacarnos de esa maraña de pretendidas utilidades. Buscar un oasis de tranquilidad y una lectura sin trascendencias rebuscadas. Y en esa paz y ese solaz podemos recurrir a la inigualable obra de Julio Verne, de ella podemos escoger LA VUELTA AL MUNDO EN 80 DIAS. Algo así como, no me hagan grandes preguntas, limítense a disfrutar de los avatares de los protagonistas, relájense, gocen del momento, vivan de nuevo esas peripecias.

Acojamos ese sonsonete del fino humor británico activado en el relato. Sirve como impulso para penetrar en el tejido social, criticar o alabar, como quien pasea plácidamente. No es imprescindible sacar los insultos o las lenguas viperinas para manifestar determinadas situaciones. Humor, flema, alegría, como vías de acercamiento a los sucesos y sensaciones.

Mr. Phileas Fogg ejercita una excentricidad inmejorable para facilitar el humor y la sana intrascendencia. Sin perder la sorna, «deberemos convenir que algo tiene de bueno la excentricidad», al referir las comodidades de su mansión, sus riquezas. Sin una expresión ostentosa, casi como halago, queda claro el exceso. Esa característica del sujeto permite entrar humorísticamente en los diferentes asuntos.

Su criado Juan Picatoste no se queda malparado al compararse con el amo, manifiesta «Creo ser honrado, aunque, a decir verdad, he tenido varios oficios». ¡Ah! La actualidad de esa honradez pese a estar laborando en campos diversos. Con esa finura asoman las triquiñuelas, los desmanes, demasiado habituales. Desde nuestros ambientes, uno se atreve a cuestionar esa insinuación de honradez del amo, sin oficio y con sus evidentes reservas monetarias.

El riesgo surge con la necesidad de sobrepasar el río con el tren, cuando el puente resentido amenaza con derrumbarse. La necesidad se asocia a la audacia para discurrir la manera de pasar con el tren a toda velocidad. Confirmando el peligro, se desploma la estructura del puente en cuanto pasó el último vagón. Emoción y sentimientos en momentos tensos.

La sencillez de Picaporte ejerce de contrapunto chocante, refleja de forma simpática otro punto de vista. Sobre todo, al atravesar territorio de los mormones, sus reflexiones abordan el hecho de la poligamia, «…le parecía terrible tener que guiar tantas damas a la vez…con la perspectiva de encontrarlas en el Paraíso para la eternidad. Decidídamente no tenía vocación para ello». Además, por si le quedaba alguna duda, cuando el tren inicia su partida, sube desesperado a todo correr uno de los mormones, al cual pregunta Picaporte cuántas esposas tiene, «¡Una señor! -respondió el mormón elevando los brazos al cielo- ¡Una y era bastante!.

No falta el toque de precisión, científico, tenaz y flemático, con el seguimiento de las horas, las peculiaridades geográficas y ese entrañable día añadido al haber dado la vuelta al mundo por el oriente. Siempre se escapa algún detalle, y este, lo olvidó el minucioso Phileas Fogg. Eso de tenerlo todo amarrado…

No crean en ocultaciones de lo inconveniente o desagradable. Queda muy patente el expansionismo y excesos coloniales, ¿De dónde surgen aquellas grandes fortunas?. Está muy a la vista el vivir de las rentas con tanto boato. A golpes de billetero se consigue todo. Sin disimulos, deja a la consideración del lector interesado, la realidad de esa sociedad inglesa.

Los lectores no permanecerán impasibles ante la tersura de estas páginas de Julio Verne. Sin prescindir del deleite, ya que uno lee con fruición, brotando la sensibilidad, las desaprobaciones, críticas, actitudes de poca nobleza y hasta heroicidades. Con esa amenidad , nos asombramos ante las diversidades, envidiables diferencias de países, criterios, comportamientos e incluso políticas. Uno esta canso de los uniformados por dentro y por fuera, quisieran mantenernos callados, no toleran que uno pueda salirse de la partitura global que ellos escriben.

¡Me apunto a la diversidad! Ayúdenme a no practicar el seguidismo cerril y mostrenco, será más divertido para todos, podremos vivir y contrastar nuestras experiencias, y soñar, soñar con aquel frenesí calderoniano.

La intrascendencia del viaje no equivale a trivialidad. Las aventuras de la vida no radican en los grandes oropeles, ni en los conceptos rebuscados. Es precisamente en la sencillez del trayecto donde convergen las mejores sensibilidades.

Miren ustedes como la magia de Julio Verne transforma, una aventura llena de fantasía, humor y expresiones de buen tono, en un canto a la sencillez. Lo que era un viaje caprichoso, sin una utilidad concreta, en un muestrario de vivencias muy variadas. Eso convierte dicha obra en una maravilla vitalista, muy consciente del tejido social en todo el mundo.

Rafael Pérez Ortolá. Vitoria.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 13 Abril 2005.