Señor director:
Hemos de caernos del burro, no del caballo, como (la estatua de) Franco. La crispación ha saltado por el modo vergonzante de liquidar su monumento; y también hubiera sido fuerte de haberlo sacado solemnemente. Porque la crispación la llevamos todos muy dentro, y a flor de piel.
Muchos tienen, en efecto el enorme y muy justificado complejo de no haber puesto a Franco en su sitio en sus cuarenta (40) años de dictadura, toda su vida, y ni siquiera a su estatua hasta treinta (30) años después. Ni, caso inédito en Europa, haber pedido después responsabilidades a sus principales colaboradores, uno de los cuales, ministro suyo, sin renegar nunca de la dictadura, consiguió fundar un partido que ha gobernado hasta ayer con mayoría absoluta y absolutismo –caso Irak, entre otros-, ni renegar de la dictadura hasta después de veintinueve años, y teniendo todavía, a pesar de eso o, en el fondo, en parte quizá por eso mismo en ciertos casos, el respaldo de casi la mitad de la población.
De estos últimos, los votantes del PP, la gran mayoría son ya más o menos demócratas, pero les parece más llevadero pensar que la dictadura franquista no fue apenas tal que tener que reconocer su impotencia o incluso complicidad –o la de su familia, al hacer ya tantos años- con el franquismo. De ahí que Fraga y tantos otros dirigentes de su partido crean todavía que “la calle es suya”, y con ella el monumento a un dictador que se impuso a sangre y fuego, incluso de “moros”, matando masivamente a sus propios conciudadanos, mientras que Hitler y Mussolini –cuyas estatuas sí fueron sacadas de inmediato de sus países- “sólo” hicieron la guerra a los extranjeros.
María Faes Risco. Madrid.
Cartas de los lectores. El Inconformista Digital.-
Incorporación – Redacción. Barcelona, 25 Marzo 2005.