Geoestrategia en el Oriente Lejano – por Edmundo Fayanás

Después del colapso de la Unión Soviética, Estados Unidos ha quedado como única potencial imperial. Sus objetivos son dos: en primer lugar, mantener su situación actual, para ello impulsa una política que intenta impedir el desarrollo de centros rivales de poder, ya sean amigos u hostiles. Tal es el caso de la Unión Europea, buscando su división, por medio de la guerra de Iraq, su apoyo a la adhesión de Turquía, etc., o en el caso de China, poniéndole todas las cortapisas posibles.

En segundo lugar, desarrollando una política de dominio económico mundial, con la hegemonía del dólar y el control de las fuentes energéticas de materias primas (guerra de Iraq y Afganistán, caso Irán y Venezuela donde se junta la guerra dólar-euro y las fuentes de energía).

La gran batalla estratégica actual se está jugando en el Oriente Lejano, con China como principal actor y con papeles también importantes de Japón y Taiwan.

¿Qué pasa con China?

Es el país que crece más rápido, con una tasa de desarrollo del 9,5% del PIB anual durante las dos últimas décadas. Según las estadísticas de la CIA en su Factbook del 2003, China es realmente la segunda economía del mundo por su tamaño, sobre la base de la paridad del poder de compra. Significa que los 1.400 millones de chinos tienen un PIB per cápita de 4.385 dólares.

Se espera que el crecimiento económico interior de China continué durante decenios, reflejando la demanda acumulada de su inmensa población, niveles relativamente bajos de deuda personal y una dinámica economía subterránea no registrada en las estadísticas oficiales. La deuda externa es relativamente pequeña y fácilmente cubierta por sus reservas.

La población china da muestras de estabilizarse en los 1.400 millones de habitantes, con una tendencia fuerte hacia los hombres, esto es debido a la política impuesta por el gobierno chino de un niño por familia, naciendo 129 hombres por cada 100 mujeres.

Un acontecimiento comercial significativo aparece en el 2004, con la aparición de la Unión Europea como el mayor socio económico de China. Como señala el Financial Times “tres años después de su ingreso en la Organización Mundial del Comercio, la influencia de China en el comercio global no es sólo importante. Es crucial”

En noviembre del 2004, el presidente chino Hu Jintao visitó cuatro países de América Latina: Brasil, Argentina, Chile y Perú suscribiendo multimillonarios contratos de materias primas (hierro, cobre, bauxita, estaño, soja), imprescindibles para su desarrollo económico, además de promover la realización de infraestructuras por parte de empresas chinas, lo que le va a dar un peso económico fundamental en América Latina, zona considerada como de exclusivo dominio norteamericano.

China posee unas reservas en dólares de 610.000 millones de dólares, obtenidos por su superávit comercial con los norteamericanos. En unos momentos en que está en juego el papel del dólar como moneda mundial, amenazado por el euro, ¿se imaginan que sucedería si el gobierno chino decidiera cambiar el dólar por el euro?

China tiene también graves problemas, como la escasez de agua en el norte donde habitan 500 millones, preveyéndose muchas dificultades a partir del 2010, con el agotamiento del río Amarillo y de sus acuíferos subterráneos. Tiene una situación medioambiental muy preocupante no solo en agua sino también en aire con muchas enfermedades. Un modelo social difícilmente sostenible a medio plazo, con un sistema estatal deficiente, etc., que cuestionan su futuro.

El creciente peso económico de China en el mundo es reconocido. No deja de considerarse un competidor de los Estados Unidos, no sólo política y militarmente sino también económico, amenazándole con poner fin a su hegemonía actual. China crecerá inevitablemente a costa de restar poder a los Estados Unidos.

Los norteamericanos harán todo lo posible por impedirlo jugando sus bazas en los problemas de Corea del Norte y de Taiwan, exigiendo la transformación de Japón como una potencia militar.

Observemos el futuro y sus movimientos.

