Cuando destruir (estatuas) es un deber – por Francesc Sánchez

Estoy de acuerdo con esta procesión que se ha puesto en marcha desde el gobierno socialista para retirar las efigies franquistas. Se puede debatir el momento y la forma, pero tampoco me parecen mal las artes y el espacio temporal usado.

Durante las dictaduras de los shas iraníes, Reza Khan Pahlevi y su padre Mohamemed Reza Pahlevi, se construyeron muchas estatuas que el pueblo con mayor o menor fortuna intentó hacer desaparecer. La inexperiencia, y los numerosos heridos resultantes de esta ardua tarea, fueron moldeando de entre la disidencia la figura del destrozaestatuas profesional(*1).

La profesionalización de la destrucción de las estatuas no logró la desaparición ni de las numerosas efigies de los Pahlevi ni mucho menos la caída de sus regímenes, pero representó un grado de organización. Un símbolo de la lucha de los de abajo contra la tiranía de una forma organizada, una llama viva que finalmente daría sus resultados.

Años después de la caída de la dictadura en España aún quedan en la vía pública diversas estatuas de Franco y otros símbolos de muy llamativos de su régimen. En nuestra piel de toro a diferencia del ejemplo iraní, esos símbolos de la tiranía no fueron destruidos por la disidencia durante —o a la caída de— la dictadura. Vale la pena que hagamos un pequeño repaso a la história para entender porque han perdurado durante tanto tiempo los símbolos franquistas y porque ahora se retiran.

Nos remontamos a la guerra civil española en el año 1936. España está dividida al menos en dos mitades ideológicas que se matan en una guerra fratricida, y después de tres años vence el bando golpista y fascista. Los vencedores se instalan en el poder bajo el dictado de Francisco Franco. Los perdedores de la guerra que consiguieron sobrevivir, derrotados y debilitados, unos se exilian al exterior, otros se amoldan al nuevo régimen, y otros —los menos— siguen viviendo y luchando en la clandestinidad. Durante los años de la dictadura se desarrollara un genocidio ideológico, una represión despiadada y un amedentramiento de la población.

Cuarenta años después llega la muerte del dictador, media España es franquista, y la otra media sigue viviendo con el miedo en el cuerpo. La clase burocrática del régimen y la derecha moderada establecen situar al país entorno al modelo democrático europeo. Para ello primero situaran al rey Juan Carlos I como jefe de Estado, e iniciaran un proceso de transición en el que paulatinamente se legalizaran las fuerzas políticas opositoras al régimen.

Éste proceso lo llevara a cabo el gobierno de Adolfo Suárez, iniciandose con la legalización del PSOE y los partidos nacionalistas, y culminandose en medio de una gran tensión (*2) con la aprovación del derecho de asociación sindical el 30 de marzo de 1977, y la legalización del Partido Comunista el 9 de abril de 1977. Las primeras elecciones democráticas se celebraran el 15 de junio del mismo año, y las fuerzas políticas representadas serán las encargadas por medio de ocho ponentes de redactar la Constitución Española, aprobada por el rey el 27 de Diciembre de 1978.

Las primeras elecciones democráticas en el marco de la Constitución se celebran el 1 de Marzo de 1979, y la Unión del Centro Democrático de Adolfo Suárez se vuelve a hacer con el poder. Suárez y la nueva clase política continuaran con las reformas —la elaboración de los estatutos de autonomía y sus elecciones, la constitución de los primeros ayuntamientos democráticos y sus elecciones, el inicio de las negociaciones formales para el ingreso de España en la Comunidad Europea, la entrada de España en la OTAN, etc.—. Suárez el 29 de Enero de 1981 se verá obligado a dimitir por falta de apoyo en su propio partido.

El 23 de febrero de 1981 se produce el aviso más importante por parte de los involucionistas. Alrededor de 200 guardias civiles comandados por el teniente coronel Tejero secuestran en El Congreso al gobierno y a los diputados durante la investidura presidencial de Calvo Sotelo. Al mismo tiempo el teniente general Milans del Bosch declara el estado de sitio en Valencia. La rebelión de un atajo de militares del entorno de la extrema derecha no tendrá éxito, pero hará mella en la clase política española produciendose una involución democrática. No obstante los socialistas de Felipe González se harán con el poder en las próximas elecciones, seguirán con las reformas, y el país se conseguira modernizar.

El gobierno socialista afianza su poder durante tres legislaturas pero se distancia de las bases más izquierdistas. Finalmente una serie de medidas impopulares de corte liberal y, sobre todo, unos serios problemas de corrupción y terrorismo de estado —enfatizados por los medios de comunicación derechistas— les harán caer en las elecciones de 1996 por una ausencia del voto socialista.

Mientras tanto José María Aznar ya había aparecido con un nuevo partido de derechas llamado Partido Popular. Éste partido aglutina a los restos de la UCD, la Alianza Popular de Manuel Fraga, y otras corrientes derechistas. La imagen de derechas moderna, liberal y civilizada convencerá a muchos españoles, los que no dudaran en darle su voto en forma de castigo a Felipe González. Aznar ya elegido presidente, en la primera legislatura pactará con los partidos nacionalistas CIU y PNV. No será hasta la llegada de la segunda legislatura del Partido Popular en dónde se hará visible la cara más siniestra de la ultraderecha. Una serie de decisiones impopulares y unas formas autoritarias —que alargarían demasiado éste artículo— les harán caer el 14 de Marzo de 2004.

El problema que tiene éste país con su memoria histórica es en gran medida el problema que tiene la derecha con parte de sus integrantes. Durante la transición Adolfo Suárez hizo uso del dialogo y la contención para integrar a la izquierda y a la derecha en el nuevo sistema político. Sellándose un pacto no escrito para pasar la página franquista, el famoso «Pacto del silencio». No obstante años después con la caída socialista, los elementos más intransigentes del viejo régimen y sus descendientes volverán a tomar el poder, y con ello se traslucirán las formas autoritarias y los «vivas a la gloria de Franco». La derecha civilizada debería comprender que «El Pacto del Silenció» incluía también su propio silencio, un pacto por cierto que para muchas gentes de izquierdas fue degradante, porque significó también sellar un «Pacto para el olvido».

Independientemente de lo que reflexione o deje de reflexionar la derecha, éste país tiene una deuda con una parte de su historia más reciente. El recuperar la memoria no significa abrir de nuevo las heridas de la guerra y de la represión, significa tener la posibilidad primero de conocer todo lo que suceció para dignificar a las víctimas de la dictadura, segundo superar el pasado censurando la apología del totalitarismo, y tercero aprender a no repetir la misma confrontación y los mismos crímenes.

Ahora es la policía nacional quién por orden de un nuevo gobierno socialista retira estatúas franquistas, pues vale ya era hora, algo hemos avanzado.

(*1) Artículo relacionado: – Entrevista a un destrozaestatuas profesional.
(*2) Un grupo de ultraderecha el 24 de enero de 1977 asesina a cinco abogados laboralistas en la calle Atocha, el mismo día los GRAPO secuestran al presidente del Consejo Supremo de Justicia Militar, General Villaescusa.

Artículos relacionados: – Complejos residuales del franquismo – por María Faes RiscoSobre la transición y las elecciones de 1977

Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 28 Marzo 2005.