Karol Wojtyla queriendo ser llamado Juan Pablo II murió ayer en su residencia privada en el Palacio Palacio Apostólico del Vaticano. Hombre infatigable donde los haya por sus múltiples viajes y gestiones, será recordado por unos como el Papa de la paz, por otros como el Papa conservador que defendió un dogma inflexible a los nuevos tiempos en que vivimos. Tanto unos como otros llevaran algo de razón, incluidos los que le atribuyen una lucha cuasi personal en contra de las dictaduras comunistas —viéndolo unos como una gran hazaña y otros como algo reaccionario—, o las no menos mencionadas duras críticas a la globalización salvaje y a las guerras… El Papa polaco ha dado para mucho, y lo seguirá dando si hemos de juzgar por la expectación que ha causado su ultimo acto de fe y muerte.
Su ultimo acto de fe —política celestial aplicada en la tierra— ha consistido en escenificar la pasión de Jesucristo, acercarse al dolor que tanto profesa la religión cristiana, hacer un brindis al sol a la política moral pro vida. Un duro revés a los partidarios de la eutanasia, de la libre elección, si hemos de juzgar por la cercanía temporal del caso de la estadounidense Terrie Schiavo. Una ultima lección del dogma inflexible, que vuelve a alejarse de la claridad intelectual y de los tiempos en los que vivimos, en donde hay millones de personas que mueren sin quererlo, y otras que sí quieren que no pueden hacerlo.
Con la muerte de Juan Pablo II desaparece una pieza fundamental para entender el mundo en el que hoy vivimos. En su Polonia natal fue un soporte fundamental para Lech Walesa y su Solidaridad en la pugna contra el comunismo, también para las revoluciones de terciopelo que se fueron desarrollando por toda la Europa del Este. Posiblemente sin la intersección del Papa polaco, Mijail Gorbachov habría sido más precavido con sus ansias democráticas, la Unión Soviética inevitablemente se habría transformado, pero no de la manera en que lo hizo. Hoy de esa caída descontrolada recogemos los agrios frutos que estallan con el impacto de la contaminación medioambiental, la falta de seguridad, y la siempre problemática ausencia de equilibrio en el poder mundial.
Con su política de acercamiento —podemos llamarla de contención—, estableció puentes de dialogo entre cristianos, musulmanes y judíos, las tres grandes religiones monoteístas, procedentes de la misma madre, y enfrentadas durante siglos a sangre y fuego. Fue crítico con el gran capital y la globalización salvaje de los poderosos pero amonestó a los curas de izquierdas de la Teología de la Liberación en Centroamérica, gritó en sus últimos años «No a la guerra», pero no hizo ascos a Pinochet y a otros dictadores. Y así, debatiendo, podríamos estar durante mucho tiempo y con muchas cuestiones igual o más relevantes.
Desde lo más pequeño y personal a lo más grande y universal, Juan Pablo II durante su gobierno celestial en la Tierra, trató en todo momento de preservar la fe cristiana al lado del estado de cosas existente en el poder establecido. Ese fue su vía crucis más importante, elegir lo que convenía a la iglesia.
Después del Cóncable más de mil millones de creyentes en la fe cristiana católica tendrán nuevo Papa, posiblemente de quién resulte elegido, y de lo que haga o deje de hacer, se vislumbraran ciertas pautas a seguir que afectaran al resto de los habitantes de la Tierra.
Descanse en paz Karol Wojtyla, después de tanto ajetreo bien se lo ha merecido.
Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 3 Abril 2005.