El decreciente Sol naciente: Japón

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta 1952, Japón fue un protectorado norteamericano, hasta que en ese año obtuvo su independencia. Actualmente se rige por la Constitución de 1947, que fue redactada bajo la supervisión del general Douglas MacArtur, después del final de la gran guerra.

Japón se ha negado resueltamente a mantener fuerzas militares ofensivas o a formar parte del sistema militar global de los Estados Unidos, pero esta situación está cambiando.

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, Japón ha conseguido un desarrollo económico espectacular, siendo una gran potencia económica. Pero actualmente presenta graves problemas en su economía, llevando diez años con una grave crisis de la que no consigue salir y siendo una de sus características, la deflacción. Una parte de la deuda japonesa es el resultado de sus esfuerzos por ayudar a reforzar la posición imperial global de los Estados Unidos.

Unido a su crisis económica, debe añadirse su decadencia demográfica, porque su población comenzará a reducirse drásticamente a partir del 2010. El Ministerio de Interior japonés informa que ya en el 2004, el número de hombres disminuyó en un 0,01%. Algunos demógrafos señalan que a finales de este siglo la población del país se reducirá en cerca de dos tercios, pasando de los 127,7 millones de habitantes de la actualidad a 45 millones, la misma población que tenía en 1910.

Entre 1992 y el 2003, Japón fue el mayor socio comercial de China, pero en el 2004, cayó al tercer lugar por detrás de la Unión Europea y de Estados Unidos. Japón en cambio sigue poseyendo las mayores reservas de divisas del mundo, que a principios de este año eran de 841.000 millones de dólares.

Desde el Tratado de Seguridad Japón-Estados Unidos (1952), el país ha sido defendido de las amenazas externas por fuerzas norteamericanas, las cuales disponen de 91 bases en su territorio. Japón ha pagado por esto, más de 70.000 millones de dólares.

Tras el final de la Guerra Fría (1991), Estados Unidos ha estado haciendo todo lo posible por alentar e incluso acelerar el rearme japonés. Con la llegada al poder de los neoconservadores de Bush, en 2001, reorientaron gran parte de sus objetivos nucleares en relación con Rusia y China. Se ha producido una reorganización militar estratégica en la región Asía-Pacífico y están trabajando enérgicamente para promover la militarización de Japón.

La intención de los Estados Unidos es convertir a Japón en lo que los neoconservadores de Bush llaman “la Gran Bretaña del Lejano Oriente” y utilizarlo luego como testaferro para acabar con el problema de Corea del Norte y servir de contrapeso a China.

Cuando el primer ministro japonés Junichiro Koizumi (declarado antichino) habla de los peligros de Corea del Norte, su objetivo real es el rearme de Japón frente al poder de China.

En agosto de 2004, el Secretario de Estado, Colin Powell declaró en Tokio que si Japón quiere llegar alguna vez a ser miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, tendrá que librarse de su Constitución pacifista, con lo que queda claro cual es el papel que Estados Unidos marca a Japón.

El partido Liberal Democrático de Koizumi tiene la intención de elaborar una Constitución propia y abandonar la actual impuesta después de la segunda Guerra Mundial, con lo que se buscaría la militarización del Japón. Esto, preocupa a amplias capas de su población y se oponen a ésta todas aquellas naciones que sufrieron el trato injusto de los japoneses en la gran guerra, incluyendo a China, las dos Coreas e incluso Australia.

El gobierno de Koizumi está formado por políticos de la línea dura antichina, de ahí que se avecinen tiempos difíciles en las relaciones chino-japonesas, cuando el Japón acaba de reconocer que apoya un Taiwan independiente.

La política de la Administración de Bush y de Koizumi lleva a una confrontación a medio y largo plazo con China. Una confrontación que Estados Unidos habrá buscado como forma de debilitar a China, pero que en ella los norteamericanos pueden quemarse, colocando al mundo entero en una situación límite, por lo que se debería de apoyar el actual status de Japón y no el diseñado por los Estados Unidos.

Taiwán ¿Es posible la independencia?

Taiwan fue una colonia japonesa de 1895 a 1945, pero siempre se ha considerado a su territorio como parte integrante del territorio de China. A diferencia del estricto régimen militar japonés que sufrió Corea de 1910 a 1945, Taiwan tuvo un protectorado japonés benigno. En la II Guerra Mundial fue bombardeado el territorio taiwanes por los aliados, pero no hubo batallas en su territorio. Al acabar la guerra fue ocupado por los nacionalistas chinos del Kuomintang de Chiang Kai-Shek, que huían de la derrota sufrida ante las fuerzas comunistas de Mao Tse Tung.

Taiwan bajo el dominio de estos nacionalistas chinos ha experimentado un fuerte desarrollo económico, situándole a la cabeza de los países desarrollados. Este progreso económico ha ido acompañado de una democracia de corte occidental que ha calado en sus habitantes. Taiwan posee una población de más de veintitrés millones de habitantes y su renta per cápita es de las más elevadas.

El gran problema de la isla de Taiwan es dilucidar su futuro, en el que tiene dos opciones. Por un lado, proclamar la independencia, lo cual provocaría la reacción de China, que nunca lo aceptará, por considerar a Taiwán parte de su territorio. Contaría en su intención independentista con el apoyo de los Estados Unidos y de Japón, de ahí que el problema vaya alcanzando caracteres de dramatismo.

Por otro lado, con su integración en China podría tratar de lograr un status parecido al del Canadá francés o el de Hong Kong, con un control nominal del gobierno central de Pekín, pero manteniendo sus instituciones, leyes y aduanas separadas.

Esta segunda opción sería la salida más viable, porque la primera es dejarse utilizar por los intereses norteamericanos que no tienen que ser precisamente los suyos, sabiendo que es en su territorio donde se desarrollaría la guerra y que sus habitantes lo sufrirían con todas sus consecuencias. Los que creemos que la política es el arte del dialogo y que siempre se debe de buscar la paz vemos en la segunda opción la más viable con lo cual desaparecía un foco de tensión muy fuerte en el Lejano Oriente.

Esta dualidad del futuro de Taiwan, también se da en el aspecto social, donde los antiguos originarios de la isla serían partidarios de la independencia, mientras que los chinos continentales que se refugiaron en ella, huyendo de la revolución comunista de Moa Tse Tung serían partidarios de lograr la integración.

En el año 2000, los taiwaneses terminaron con el monopolio de poder que detentaban los nacionalistas venidos de China y dieron la victoria al Partido Democrático Progresista, dirigido por el actual presidente Chen Shui Bien, que está a favor de la independencia de Taiwan.

En las elecciones presidenciales de mayo del 2004 ganó Chen de forma muy ajustada pero en las parlamentarias de diciembre, su partido quedó en minoría. En agosto del año pasado, el Yuan legislativo (parlamento) aprobó el cambio de sus reglas de votación para impedir que Chen modificara la Constitución que favoreciera a la independencia, como había prometido en su campaña de reelección.

Actualmente Taiwan ya ha invertido unos 150.000 millones de dólares en China y las dos economías se están integrando más estrechamente. Parece reconocerse en Taiwan que sería muy difícil vivir como una nación independiente de habla china junto a otro país de 1.400 millones de habitantes, con una economía en rápido crecimiento y con aspiraciones de dirección en el Este Asiático.

La historia nos enseña que la reacción menos inteligente al espectacular crecimiento chino sería detenerle mediante la fuerza militar. Como dice un proverbio oriental, China acaba de tener un par de siglos malos y ahora está de vuelta. El mundo tiene que ajustarse pacíficamente a sus legítimas demandas y dejar a Taiwan en paz, dejando de militarizarla.

La tendencia actual de los acontecimientos en el Este Asiático nos lleva a ver y sufrir el enfrentamiento chino-japonés, sólo que esta vez los Estados Unidos no estará en el lado de los vencedores y pagará un duro precio.

Edmundo Fayanás Escuer. Pamplona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 7 Abril 2005.